El destino o lo que sea, me ha puesto aquí hoy para que escriba estas líneas que cierran un ciclo del semanario MERINDAD DE ESTELLA. Lo primero, decirles que ha sido un honor estar aquí desde su refundación hace más de veinte años: en los buenos ratos y en esos otros en los que las presiones y los intereses intentan influir por encima de todo. La prensa ayuda a mantener firmes los criterios. Para eso sirven los periódicos y para eso seguirán sirviendo en pleno Siglo XXI. Pero ojo que esto solo puede ser un hasta luego: si algo ha demostrado esta mancheta a lo largo de su historia es que, de vez en cuando, renace de sus cenizas para hablar de Tierra Estella/Estellerria y de sus gentes. Es como una voz permanente que nos recuerda que el periodismo es necesario, que esta tierra merece contar con una publicación que nos traiga cada semana nuestras cosas y sea la voz también de nuestras preocupaciones. Me toca cerrar este ciclo y solo quiero agradecer a todos quienes han formado parte de esta hermosa aventura y han sido parte de esta publicación semanal. Por sus páginas han pasado tantos que ahí bien guardados quedan en la hemeroteca para formar parte de la historia. En la historia de esta Merindad de Estella tienen su nombre escrito en tinta de oro mis compañeros Maite González, Rubén Usúa, Cristina Solano y Sandra Barbarin. Ellos han mantenido bien vivo durante muchos años ese espíritu de hacer que cada cierre de los jueves fuera una certificación del trabajo bien hecho. Ahora sí, cerramos estas páginas del MERINDAD DE ESTELLA con la seguridad de que llegará el momento y la gente que permita de nuevo su apertura. Recojo esa voz para lanzar, en fin, el firme compromiso de que volveremos.