Se corrió el más desigual, por momentos incomprensible, encierro de José Antonio Baigorri de todas sus visitas a la villa. La clase que da la vacada lodosana tapó el feote escaparate y los pinchas del disparejo envío pusieron mucho como para que la terna al completo hubiera sumado un buen número de trofeos. Al final sólo se cortó una oreja; la conseguida por Diego Bustos de Pícaro, el novillo, quinto, que, de lejos, fue el mejor presentado por hechuras y trapío.

Y otra oreja se la quedó la incomprensible presidencia; que no cumplió el más elemental y fácil de los mandatos del reglamento, que es conceder la primera oreja si la demanda con claridad la parroquia pagana. Así fue: con pañuelos, papeles, bolsas, voces y atronadores pitidos. Pues no, el palquero ni cumplió el reglamento y ni dio el gusto de mostrar todo lo que de democrático tienen los toros.

¿Se merecía la oreja Alejandro Chicharro? Pues, posiblemente, no, al quedar toda su entrega, buenas maneras y bonita expresión sin lo vibrante que debe, y más en esta plaza y esta afición, tener un animal bravo: presencia. Ese tercer utrero, muy protestado de salida, era propio de una cómoda novillada sin picadores del Espárrago de Oro de la vecina villa de San Adrián. Pero, oiga, el caso que el novillico, Bordador, cumplió en un encuentro con el caballo y se movió con cierto buen aire ante la expresión, chula y muy asentada del novillero de Miraflores de la Sierra. Buena estocada, no oreja y clamorosa vuelta al ruedo. El madrileño no tuvo suerte esta tarde; el segundo de su lote, el sexto, con bastante más romana, aunque cornigacho, fue el más parado de la función. El chaval hizo un esfuerzo, incluso a portagayola, pero no hubo modo de que el personal, que lo deseaba, hubiera exigido otra vez un premio que, en conjunto, sí mereció.

Seseña, que ya toreara el domingo, regresaba como sustituto y volvió a dejar muestra de oficio y un buen pulso al natural. La falta de precisión con la espada redujo las loas finales a saludos y ovación tras leve petición.

El triunfo fue para Diego Bastos, espigado chaval de Constantina, Sevilla. Fue bravucón de salida y con el peonaje ese 5º, Pícaro. Ya a solas con el coletudo, el utrero protagonizó una bellísima escena de lucha entre la mansedumbre y la bravura. Ganó la casta e, incluso la fuerte, entregada y humillada clase. Murió como bravo entre ovaciones y Bastos se llevó una oreja difícil de olvidar.

Los novillos

Ganadería de Pincha. 6 utreros muy desiguales. Escasos los 3 primeros, en especial el 3º. Salvo el parado 6º, todos cumplieron, mal colocados, en varas y tuvieron buena clase y movilidad.

Los novilleros

Seseña. Saludos; y ovación.

Bastos. Silencio (aviso); y oreja.

Chicharro. Petición mayoritaria que no atendió ilegalmente la presidencia y ovacionada vuelta al ruedo; y palmas tras aviso.

Las gradas

Presidencia. Muy protestada a cargo de Ángel Mª Castillejo.

Tres cuartos. Agradable.