La juventud de Roncal por bandera
Roncal celebra el día grande de sus fiestas con el baile de la bandera como protagonista / La juventud revivió las tradiciones locales en unos actos marcados por el espíritu del auzolan
El pueblo de Roncal volvió a llenarse de vida, color y emoción en el tercer día de sus fiestas patronales. El viernes celebraron su jornada más significativa: el día grande, marcado por el emblemático baile de la bandera. A pesar de las temperaturas históricamente altas, los vecinos se ataviaron con sus mejores galas y, a las 13.00 horas, se congregaron en la iglesia de San Esteban para asistir a una misa multitudinaria, donde resonaron cánticos afinados que conmovieron a muchos asistentes, algunos de los cuales no pudieron contener las lágrimas.
Al finalizar la misa, hicieron su aparición los roncaleses y roncalesas que este año cumplen –o han cumplido– 18 años, vestidos con los trajes tradicionales del municipio, propiedad del Ayuntamiento y prestados anualmente, perpetuando la antigua costumbre. Este año, Andrés Blanco fue el encargado de portar la bandera, liderando junto a Claudia, otra joven del pueblo, la comitiva desde la iglesia hasta la plaza principal. Andrés se mostró orgulloso de encabezar el acto: “No tengo ningún nervio. Esto se vive, es una cosa que hay que vivir y ya está. Para mí es un orgullo ser roncalés, vestirme así y saber cómo se vestían antes”, expresó el joven con firmeza.
Por su parte, Claudia confesó estar tranquila, pues conoce la tradición de memoria, aunque admitió que lo más duro fue soportar el calor con los trajes de tejidos gruesos. Aun así, compartió su emoción al llevar el mismo atuendo que en su día vistieron su madre y su abuela.
Este año, al no haber suficientes jóvenes de 18 años para formar las cinco parejas habituales, se incorporaron vecinos de distintas edades. Ellos guiaron la procesión entre las estrechas y empedradas calles hasta la plaza, donde se celebró el esperado baile.
Una vez en la plaza, la bandera fue transferida a Julen Garjón, quien se situó en el centro de un espacio abarrotado y bullicioso. La agitación cesó en cuanto comenzaron a sonar los txistus: el silencio se impuso con solemnidad mientras Julen ondeaba la colorida bandera frente a la casa consistorial. Durante dos intensos minutos, el único sonido audible fue el de la bandera cortando el aire, en una atmósfera de respeto absoluto. Al terminar, estallaron los aplausos, vítores y comentarios de admiración. Julen, visiblemente afectado por el calor, se retiró a la sombra, sonriente y satisfecho: “Este es un día bonito. Bailar la bandera es un orgullo, es bailar algo de tu pueblo. Yo suelo tener nervios, pero siempre digo que los nervios son ganas”, confesó.
Julen también destacó la importancia de estas fiestas como punto de reencuentro entre quienes viven en el pueblo todo el año y los que regresan desde otras localidades. Él es uno de los pocos jóvenes que reside permanentemente en Roncal, donde trabaja en una estación de esquí, y expresó su deseo de que más jóvenes puedan quedarse a vivir allí en un futuro.
Después del baile de la bandera, las cinco parejas de dantzaris tomaron el relevo con la interpretación del tradicional Ttun Ttun, una danza característica de la zona, que comenzó en el centro de la plaza y fue incorporando progresivamente a los asistentes hasta formar un amplio corro en el que participó gran parte del pueblo.
Fiestas colaborativas
Esa participación activa se percibe no solo en el ambiente festivo, sino también en la organización de las fiestas. La alcaldesa, Amparo Viñuales, subrayó el carácter comunitario del evento, destacando que este año se quiso rendir homenaje al Auzolan, el trabajo colectivo de los vecinos para hacer frente las necesidades del municipio: “Este año se lanzó un reto participativo y se aprobó la ordenanza de Auzolan. Las personas encargadas de lanzar el cohete festivo fueron elegidas mediante sorteo entre quienes participaron en esta iniciativa”, explicó.
La alcaldesa también remarcó el componente solidario y reivindicativo de las fiestas, con la colocación de una bandera palestina en el balcón del ayuntamiento como denuncia de las atrocidades que se están cometiendo.
Asimismo, agradeció la implicación de la juventud, que participa activamente en múltiples tareas: “La gente joven es muy participativa: montan la barraca, pagan los conciertos, colaboran en la limpieza general... Somos un pueblo pequeño, con poco presupuesto, por eso necesitamos tanto la colaboración de todos”.
Este espíritu de colaboración y hermandad también atrae a visitantes de otras localidades. Paula, una vecina de Pamplona, se desplazó hasta Roncal atraída por el valor cultural del baile de la bandera, algo que considera cada vez más difícil de encontrar en las ciudades, así como por el ambiente amable y participativo del pueblo: “Lo que más me ha impresionado es cómo todo el mundo, sea joven, adulto o mayor, pone su granito de arena. Por eso se hacen unas fiestas tan cómodas, gustosas y que dan esta vida al pueblo”, afirmó.