“Me siento libre cantando; es uno de los motivos por los que canto”. Lo dice Jesús Aiesa Aristu en el lavadero de su pueblo natal, Leache, en la Val de Aibar (comarca de Sangüesa) donde vive con su mujer y sus tres hijos entre la veintena de vecinos que constituyen su población.

Este agricultor y operario de Goikoa, de 60 años cumplidos, dejó la tierra como modo de vida pero no quiso abandonar su lugar de origen como hicieron otros jóvenes empujados por las sucesivas crisis y la despoblación. Presume de pueblo cuidado y bonito, “gracias al auzolan comunitario”, recalca. Goza de la paz que allí se respira y confiesa que no podría ser más feliz contemplando a diario otro paisaje que no fuera el de su entorno rural. “Soy un enamorado de la Val de Aibar. Es mi tema, mi sitio y mi inspiración”, declara.

Aiesa ha escrito desde siempre sobre sus vivencias y compromisos, y en 2014 comenzó a poner música a sus letras con los cuatro acordes de guitarra que aprendió de su vecino y amigo, Koldo Pastor. El compositor y músico le ayudó a escribir las melodías y en ocasiones le acompaña cuando actúa. También el acordeón de su hija Irune y la flauta travesera de Uxue Martínez.

Yesa +No (2015), tema reivindicativo con la fuerza de su voz recia, fue su primera canción en público una vez comprometido con la asociación contra el recrecimiento del embalse. “Quería reflejar el estado de las gentes que viven aguas arriba y abajo de la presa”, explica.

La experiencia de subirse a un escenario fue un descubrimiento incluso para sí mismo. “No podía aplacar los nervios. Sentía mucha emoción. Yo siempre he cantado en la barra del bar, de manera espontánea. Jotas y mexicanas en fiestas, de ahí no pasábamos. Leache siempre ha sido un pueblo muy cantarín”, constata.

El cantautor Jesús Aiesa posa con la guitarra en el lavadero de su pueblo natal, Leache, en la Val de Aibar, comarca de Sangüesa. Marian Zozaya

A este tema le siguió el dedicado a Tiermas, Ruesta y Esco. “Tres pueblos absolutamente olvidados como consecuencia del embalse de Yesa”, explica. Llegó seguidamente, Cierzo de los Pirineos. “Canto cuando surge algo y las cosas que quiero cantar”, plantea. En este sentido, elige como materia la memoria histórica y a este campo pertenecen: Aquella noche callada, en recuerdo a los fusilados y represaliados de Aibar y La Fuente del Garrero (poema musicalizado con letra de Joaquín Grau). Aiesa se ha convertido en la voz de su recuerdo en actos y lugares memorialistas de Aibar, Sangüesa y Loiti. La despoblación es otra de sus fuentes de inspiración. Su canción, La Bizkaia (2016) ha dado la vuelta a la comarca. Le canta al vacío de sus pueblos, a las gentes que un día vivieron allí. “Hemos vivido pegados a los de Gardalain, pueblo muy unido a Leache. Es inevitable no emocionarse ante todo un valle olvidado. La gente lo agradece y cree que su tema ha servido para que se conozca y no caiga en el olvido”. En este sentido, menciona el libro de Juan Jesús Recalde La Bizkaia de Navarra. Memorias de un valle en silencio. Cantar, a un despoblado como Usunbeltz (Ezprogui) a su madre, en Recuerdos de Artieda; a Javier Bengoetxea El cartero de Aibar, forma parte de sus canciones elegidas para poner en valor a personas con luz que le tocaron el alma. “ Me gusta cantar a las gentes sencillas, como estas figuras esenciales que no fueron reconocidas en su día”, manifiesta. Menciona entre estos temas el del Cabrero de Gallipienzo, un poema de Rafa Blanco (vecino de Cáseda y profesor de euskera ( le ha traducido dos coplillas) musicalizadas por él mismo.

 “El euskera está dentro de mis reivindicaciones. En mi casa lo hablan todos menos yo. Lo vivo y más teniendo en cuenta las dificultades políticas. Me gusta reivindicarlo donde quiera que voy”, declara. Además, ha escrito la melodía al poema de Blanco, Lizar hostoz Altsasu, con arreglos de Koldo Pastor; también a un poema de Xabier Lizardi, Oro Mintzo. Lo ha hecho con gente de Cáseda, Aibar y Leache, pueblos unidos también en esta experiencia musical. “Hay buena relación entre las gentes de los pueblos”, afirma. Las musas de su último tema Cuatro Mugas las ha encontrado en un lugar emblemático en el alto de la Sierra de Izco, donde confluyen Aibar, Leache, Izco y Lumbier.

Por todos estos sentimientos, Jesús Aiesa ha llegado a la canción con referentes como Labordeta y Fermín Balentzia, a quien admira “profundamente”. Su Maravillas y el Alto de Loiti están entre las favoritas del repertorio de este cantautor autodidacta que sabe que tiene que educar su voz, si bien lo que más le importa es que llegue su mensaje. Narrador combativo, Aiesa canta lo que guarda dentro. “Dicen que los cantautores somos tristes, pero yo creo que también somos necesarios.