“Un tipo normal a tiempo parcial”. Así se recuerda Roberto Irigoyen antes de dar un giro de 180 grados y comenzar a vivir de su sueño. Roberto, de 53 años y natural de Villava, estudió Turismo y un posgrado relacionado con la carrera en Marbella. Estuvo trabajando en el mundo de los hoteles durante varios años, pero siempre tuvo una espinita clavada: trabajar de lo que realmente le apasionaba, el mar.
Aunque Roberto es un tipo de interior, siempre ha tenido contacto con el agua. “Desde pequeño me gustaba practicar la natación, íbamos los amigos a jugar al río, y después conocí el buceo, que fue algo que me gustó mucho y a lo que me dediqué varios años de mi vida”, recuerda. A los 26 años, formó su primera escuela de buceo, negocio del cual estuvo al frente durante siete años.
Y, de pronto, comenzó a interesarse por los barcos. “Siempre había soñado con tener un barco, así que tome la decisión de vivir de mis pasiones y me compré uno”, señala Roberto. Allá por el 2007, se compró su primer velero, para simple uso personal.
Tras experimentar lo que era convivir con un velero y disfrutar del barco, decidió que eso era lo que verdaderamente le hacía feliz, y quiso dedicarse a ello. “Vendí mi casa para comprar el barco, así que tuve que meditar bien lo que iba a hacer”, ríe. “Me fui para el mediterráneo, para la zona de Alicante y Altea, y allí empecé a preparar salidas al mar con posibilidad de dormir a bordo”, explica. Aunque el de Villava admite “no haber estado al 100% en la época en el Mediterráneo”, recuerda que “había bastante demanda y trabajo”.
Y de pronto, los cincuenta
En un antes y un después, llegaron los cincuenta. Una cifra difícil si le preguntas a muchos. Sin embargo, Roberto los acarició como una bendición. “Debía demostrarme a mi mismo que, con la edad que tenía, podía aguantar, entre comillas, a grupos de gente día tras día en mi barco”, asegura.
Tras años de dedicación a la mar, el barco y los deportes acuáticos, para celebrar sus cinco décadas en el planeta, quiso darse un homenaje. “Me compré un velero clásico, que era un sueño que había tenido desde siempre. Después de tiempo buscando encontré el que quería, un velero Belliure Endurance 35, fabricado en unos astilleros de Calpe y que compré en Murcia. Era un barco diferente, en este no podía dejar a nadie durmiendo y me di cuenta de que necesitaba eso: ofrecer paseos en el mar pero que cuando acabase la jornada, los clientes durmieran en sus casas y yo en la mía”, se sincera.
Hace tres años, Roberto tomó otro rumbo. Como casi siempre en su vida, le nació el impulso de cambiar de aires y no le dio muchas vueltas. El norte siempre le había encantado, se podía sentir como en casa.
Getaria era el puerto idílico para atracar el velero, pero el reducido número de plazas en los puertos del norte lo llevaron a Zumaia. En la localidad guipuzcoana ha encontrado otra manera de disfrutar de lo que hace. “Realizo salidas a la mar, tres horas por la mañana, tres horas por la tarde, y una para ver la puesta de sol, algo que suele gustar mucho entre la gente”, explica.
La situación en el norte es muy distinta a la del sur. “En el Mediterráneo todo está mucho más caro y hay más demanda. Además, el condicionante del tiempo es muy importante para el barco, es complicado tener días enteros con buen tiempo en Zumaia”, añade.
Un negocio con dos patas
Sin embargo, Roberto es feliz. Divide su negocio en dos: por un lado, su empresa Ultramarino Ocean Adventure ofrece actividades acuáticas como las apneas y técnicas de respiración, etc.; por otro, Sailing Basque es el que se centra en las salidas del velero clásico por la mañana y por la tarde, sobre todo para visitar las maravillas que ofrecen los alrededores de Zumaia – los flysch, las puestas de sol, Getaria, Mutriku, Donosti, etc. -.
“La gente, cuando viene al barco, se lo pasa muy bien y quiere repetir. Me encanta cuando la gente, después de estar durante horas en el barco, vuelve a puerto con otra mirada, es muy reconfortante”, admite. “Esto es un negocio pasional, que más que dar rentabilidad económica, da rentabilidad interior, personal. Lo bueno es que no tengo sensación de estar trabajando, el mar es terapéutico”, concluye.
Roberto se lanzó hace ya muchos años a vivir de sus pasiones, y aunque a veces le toca “sobrevivir”, lo hace encantado y es su pasión. De un momento a otro, y sin embargo, para siempre, Roberto pasó de ser “un tipo normal a tiempo parcial” a ser “un tipo feliz a tiempo completo”.