- Son las otras sirenas. El teléfono del Grupo de Intervención Psicológica en Emergencias y Catástrofes (GIPEC) tampoco para de sonar. Son el otro ejército invisible en esta crisis humanitaria, el que cuida de nuestra salud mental, de nuestras emociones y sentimientos.

Dispuestos a aplacar nuestros miedos y ansiedades, y a mantener la calma ante el caos y la incertidumbre. Marta Díaz de Rada forma parte de ese equipo de 21 profesionales que prestan atención psicológica en situaciones como ésta de alarma y “mucha ansiedad”.

Se trata de un número habilitado por el Gobierno de Navarra, un 848420090, fruto de un convenio entre el Colegio de Psicólogía de Navarra y el Gobierno foral a través de Protección Civil. Un recurso activo para la población en general por lo que cualquiera que lo necesite puede llamar.

Desde adolescentes a mayores pasando por personas contagiadas. Quienes han visto morir a un ser cercano por COVID-19 o viven conflictos familiares fruto de un confinamiento que se prolonga indefinidamente y conlleva convivencias muchas veces intensas. Personas “agobiadas o angustiadas” y a las que se suministra información veraz y contrastada de lo que está ocurriendo para contrarrestar también esa oleada masiva de Whatsaps alarmistas. Personas que viven solas y a las que el aislamiento les genera malestar y, también en el otro extremo, quienes no pueden acompañar a sus seres queridos. Personas que están en sus casas, sin poder trabajar y sin saber qué ocurrirá con ellos en el terreno laboral, con un ERTE sobrevolando en su puerta. “El trabajo nos preocupa sin duda, pero lo mejor es esperar. Ni las propias empresas saben qué decisiones van a adoptar. Psicológicamente no es bueno anticiparse demasiado el futuro. Lo importante es el día a día, plantearnos pequeños objetivos y el futuro, cuando llegue, ya lo afrontaremos”. “Cuando no controlamos el futuro nos genera mucha ansiedad y malestar”, subraya. Quizá porque el propio presente no está siendo fácil. Esta crisis nos pilla a todos “desprevenidos”.

El miedo a contraer la enfermedad después de estar en contacto con alguien enfermo... Y, lo más complicado seguramente, el dolor que genera no poder ofrecer una despedida digna a los seres queridos que mueren, “ni tampoco recibir el cariño y el apoyo del resto de familiares y amigos”. “Es algo para lo que no estamos preparados. Cuando hay una enfermedad estamos acostumbrados a estar presentes. También en el duelo. Es algo que se hace muy duro”, asegura. Nos enfrentamos, reconoce, ante una enfermedad desconocida. A la gente le falta información o está expuesta a exceso.

¿Pero cómo animar a gente que está sufriendo? ¿Nos ponemos en el pellejo de otros héroes o de quienes están salvando vidas con una mascarilla y una bata? Para esta profesional, todos tenemos mecanismos para poder afrontar situaciones de crisis. “A veces necesitamos encontrarlos. Una parte del trabajo que hacemos los psicólogos es ayudar a las personas a que pongan en marcha sus propias capacidades porque seguramente en otros momentos de su vida, en situaciones difíciles, les han funcionado. Facilitar la expresión emocional, normalizar las emociones que en este tipo de situaciones son habituales”, expone. “Puede haber momentos en los que nos sintamos tristes o nerviosos pero eso es normal. También facilitamos herramientas para poder relajarnos”.

Cada edad tiene sus problemas. Los adolescentes por ejemplo son una edad difícil. Suelen llamar al teléfono de emergencias a motu propio o a iniciativa de la familia. “Es una etapa en la que el principal grupo de referencia son los iguales, y esta situación de confinamiento les tiene apartados de ellos. De ahí la importancia de permitirles tener su espacio, que puedan llamar y comunicarse con sus amigos. El adulto tiene que estar en modo disponible, tienen que saber que estás para lo que necesite...”, explica.

Otro recurso importante del que tirar ahora es la red de apoyo familiar y/o social. Aunque ya no sea presencial hay que buscarla. Favorecer esa comunicación resulta crucial. Y los móviles hoy en día nos ayudan. Para no volverse locos en casa también es bueno, explica, mantener unas rutinas, y saber cómo combinar momentos de trabajo con otros de autocuidado. “Levantarte, ducharte, mantener unos horarios, higiene, comidas, sueños... ratos de ocio con los amigos a través de una videollamada, hacer ejercicio...”.

En todas las comunidades de vecinos hay personas que se han ofrecido a llevar la compra o ayudar a otras personas mayores. Aflora en medio de la crisis la parte “más humana y positiva” del núcleo de la sociedad. Redes voluntarias, empresas que se reinventan, iniciativas de entretenimiento...“Lo importante es remar todos en el mismo sentido. Cada una desde su sitio y profesión”. Sentirnos todos útiles porque “todos aportamos algo”. De ésta saldremos más reforzados, sin duda. “Habremos aprendido estrategias para manejar situaciones complicadas y sabremos valorar mucho más las cosas de la vida cotidiana y de la solidaridad”, recalca. Y sabremos “prestar atención a otras cosas que en la vorágine de la vida no nos damos cuenta de que merecen la pena”.

“Es doloroso no poder ofrecer una despedida digna a los seres queridos”

Psicóloga