La abadía cisterciense del monasterio de Santa María la Real de la Oliva luce renovada desde esta semana tras las obras de restauración que se han llevado a cabo durante más de 20 meses con la finalidad de recuperar las cualidades arquitectónicas del interior de un templo medieval único. Uno de los principales ejemplos de la arquitectura del Císter, declarado Bien de Interés Cultural, puede disfrutarse desde este mes de mayo a través de las visitas guiadas gratuitas que ofrece el Servicio de Patrimonio Histórico hasta el próximo 22 de junio. La cita será cada sábado de 10.30 a 12.00 horas y será necesario reservar a través de la web http://www.rutasvivamus.com. Una oportunidad única teniendo en cuenta que el monasterio permanece cerrado al público ya que la comunidad de monjes cistercienses trapenses que lo habita continuadamente desde 1927 se dedican al silencio y a la oración.

Las obras de rehabilitación interior han consistido en el renovado de los suelos y todos los pavimentos, de paramentos y bóvedas, conservando los restos de pinturas murales de época medieval, también de vidrieras y cierres de alabastros. También se ha actuado sobre las carpinterías históricas de puertas y la cancela de acceso, en las instalaciones de calefacción, instalado suelo radiante-, electricidad e iluminación. Además, se ha procedido al estudio, limpieza y consolidación de restos importantes de pinturas murales de época medieval y renacentista con despieces, de “indudable valor cultural e histórico”, en las bóvedas y muros de la iglesia, además de grafitos en la nave lateral sur. También se ha actuado en los bienes muebles y el mobiliario litúrgico vinculado al culto. Todos estos trabajos han contado con un seguimiento arqueológico que ha permitido confirmar que “no hubo en este lugar edificios de culto de época medieval anteriores a la actual iglesia y que el templo abacial no fue utilizado como lugar ordinario de enterramiento, si bien fueron localizados algunos enterramientos en la zona del ábside y capillas que correspondían a adultos y hombres, por lo que probablemente se trataban de personas religiosas”. 

La intervención arqueológica también ha permitido localizar y documentar pavimentos de morteros en la zona del presbiterio y de época renacentista y barroca en las naves, así como el cimiento del coro barroco que se situaba en la nave central, que fue trasladado con motivo de la desamortización del XIX a las parroquias de Murillo El Fruto y San Pedro de Olite/Erriberri y de varios hornos de fundición de campanas. 

INVERSIÓN

La inversión total de las obras que supera los tres millones ha sido financiada al 60% por el Ministerio de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana en colaboración con Gobierno de Navarra, un 40% por parte del Monasterio de La Oliva provenientes del canon acumulado que perciben de la Comunidad de Bardenas Reales (entorno a 1,2 millones de euros), y 200.000 euros aportados por el Gobierno de Navarra a través de la Fundación para Conservación del Patrimonio Histórico. Cabe recordar que este Monasterio, fundado en 1149 por la orden del Cister, es una de las 22 entidades congozantes de Bardenas Reales.

“Las obras de reforma que inauguramos son mucho más que una simple renovación física. Son una manifestación de nuestro compromiso continuo con la conservación y el enriquecimiento de nuestro patrimonio espiritual y cultural. Quiero expresar mi más profundo agradecimiento a todos los que han contribuido a hacer posible este proyecto. A los arquitectos, ingenieros, artesanos y trabajadores que han dedicado su tiempo y talento a esta noble tarea, y a los benefactores cuyas generosas donaciones han hecho posible esta obra, gracias de todo corazón. Sin vuestra dedicación y sacrificio, no estaríamos celebrando este momento de renovación y esperanza”, aseguraba el Abad Javier Urós durante la solemne ceremonia inaugural que tuvo lugar el pasado jueves, oficiada por el Arzobispo de Pamplona, Florencio Roselló Avellanas, que estuvo acompañado por más de 40 religiosos, entre monjes del monasterio, sacerdotes de localidades riberas y religiosas. Desde el siglo XII, esta iglesia ha sido un “faro de fe, un refugio de paz y un testimonio de la devoción inquebrantable de quienes nos precedieron”. “A lo largo de los siglos, estas paredes han escuchado innumerables oraciones, han sido testigos de momentos de alegría y de tristeza, y han proporcionado consuelo a todos los que han cruzado su umbral. Hoy, mientras miramos hacia el futuro, también rendimos homenaje al pasado, conscientes de que cada piedra de esta estructura lleva consigo el eco de generaciones de fieles”, reiteró el Abad. 

El uso principal y fundamental del monasterio de La Oliva es el religioso mantenido por la comunidad de monjes cistercienses trapenses que lo habita continuadamente desde 1927, año en que se restauró la vida monacal tras las exclaustraciones del siglo XIX. Además del uso religioso, el uso turístico y cultural son de gran importancia para el monasterio, cuya relevancia trasciende ampliamente el ámbito de influencia de la zona.

Cabe recordar que la orden cisterciense se asienta en Navarra en fechas tempranas, en torno a la mitad del siglo XII. La arquitectura del Císter está bien representada por los edificios monásticos de La Oliva, Fitero, Iranzu y Tulebras. Los monasterios cistercienses se articulan en diferentes cuerpos, organizados en torno a un claustro, con distintos servicios cada uno: la iglesia abacial donde se celebra el culto litúrgico, la sala capitular, el refectorio o comedor, la cocina junto al refectorio, el lavabo o fuente del claustro, el dormitorio de los monjes en la planta primera... Y todo construido desde la austeridad ornamental que proclamaba San Bernardo para los conjuntos monásticos, y de la que proviene la belleza de los edificios cistercienses, en general y la del monasterio de La Oliva en particular, cuya iglesia abacial, además, se conserva íntegra.