“Si deseas estar fresco y no te duele la tripa, no tomes otros helados que los que prepara Piltra”. Así rezaba uno de los carteles que Santiago López el Piltra, tenía colgado en su domicilio de la calle Recoletas cuando comenzó a elaborar sus dulces. Casi un siglo más tarde, sus recetas siguen más vivas que nunca en Garrarte. Y es que ésta no es simplemente una tienda de dulces, es un capítulo completo en la historia de Tafalla. Una historia que ha sido escrita desde 1880 por cuatro generaciones de confiteros de la familia Piltra con chocolate, almendras, caramelos y todo tipo de dulces garrapiñados.

Hoy en día es Angelines Catalán quien está al frente de este rincón gastronómico que vende sus productos artesanos en una céntrica calle de Donostia, tienda que ha sido recientemente galardonada por la Cámara de Comercio con una mención honorífica, aunque cuyo obrador está situado en Tafalla.

Tradición

“Mi vida siempre ha estado ligada al mundo de los dulces artesanos, ya que primero mi bisabuelo, y más tarde mi abuelo Santiago fueron quienes comenzaron con el oficio. A mi abuelo lo fusilaron en el 36, por lo que mi abuela Cirila, que tenía 9 hijos, decidió hacerse con las riendas y continuar el negocio familiar”, recuerda Angelines, mientras añade que “mis tíos y mi madre se subían al tren en el trayecto Castejón – Tafalla – Pamplona con una canastilla a vender los dulces que hacía mi abuela. También acudían a muchas romerías, pueblos de la zona en fiestas y demás saraos”. 

Muchos años más tarde, con los entresijos aprendidos, y las recetas del abuelo a buen recaudo, Angelines no lo dudó y junto a su prima se embarcaron en su propio negocio, con nombre y apellidos: Garrarte. “El nombre es un juego de palabras entre garrapiñadas y arte. Cuando nuestros padres ya estaban algo mayores, mi prima Yolanda y yo decidimos juntarnos e ir a ferias, mercados artesanales, o mercados medievales a vender nuestros productos, los cuales elaborábamos nosotras mismas con la receta tradicional familiar. Al tiempo, abrimos una tienda física en la calle Estafeta de Iruña para tener algo más estable. Y ya en 2016 yo decidí andar mi camino por separado y abrir un local en Donostia”, relata la confitera.

vista panorámica de la tienda de Garrarte en Donostia. Cedida.

Local y natural

En Garrarte elaboran todo tipo de chocolates y bombonería. Pero también caramelos, garrapiñados, piruletas, chupetes, martillos o pirulís: “Vendemos todo tipo de dulces, aunque la almendra garrapiñada es la reina, ya que está elaborada con materia prima local, de primera calidad y una capa muy fina de azúcar”. 

Sin dejar atrás lo tradicional, Garrarte también abraza la innovación. Según sostiene Angelines, en sus recetas utiliza un edulcorante natural que no solo preserva el sabor, sino que también atiende a las necesidades de aquellas personas que buscan opciones más saludables. "Hay muchísima gente joven que vienen a por las garrapiñadas sin azúcar. A penas se nota la diferencia y están súper ricas”, sentencia. “Todo esto es posible gracias a las cuatro chicas que están en el obrador de Tafalla haciendo los dulces. Dulces que por cierto elaboramos con las recetas del abuelo Santiago y las mismas herramientas que usaba la abuela Cirila. No hemos cambiado un ápice”, añade.

Reconocimiento y futuro

La travesía de Garrarte no ha pasado desapercibida y ha cosechado dulces frutos. La confitera tafallesa relata con orgullo los premios y reconocimientos que han marcado su camino: desde ganar el primer premio en el concurso ‘Hamar bitxiak’ de Donosti en 2018, hasta ser reconocidos por la Cámara de Comercio este pasado mes de diciembre. "En septiembre de 2023 presenté una candidatura y en diciembre nos dijeron que nos otorgaban un reconocimiento honorífico al comercio interno, ya que les encantó nuestra historia y nuestro producto. Estamos súper contentas de este premio, e iremos a Valencia a recogerlo a principios de febrero”.

En cuanto a su visión de futuro, Angelines lo tiene claro: quiere abrir una segunda tienda en la capital gipuzkoana. “Estoy esperando a que salga un local en una de las dos calles principales del Casco Viejo de Donosti para poder lanzarme a ello”. Finalmente, admite que aunque todavía le queden muchos años para la jubilación, otro de sus sueños es que su hijo pequeño, Ibai, siga con la tradición familiar. “Me daría mucha pena que esto se parase aquí. Hemos conseguido mucho y sería muy triste que las recetas del abuelo Santiago terminasen conmigo”.