Un taxi, habitualmente, sirve como reclamo para esos días en los que el tiempo apremia, la conexión interurbana no es la más adecuada, el clima se torna muy desapacible o si resulta que, a horas intempestivas, hay que volver a casa de la manera más fácil y cómoda posible. Pero para Hortensia Razquin, Iñaki Arrondo y Juana Viedma, vecinos de Pamplona, este medio de transporte supone además una respuesta a la necesidad de movimiento. De normalidad. Una cuestión vital y un respiro de libertad que constituye, entre otras cosas, la llave para su independencia y la clave para su bienestar.

Los tres utilizan prácticamente a diario el bonotaxi, un servicio impulsado por el Ayuntamiento de Pamplona y gestionado por Cocemfe Navarra destinado a personas “con graves discapacidades de movilidad” con el objetivo de facilitar su acceso a un vehículo adaptado como es el taxi, de forma alternativa al transporte urbano colectivo.

El año pasado 385 personas disfrutaron de esta iniciativa, 96 más que el año anterior (casi un 20%), gracias al incremento de la partida presupuestaria por parte del Consistorio en 30.000 euros, y que asciende este año a los 190.000. Mediante el proyecto, que cuenta con la colaboración de Teletaxi San Fermín y Caja Rural, se regulan ayudas individuales en forma de tarjeta monedero electrónica, similar a la de la villavesa.

En ella disponen de subvenciones que oscilan entre los 62 y los 103 euros mensuales, con un 25% adicional para las personas que acrediten la necesidad diaria de usar el taxi, y que puede ser utilizada en sus desplazamientos por Pamplona y su comarca.

“El bono nos hace ser mucho más independientes porque no tenemos que estar preguntando a todo el mundo a ver si nos lleva al médico, al hospital o al cine. La familia no siempre puede acercarte”, señala Razquin, que en la última fase de una enfermedad neurodegenerativa afirma que las piernas ya no le responden como deberían. Anima a todas las personas que lo necesiten a utilizar un servicio que agradece “de corazón”, porque a ella le ha brindado la posibilidad de hacer vida normal, de no quedarse en casa “viviendo una enfermedad que ya tienes. La vida sigue y hay que vivirla: hay que salir a la calle”.

Desde que Cocemfe Navarra asumió la gestión de este servicio, en 2013, el bonotaxi ha ido incrementando los usuarios “de manera continua” al sustituir el sistema de vales por el pago con tarjeta. “Pamplona fue pionera en implantar este sistema de pago con tarjeta y desechar los vales, ganando en comodidad para beneficiarios y taxistas y logrando una mayor trasparencia en el control del gasto”, explica Manuel Arellano, presidente de Cocemfe Navarra.

Según un estudio realizado sobre los participantes en 2016, el 42% de los encuestados era usuario de silla ruedas o necesitaba dos muletas, y el resto presentaba otros problemas de movilidad, siendo el 60% personas dependientes. Por franja de edad, entre los perfiles de los demandantes la mayoría son personas de edad avanzada y con dificultades para ir en cualquier otro medio de transporte -la mayoría, mayores de 65 años y que utilizan el servicio para acudir a citas médicas o visitas familiares, además de las de ocio-. “Pero también hay personas más jóvenes que utilizan el bono para acudir al trabajo, al lugar de estudio o quedar con sus amigos”, esgrime el estudio.

Razquin se enfrentaba, en villavesa, a una hora de camino. A la posibilidad de tener que viajar de pie y a los guardias dormidos que, en cada bache, golpeaban una médula que ya ha sufrido dos operaciones. “No aguanto los dolores y era un sufrimiento. Ahora voy en taxi, lo agoto porque es indispensable, me ha hecho ser más libre y sentirme una más. Un día me arriesgué y me fui a La Morea, yo sola con mi bastón. Claro que me puedo caer, y la primera vez siempre te da apuro... Pero hay que vivir”.

También Arrondo. “En el autobús te arriesgas a que no te cedan el sitio, que aunque dispone de plazas para nosotros, no siempre están libres. Y cualquier frenazo me supone una caída porque no tengo equilibrio”, señala. Sufrió un ictus hace 26 años, con 44. A sus 70, reconoce que andar 150 metros con parte del cuerpo paralizado les todo un reto para él. “El taxi ha cambiado mi día a día. Me da seguridad, puedo llegar a tiempo a los sitios... Ya no voy tenso. Y no quiero depender de nadie”, recalca. Ninguno quiere.

independencia “A veces te da rabia -señala Razquin, emocionada-. Antes venía mi hija de trabajar, le veía coger las cosas para irse pero yo necesitaba ir al hospital. ‘Pues es que he quedado, mamá’, me decía. Pero me llevaba. Sé que ella me llevaría al fin del mundo pero es a costa de muchas cosas, tienen que sacrificarse y cambiar sus rutinas para adaptarse a la nuestra. Así que muchas veces te callas y no se lo dices. Ahora yo cojo mi taxi y me voy. Me encanta saber que puedo hacerlo, irme sola, tomarme un café o quedar con mis amigos sin que tengan que pasar a recogerme”.

Recuerda que hay mucha gente con diversidad funcional “que no sale de casa, no lo asume o no lo acepta, y es muy triste. Esta tarjeta te cambia la vida”. El bono resulta imprescindible para cualquier urgencia, si van cargados o si salen por la noche -“porque a mí también me gusta ir de juevintxo”, apunta-, no es ningún capricho.

un avance Hay cosas, señalan otros usuarios, que son realmente paradójicas, cuando un coche adaptado para un colectivo que necesita toda la facilidad de movimiento posible “cuesta lo mismo que uno deportivo de alta gama”. Y eso que para ellos es básico: “El taxi ha sido todo un avance”. Uno más en una ciudad cada vez más amable, y esa es una realidad que han podido comprobar.

“Las cosas han cambiado mucho. Aceras rebajadas, rampas en las villavesas, sillas de ruedas eléctricas... Recuerdo que antes eran todo barreras, no podía ni entrar a una tienda porque había un escalón y tenía que pedir que me sacaran la compra a la puerta. Ahora la independencia es increíble”, valora Viedma. Lleva más de 30 años en silla de ruedas tras un accidente de tráfico y asegura que ahora la autonomía “es total. Una ayuda increíble, además los taxistas están concienciados, tú les dices lo que necesitas, te ayudan, son muy amables... Es una gozada”, confiesa, y valora que 385 usuarios le parecen pocos. “Es algo muy necesario, te cambia la autoestima. Dejar de pensar que tu vida se limita es un impulso que te hace sentir persona”. Todo ventajas en una ciudad privilegiada, dicen los que usan el bono, fruto de un proyecto que les ha brindado ya derechos adquiridos como el de la movilidad.

¿Qué es? El bonotaxi es un servicio impulsado por el Ayuntamiento de Pamplona y gestionado por Cocemfe Navarra para facilitar el uso del taxi a personas con problemas de movilidad.

Beneficiarios. El año pasado este servicio benefició a 385 usuarios, lo que supone un incremento de cerca del 20% con respecto al año anterior. El Consistorio destinará 190.000 euros a este proyecto a lo largo de 2018.