pamplona - Gesto, mueca, máscara, disfraz... Incluso insecto. El vocablo vasco kokoa, tal y como recuerda en uno de sus trabajos el especialista en Etnografía, Antropología y Lengua Vasca Jose M. Satrustegi -a propósito de un trabajo previo de Patxi Salaberria-, proviene del préstamo castellano coco, que cuenta con numerosas acepciones.

Más allá de la que le confiere ese impreciso y oscuro fantasma infantil, el experto aseguraba que su definición se adapta a los propios esquemas de cada lengua, respondiendo a necesidades específicas. El aspecto más complejo, sin embargo, es el referente a la implantación popular “bastante generalizada en Navarra” como apodo o mote colectivo que se aplica a los habitantes de distintos pueblos y valles.

Y es que kokoa es también el apodo que se da “a todos los que no se expresan en vascuence”, pero sobre todo a los habitantes de pueblos vecinos y valles meridionales. “En Larraun llaman kokoak a los barranqueses y los baztaneses, por ejemplo, lo aplican a los habitantes del vecino valle de Ultzama”, recoge Satrustegi.

Pues bien, ahora los kokoak tomarán las riendas de un nuevo carnaval en Iruña, uno propio y euskaldun. Y como no existe carnaval sin dicotomía, serán los koko beltzak y los koko zuriak los que tiñan de colorido y fiesta las calles del Casco Viejo. Inaugurarán mañana una cita que espera echar raíces en la ciudad, que verá sus calles vestidas con una comitiva de actores, dantzaris, bertsolaris y personajes de todo tipo y condición.

No faltarán las sorpresas, tal y como avanzan Ihitz Iriart y Aritz Ibañez que, desde distintas asociaciones de Iruña -entre ellas Karrikiri, Dugune, Zaldiko Maldiko y Esukaldunon Biltoki-, han dado forma a un evento en el que participan hasta 70 personas que tomarán la plaza Santa Ana para hacer de ella el epicentro festivo.

Cuentan que en 2015, las asociaciones antes citadas participaron en una pastoral en homenaje al investigador, escritor y filólogo vasco Joxemiel Bidador, “que dejó un legado muy importante en la investigación sobre el euskera”, y tras ese trabajo en equipo que les brindó vínculos y relaciones más estrechas, decidieron ir más allá y conformar nuevas iniciativas.

Este nuevo Iruinkokoa, casi envuelto en secretismo, bebe de citas como el Libertimendua de Iparralde, una forma de divertimento y de teatro “total”. Comenzará con la puska-biltzea por diferentes calles del Casco Viejo, que partirá desde Zaldiko Maldiko a las 9.30 horas para pasar por la plaza San Francisco, Karrikiri, la Herriko, Iparra elkartea y culminar en Santa Ana, precisamente, con una interpretación que contará con dos grupos de personajes, dos bandos enfrentados: dantzaris y músicos (koko zuriak, la parte más clara) y una fauna de actores alrededor (koko beltzak).

Lo que le falte a un personaje lo completará otro: “Al dantzari, que es mudo, el bertsolari le pone voz, y cada koko encarnará una especie de teatro satírico, en forma de humor pero también crítico, en el que contará al público -que también podrá ser protagonista y participar- alguno de los temas de actualidad que hayan sucedido en Pamplona en el último año”.

Después los propios bertsolaris, que ejercerán de jueces, tendrán que hacer lo propio y contar y juzgar la escena que acaban de presenciar. ¿Lo mejor? Es improvisación pura, porque nadie sabe lo que puede pasar: ni siquiera los expertos en el arte de hilar bertsos sabrán sobre qué temas van a hablar, y los promotores avanzan que ellos tampoco. Todo puede pasar.

El conjuro “La unidad es el carnaval, que va a tomar la ciudad. Es una fiesta en la que toma juego la alteridad, lo que yo no soy, algo que está muy presente, entre lo civilizado y lo salvaje. Según algunos estudiosos el carnaval es un conjuro para espantar a esos bichos que traen luego la enfermedad o la peste. Mozorro el disfraz, zomorro el insecto, uno se convierte en el propio insecto, en el mal, para espantarlo”, resumen Ibañez e Iriart. Y si hay que imaginar a algún personaje, ya puestos, se atreven a avanzar -sin revelar grandes secretos- que los dantzaris, los koko zuriak, vestirán en tonos rojizos, “como una especie de zorros, que tiene que ver también con la procedencia del término”.

La plaza Santa Ana será testigo de esta metáfora, que seguirá un ciclo con la representación y los bertsos después de la cuestación, repitiendo el teatro y el juicio hasta cuatro veces. “Todo acaba con una danza en la que se invita también al público. No es un espectáculo para ir y ver sin participar, el público es cómplice, se quiere interactuar con él”. Una comida popular en el Arrano Beltza pondrá el broche a una cita, que -aseguran- no busca competir con el resto de carnavales con los que ya cuenta la ciudad, y después de hablar con los vecinos decidieron enmarcarlo en los carnavales del barrio.

“Por eso es el domingo, que no había otro programado. Lo que nos interesa en este carnaval es la palabra y lo que la gente escucha, también la voz de los jóvenes. En esta fiesta cada uno coge su sitio y se da permiso a sí mismo para hacer lo que quiera”. Todos sus participantes son euskaldunes y el proceso de creación, por eso mismo, ha sido natural y en esta lengua. “Para nosotros lleva siendo carnaval desde noviembre”, bromean, y es que hace ya más de cuatro meses que comenzaron a darle forma, con 13 dantzaris, 8 músicos, una decena de kokoak y otras 15 personas que componen la fauna que les acompaña.

Iruinkokoa viene para quedarse pero, señalan, todo depende de su acogida. “Lo veremos según la respuesta del público, y si realmente lo quiere o lo necesita. Si no tiene una función, desaparecerá. Es como cuando plantas una semilla: puede echar raíz o no. La idea es regarla bien y ponerla en buen sitio para que prospere”.