Si de ella dependiera la historia de Burlada sería sin duda mucho más reconocida y valorada por todos. Ella tiene todas los personajes, historias, anécdotas y fechas guardadas en su memoria, las que están documentadas desde el siglo XIII y las que ha conocido de primera mano gracias a su familia. Ninguna de las casas que quedan en pie o las que se tiraron le resulta desconocida y, desde que empezó a administrar el portal Recuerdos y Fotografías de Burlada en Facebook, se ha convertido en todo un referente cultural en Burlada. Su madre y su tío (Jenaro Uli de 90 años) nacieron en el pueblo viejo.

“Es un pueblo que tiene mucha historia pese a que han desaparecido todos sus restos”, admite con orgullo quien se hizo famosa en su más que perseverante lucha por la conservación del Archivo Municipal tras las inundaciones. “Se ha conseguido salvar el 99% y lo han metido en un almacén de custodia de documentos porque no tenemos local”, asevera mientras muestra con enfado los restos de la antigua casa del horno (en la pared se mantienen los restos en piedra de la boca principal).

El horno lo tenían que utilizar todos los vecinos porque era una fuente de ingresos para el pueblo (hay un pleito contra los que se construyeron hornos en sus casas). Encima, en la planta superior, estaban las salas del concejo y de la oncena, allí se hicieron los primeros batzarres vecinales cuando se prohibieron en las iglesias y cementerios”, señala. “Fue el primer Ayuntamiento de Burlada y mira cómo está ahora”... La casa es fiel ejemplo del “abandono” en el que se encuentra el pueblo viejo.

Detalle sobre una de las paredes del pueblo viejo de Burlada. Oskar Montero

La plaza del pueblo con su fuente La Bomba se localizaba junto al actual conservatorio. “La fuente todavía no se ha recolocado, se descubrió que la tenía Uranga en su parque.... Debajo, estaba y está la balsa de agua que surtía a todo el pueblo cuando no había agua corriente. Había otra fuente donde el centro de salud que era La Bombica...”, añade.

 La que hoy es plaza de San Juan junto a la entrada a la Nogalera era la casa de Pabollet, una gran finca (palacio, jardín y huerta) que se compra en subasta en el XIX. Dos siglos antes esa vivienda llegó a ser Cabo de Armas (s. XVII y XVIII) gracias a que Sancho de Monreal, señor feudal, compró el que fue en origen palacio del Arcediano junto a la pecha de Burlada (el canon por el derecho a disponer de las aguas y las hierbas) y en ese solar erigió su propio palacio. Llegó a ser una persona poderosa con representación en Cortes”.

El palacio se lo vendió el Arcediano a Sancho de Monreal, detalla, “pero anteriormente en el siglo XIII fue un noble el que se le donó al Arcediano”. Los primeros palacios de Burlada en el Medievo pertenecieron al Arcediano de la Tabla, figura jurídica de la iglesia. La casa de la Abadía junto a la vieja iglesia de San Juan la compraron después en subasta los Agudo que “eran los venteros y posaderos”. 

Escuela de música Hilarión Eslava, en la actualidad. Oskar Montero

Hubo además en el medievo dos palacios Dorre: el de la Torre, junto a la de Hilarión Eslava, y el Dorre- Aldabecoa, que acaba de adquirir Óscar Vidaurre (le llaman Dorrekoa) y que estaba en manos de la familia Garralda. “La ofrecieron al Ayuntamiento por 75.000 euros y dijeron que no...una pena. Ningún equipo municipal ha querido comprarla. “Posiblemente era más grande y llegaba hasta Casa Alonso, dividiéndose entre herederos. Casa Dorre Aldabecoa: Dorre, de las torres y Aldabe, de la cuesta”.

 Burlada nunca fue un pueblo de agricultores sino de artesanos. “Además de tejas y ladrillos hacíamos campanas en la tejería que era municipal hasta el siglo XIX y que la compró mi familia (Oricainena). Las campanas se hacían en moldes de barro. También poseían la tejería de Beloso. Villava tenía batán y también Huarte; en Burlada había tejedores, sastres...”, relata. Además, las estancias de la Corte real en Burlada - siglos XIVy XV-, muy numerosa, “seguro que atraía a mercaderes y artesanos”.

Detalle del palacio Dorrecoa en el pueblo viejo de la antigua casa Dorre Aldabea Oskar Montero

Rebeldía

Los vecinos y vecinas de Burlada, reconoce, también “hemos sido bastante rebeldes ante la autoridad”. “El vicario lo elegían los del pueblo y, de repente, les impusieron a Salvador de Ilundáin desde el Obispado. En respuesta, los del pueblo les cerraban las puertas, no le llevaban el pan y le hacían judiadas... El vicario general les amenazó con excomulgaban pero “los de Burlada éramos tan chulos que nos fuimos a los tribunales eclesiásticos a pleitear”. Hay más anécdotas de este carácter indómito: “La historia del Arcediano es como Fuenteovejuna. Sancho de Monreal adquiere casa y hacienda en 1623. Compra las pechas, primicias y molino.

Sus sucesores logran que sea reconocida oficialmente como palacio de Cabo de Armería pese a la tenaz oposición de los burladeses. Los vecinos, que con dificultades y pleitos habían admitido el dominio de la Catedral, no aceptaron al ‘juantxo’ y empezó una lucha que duró hasta el siglo XIX”. “Se sucedieron innumerables pleitos y los vecinos tratan de fastidiar al arcediano, le quitan el banco en el que sentaba en la iglesia y lo tiran al río, le niegan la paz, cambian la hora de la misa sin avisarle... El vicario Juan de Idoy que además es vecino del pueblo acaba en la cárcel junto a algunos vecinos”, resume entusiasta quien sin duda se siente también, aunque ahora viva en Zaragoza, burladesa por su espíritu indómito.

El maestro Fulgencio Sánchez con sus alumnos delante de la puerta de la antigua iglesia de San Juan en el que se ve el friso original. Parte de ese friso se puede ver en la entrada del actual ayuntamiento. Cedida