“Y cuando llegue el día del último viaje y esté al partir la nave que nunca ha de tornar...”, imaginaba Antonio Machado en su poesía Retrato, quizás como ahora en vísperas de Todos los Santos y de la Conmemoración de los Fieles Difuntos, los días 1 y 2 de noviembre, cuando se visitan y llenan de flores los cementerios. Al menos una vez al año parece moralmente obligado acudir a recordar a familiares y amigos que nos precedieron en el camino.

En todas partes, también en el Valle de Baztan y la cuenca del Bidasoa, igual que se hace en muchas otras partes del mundo, en cada una con sus usos y costumbres, sus peculiaridades. Entre nosotros con flores, algún rezo si se tercia, recogimiento y poco más. En otros países, América la que dicen latina, en México sobre todo, con flores, hasta disparo de cohetes, música y variados platillos gastronómicos y de la repostería típica del país que llena los escaparates de sus pastelerías.

La lápida del maestro Juan Eraso Olaetxea, en tierra y con la música, siempre. d.n.

En México hicieron regular fortuna los hermanos Irigoyen, hijos de Aldakotxea en el barrio de Iñarbil de Erratzu, que quisieron dejar memoria en su pueblo y costearon las construcción de un magnífico cementerio. En varios pueblos de Baztan quedan muestras del recuerdo y el cariño que en la distancia sentían los baztandarras que tuvieron que emigrar, muchos de ellos fallecidos lejos de su valle.

SAN SIMON ETA...

Una antigua canción vasca recuerda que “San Simón eta San Juda joan zen uda eta negua heldu da”, que viene a decir que llegados San Simón y San Judas Tadeo (festividad de los dos el 28 de octubre) se acaba el verano y nos llega el invierno, anticipando los fríos y humedades que son habituales en Todos los Santos, cuando el sol, si se anima, alumbrará a mediodía y poco más. Lo solía recordar el euskaltzale baztandarra tan querido Mariano Izeta, que descansa en el cementerio de Elizondo.

También lo hace el maestro Juan Eraso, el fundador de la Coral de Elizondo, interesado en el misterio de la muerte. Sobre este asunto, recuerdo sus conversaciones habituales con don Miguel Alberro, recordado párroco elizondarra. Eraso no se conformaba con la fé del carbonero y pretendía una explicación más plausible como preguntando si en el más allá habrá música y agrupaciones corales. De hecho, su amor a la tierra de Baztan y música que siempre cultivó iban de la mano, y así pidió ser inhumado directamente en tierra y el pentagrama de una melodía figuran en su lápida.

ARTE

En los camposantos baztandarras priman la mo-destia y la sencillez, si bien se dan algunas muestras valiosas del arte funerario, que también lo es. En Elizondo se cuenta con dos estelas, una de la familia Fort que no tardará en perderse por inclemencias meteorológicas y otra similar de la familia, de la casa Irungaraia, más protegida al estar de canto y en altura. En esta se advierten símbolos relacionados con la actividad y aficiones de alguno de los familiares, lá música, la pelota, la ley y la justicia, trabajo todo de un notable cantero.

Las antiguas estelas funerarias no abundan en Baztan, en contra de las investigaciones que de los capuchinos padre Inocencio y Patxi Ondarra en particular. Los amigos de lo ajeno arramblaron con las que existían en Elbete al borde del camino junto a su iglesia, en Amaiur y otras.

Testimonio funerario clásico en la antigüedad en Euskal Herria, como lo enseña Louis Colas en el espléndido trabajo que se plasmó en su obra La tombe basque en 1923. Como es sabido y así figura en las iglesias de Sara y Urruña , todas las horas hieren, pero es la última la que mata.