A treinta kilómetros de nuestra sede, uno se toma la mañana con relajo cuando hemos quedado alrededor del mediodía a pasar el día en la casa de San José del Valle. El viaje va pasando, y cada día está siendo una sorpresa, y tocando ir a casa de Ricardo Gallardo, donde uno se mueve como pez en charca familiar, parece que tenemos todo controlado. De hecho, se nos llega la mañana tras el paseo jerezano y salimos más tarde de lo debido, pasando las horas charlando del buen día que tuvimos en Zahariche en el día de ayer. Y hoy viajamos con invitada. Se nos ha unido Sonia, la mujer del hijo mayor de Pepe, que se ha pillado el día para escaparse con sus tíos nuevos.

La pika

Llegados a la finca nos espera Alfonso, el conocedor de esta ganadería que sin decir buenos días ya me echa en cara los diez minutos que llego tarde. Cierto que es porque otras muchas veces el reproche es a la inversa. No vale la excusa de haber parado en venta Durán a reservar mesa ni de estar en el camino de la puerta charlando con su cuñado Miguel, al cual veo de ciento a viento. Has perdido doce minutos, nos dice, así que arrea. Ahí tienes la pika, ya los los encontrarás, afirma mientras se aleja a seguir con sus tareas, que en estas casas nunca son pocas. Y con Gabino al volante, una vez más, le dirijo primero al corral junto a la casa. Empieza por aquí que hay más de una docena con buena leña, lo cual no es raro en esta finca. La mayoría negros, sus velas asustan al más pintado. Alguno piensa que estamos en Pamplona, pero ya les digo que es Madrid. Ahí no se aloja lo nuestro. Esto es la base de las dos corridas que lleva este año a San Isidro, que seguro emparejará por tamaño para no llevar dos escaleras, comento. Y vamos hablando de ello. Salimos al corredero mientras trabajan con un lote camino del saneamiento y casi nos arrolla toda una manada de machos que se pegan al coche siguiendo a los cabestros. Una vez más somos espectadores de labores camperas habituales que tanto sorprenden al profano. Sonia está encantada.

Inmenso cinqueño del lote de Pamplona. CEDIDA

Los elegidos

Seguimos hacia las siguientes zonas, donde a caballo nos abre la puerta Alfonso. Allí tienes uno de Madrid junto a lo de Algeciras, y al fondo, en el último corral está un gran colorao, dice. Te recordará a uno bueno de hace muchos años en tu tierra, sigue. Ósea que tienes un Tramposo, le digo. Así es, ya diréis si os gusta el pequeñín, suelta con sorna. Y seguimos la ruta de cerca en cerca cruzando por los pasos canadienses que separan los lotes y corrales. Y parada y fonda en el pedazo de toro. El de Madrid se nos ha ido monte arriba y solo yo lo he podido ver con el objetivo, pero el pamplono se nos queda fijo a escasos cinco metros. Esto sí es un sanferminero, se comenta en el habitáculo. Pues nos quedan siete en su corral, digo, y pasando por los novillos nos vamos en su busca. Abro la puerta y llegamos a la corraleta central de la gran organización que el ganadero y su gente tienen en este espectacular recinto. Ganadería moderna, nada que ver con la finca de ayer, encierra los festejos, que son muchos, cerca de la veintena, por lotes para cada localidad. Y vistos casi todos llega la hora de ver lo que llegará al Gas. Y allí están. Conocen el coche y no se sorprenden. Seis negros y un castaño, junto al que hemos visto antes será el lote de donde salgan los seis elegidos que corran por las rúas de la ciudad. Y ahora sí, el tiempo se para. Despacio, con tranquilidad y paciencia, vemos todos muy de cerca. Uno de los negros nos va rehuyendo, pero son apenas veinte metros lo que se nos aleja. El resto, casi a toque de brazo largo, nos dan la dimensión de lo que debe sentir el que se ponga delante de semejantes animales con las perchas que asoman en sus cabezas.

Espectacular castaño para San Fermín. CEDIDA

El Jefe

Casi no caben en el móvil, dicen detrás. Lo más grande de lo visto hasta ahora, remarcamos delante. Y es que esta ganadería es de las pocas que puede ir a todas las grandes ferias sin que nadie pueda hacerle sombra. La labor hecha por Ricardo, Alfonso y toda su gente vista después de treinta años es digna de tener en cuenta. Este siglo, el ganadero ha sido uno de los grandes referentes y dinamizadores de la fiesta. Por eso, los que sabemos que algún día esto tiene fin y no tiene continuidad, apreciamos más si cabe estar aquí, parados, contemplando un trabajo sin descanso, que por mucho que diga El Jefe que es su hobby, es el resultado de la visión clara de un aficionado que supo ver hacia donde iba este negocio. Damos por visto, aunque yo me quedaría horas mirándolos, que la invitada quiere ver que es eso del saneamiento. Ya que viene quiere verlo todo. Y para la zona de la manga nos vamos. Allí, caballos atados me hacen sonreír. Ese es para ti Sonia, le digo. Yo al otro. No, serán de los vaqueros, responde.

Y cuando termina el mayoral la labor se llega hasta ella y a caballo que la sube. No debió estar tan mal porque ya le pidió pasar una vez por semana para aprender bien a montar entre animales bravos. Eso lo hablas con mi mujer. Ella tiene más tiempo y lo hará mejor que yo. Y en Durán, comiendo las ricas viandas que nos trae Crisanto, en agradable comida y sobremesa, la señora de Agarrado ya tiene todo apañado con la familia de Alfonso, el cual, una vez más, ha sido un magnífico anfitrión. Y entrando en Jerez, con el sol perdido más allá del mar, nos queda claro a los tres quién ha disfrutado hoy más que ninguno. Como pa no, que dicen por aquellos lares.