Entre la Rochapea y la Txantrea hay 150.000 metros cuadrados de hojas que caen durante el otoño. El parque Aranzadi, junto al río Arga, protagoniza los paseos matutinos y las conversaciones largas tras su reciente inauguración. Los trabajos han costado 2,75 millones de euros, de los que 2.005.000 euros provienen de los fondos europeos Next Generation EU. Y los vecinos de la Comarca no han dudado en visitarlo.

Juan Carlos y Yolanda, vecinos de Mendillorri, salen a caminar todos los domingos por diferentes zonas de Pamplona. “Es fantástico poder salir del cemento y disfrutar de la naturaleza, aunque en Navarra hay muchas zonas verdes. No todos tienen la misma suerte que nosotros”, señala Juan Carlos. Ambos agradecen la tranquilidad con la que pueden escuchar el entorno: “Es que oímos hasta las campanas de la iglesia”, bromea Yolanda. Al igual que ellos, Laura y su abuela, Luisa Iribarren, visitan el parque todos los domingos hasta que llega el mediodía y “me deja en misa”, comenta Luisa entre risas y besos a su nieta.

Por el parque Aranzadi también pasean o van en bici familias con sus hijos pequeños que, tras un rato de deporte, llegan a los columpios, situados en el centro, para descansar o seguir jugando. “Solemos hacer rutas sencillas en bici, de unas dos horas, y luego venimos aquí para que los críos jueguen”, explica Javier Múgica, padre de familia. Por otro lado, Fernando empuja la silleta por los distintos caminos del parque, mientras sus hijas corretean. “En los entornos naturales siempre disfrutan más porque juegan con la tierra y el agua y cogen hojas y piedras. Hay mil opciones”, asegura.

Además del canto de los pájaros y de las hojas que se rompen con las pisadas, también se escuchan otros animales que conviven en el parque Aranzadi; en especial los ladridos de los perros, que acompañan a sus dueños durante las caminatas. Milo recoge palos a la orilla del río mientras Gaizka Ardanaz lo mira y le exclama: “¡Pero qué bien estamos aquí!”. Madrugan mucho y pasean por el parque alrededor de seis horas diarias porque “a Milo le gusta encontrarse con la gente. Es muy zalamero. Por las noches, a pesar de que sea un espacio seguro, no me gusta caminar porque me siento más inseguro y no puedo controlar qué hay a mi alrededor, pero hay que hacerlo por Milo”, sonríe.

Elisa Gutiérrez confiesa que “cuando el miedo me paraliza, ando”, confiesa. Diversos estudios han señalado que caminar reduce los niveles de cortisol, libera endorfinas e incrementa la resistencia cardíaca. De hecho, pasear por la naturaleza es una de esas actividades que potencian la reconexión con uno mismo: “Sufro de ansiedad y depresión. Y cuando quiero evitar llorar me pongo unas deportivas y recojo las hojas que me parecen más bonitas. Así me relajo y vuelvo a estar en paz”, explica Elisa.

El parque Aranzadi se convierte en el nuevo espectáculo de otoño para los vecinos de la Comarca de Pamplona, en especial para aquellos que no dudan en atender el ruido hipnótico de la naturaleza.