A las ocho de la mañana, José Ángel Beumont, jefe de la presa de Eugi, abrió el tapón. El objetivo, eliminar el manganeso y el hierro sedimentados en el fondo del pantano para mejorar la calidad del agua que abastece a Pamplona y la Comarca.

A escasos 200 metros, varias cuadrillas de piragüistas -equipados con kayaks e incluso una balsa de rafting- aguardaban para disfrutar de unos descensos únicos por el río Arga más bravo. Los rápidos de Eugi.

La ocasión, Eugi solo se desembalsa una vez al año, bien merecía un madrugón. "Hemos aprovechado a tope porque en este tramo del Arga no se puede navegar a no ser que llueva muchísimo. A las siete menos cuarto, hemos salido de nuestro campamento base en la Rochapea, a las siete y cuarto hemos llegado a Zubiri, hemos colocado todas las piraguas y la balsa de rafting en una furgoneta y hemos puesto rumbo a Eugi", relató Adrián Moneo, que bajó desde la presa a Zubiri con siete compañeros que conoció este verano trabajando como guía de descensos interpretativos en balsas en la foz de Lumbier.

"Hemos venido diez amigos y a menos cinco ya estábamos esperando a la suelta y la apertura de compuertas", señaló Javier Sánchez Marín, miembro del club de piragüismo Kayakanso.

Las cuadrillas disfrutaron de solo dos descensos -subían en furgonetas con las canoas otra vez a la presa-, ya que el embalse soltó agua durante tres horas, hasta las once de la mañana.

"La primera bajada ha estado muy bien porque había bastante caudal. El tramo hasta Zubiri es muy bonito, sobre todo al principio, donde hay un rápido con bastante oleaje", describió Jon Sola. "El segundo peor, un poquico más flojo, porque hemos ido más justos de tiempo, había menos agua y hemos golpeado alguna roca", narró Javier. "Parecía una contrarreloj", bromeó Maite Arboniés, de la cuadrilla de Adrián.

A pesar de ello, disfrutaron de una vibrante mañana de aventuras rodeados de naturaleza. "En el momento previo a entrar a un rápido estás totalmente concentrado y notas toda la adrenalina. Y después de pasarlo... sientes mucha liberación", confesó Adrián. "Bajar con amigos en kayak y ver hayas y robles en las orillas es fantástico, indescriptible", afirmó Javier.

Eso sí, el descenso requiere de la técnica necesaria y no está exento de riesgo. "Esta parte del Arga es muy estrecha y hay mucha vegetación. A veces, algún tronco te sale de repente y te puede generar algún problema", aseguró Javier.

Al finalizar el segundo descenso -y tras más de tres horas en el agua-, los piragüistas salieron exhaustos con el kayak a cuestas, con ganas de quitarse el neopreno chirriado, ponerse ropa seca y sobre todo reponer fuerzas con un buen pintxo en la terraza del bar Gau Txori. "Ahora viene lo mejor", bromeó Adrián con una cerveza en la mano.