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Una despedida a besos en Tudela

La plaza Vieja acogió, una vez más, la emocionante despedida de los gigantes / Numerosos niños y niñas pudieron bailar, dejar sus chupetes y besar a sus figuras favoritas

Despedida de la Comparsa de Gigantes y Cabezudos en Tudela.Iñaki Parra / Fermín Pérez-Nievas

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El último día de las fiestas se atisba como el final de una larga carrera. Uno llega extenuado, pero satisfecho por haberlas vivido al máximo. Sin embargo, al acabar la semana festiva -como todo en la vida-, se puede sentir un vacío difícil de llenar. Por eso es tan importante saber decir adiós, analizar lo que ha pasado y continuar. Este domingo, era fácil encontrar a los tudelanos haciendo balance de la semana. “A mí se me han pasado muy rápidas”, comentaba una joven en la calle Rúa. “Pues a mí lentas”, difería su amiga, a la que le había tocado compaginar el trabajo con la fiesta. “Han sido raras”, opinaba otra que se acababa de separar. “Como siempre, chica”, le replicaba la primera antes de esquivar con precisión a uno de los toros simulados que encorrían por última vez a los niños.

Para los más pequeños, resulta algo más sencillo cerrar las fiestas y basta con la despedida de los gigantes para darse cuenta de que estas se acaban, que han sido temporales, y que ya no habrá más gigantes, ni caballitos, ni revoltosas por un tiempo. De ahí que, cada año, el decir adiós a las figuras de Sancho VII El Fuerte, Sancha, Catalina de Foix, Juan de Labrit, Oneka de Velázquez e Íñigo Arista se presente como uno de los actos más emocionantes y bonitos de la semana, en la que los niños pueden bailar bajo ellos, acercarse a dejarles el chupete colgando de las manos y besarles en los enormes mofletes.

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Despedida de los gigantes y cabezudos en fiestas de Tudela 2023Fermín Pérez-Nievas

Así, numerosos niños y niñas se acercaron hasta la plaza Vieja, en donde hacia la 13 los gigantes se levantaron las faldas y dejaron al descubierto sus esqueletos de madera. Los pequeños fueron entrando a explorar antes de que comenzara la hora de los bailes, en la que los danzantes fueron bailando con los pequeños dentro para hacerles sentir como unos profesionales. En filas, las familias esperaban su turno con los nervios de quien lleva toda la semana persiguiendo a las figuras por todas las calles de la ciudad. Algunos de hecho no piensan en otra cosa que en bailar a los gigantes cuando sean mayores, por lo que llevaban incluso las réplicas de estos en juguete como auténticos forofos de la comparsa.

Las fotos fueron las protagonistas y los padres y madres no dudaron en grabarlo todo. “Agáchate”, “mírame”, “aquí, aquí”, “¡pero mírame!”, se podía escuchar continuamente mientras intentaban inmortalizar el momento y captar la atención de sus hijos, más preocupados por seguir los pasos al son de la música que de las peticiones de sus progenitores.

Posteriormente, los cabezudos salieron desde el balcón de la primera planta del Ayuntamiento y comenzaron a lanzar bolsas de chuches. Ignorando por un momento a los gigantes, los niños echaron a correr escaleras arriba para coger una bolsa. Aunque no todos pudieron. “Que no me voy a matar por unos aspitos. Luego te compro unos”, avisaba una madre a su hijo, que insistía en entrar en el cuerpo a cuerpo.

Por último, los danzantes inclinaron a los gigantes y los niños comenzaron a acercarse a darles besos. Ayudados por sus padres o empinándose un poco, fueron despidiéndose definitivamente para no verlos más. “Viva el covid”, gritaba una mujer ante la sucesión de babas. Seguramente muchos de los niños presentes no entendieron la referencia. Y qué alegría.