Hola personas, ya ni pregunto qué tal, no hay más que veros por la calle alegres y risueños con los Sanfermines llamando a la puerta. ¿Pa qué quieres más?

Esta semana he dado paseo motorizado, he salido de casa y me he dirigido a Merindades con intención de tomar una villavesa, dirigirme al parque de Yamaguchi y desde allí volver en el coche de San Fernando, viendo y disfrutando. Ha llegado un bus pero no era el mío, me ha dicho el conductor que el mío era el N2 y que paraba en Sarasate, para allá que me he ido a todo correr y enseguida ha llegado, he subido, he abonado el euro con treintaycinco que me ha sido solicitado y se me ha expedido el billete sencillo número AX-32207 a las 23.11. Me he acomodado y hemos partido, he fisgoneando a mis compañeros de viaje pero daban muy poco juego, iban todos enfrascados en sus móviles en un ejercicio de autismo generalizado, ya no es como antes que estirabas la oreja y te enterabas de la vida y milagros de todo quisqui. Eran tiempos más comunicativos, más de poner las cosas en común.

Catorce minutos después me he apeado frente a la iglesia de Ermitagaña y he tomado la calle que va por detrás del colegio de las teresianas, la calle Pedro Malón de Echaide, que no era un bodeguero, como muchos creen, sino un agustino que nació en Cascante en el siglo XVI y que dedicó su vida a la literatura mística, a la enseñanza y al pensamiento, tuvo problemillas con la inquisición por alguna discrepancia y discrepar con los Torquemada y compañía no era cosa baladí. Esta situación le obligó a pasar de Castilla a Aragón haciendo suya la máxima filosófica de la Escuela de Mileto que dice? cuando las barbas de tu vecino veas pelar pon las tuyas a remojar. Sin ir más lejos su maestro Fray Luis de León dio con sus huesos en una fría mazmorra. Pues bien, he tomado dicha calle para salir a la avenida de Barañáin y de ahí cruzar a mi meta.

A poco de empezar a andar he oído unas voces que salían del único bar de la calle, una voz de mujer decía: “?porque aquí se viene a consumar y vosotros tenéis que consumar”. ¿Cómoooo?, pero? ¿qué estoy oyendo?, al llegar a la altura de la puerta, lógicamente, he mirado hacia adentro y he visto que esas palabras las pronunciaba, con acento ruso, una chica guapa, rubia, abundantemente dotada por la madre naturaleza y propietaria de un generoso escote y se las decía a dos parroquianos musgolaris que tenía al otro lado de la barra, he aminorado la marcha y he oído que uno de los interpelados le corregía diciéndole: se dice consumir, tenéis que consumir. Pues eso, ha concluido ella, y yo me he ido partido de risa. ¡Cuánta diferencia por una vocal!

Por fin he llegado al parque de Yamaguchi y he entrado por la parte del Planetario, me gusta, me gusta el continente y el contenido. Su director, Javier Armentia, me cae bien, aunque es viejo escribidor de este periódico no lo conozco, soy lego en sus materias, pero su sentido común y su manera de desmontar mitos y mentiras arraigadas, sean del milenio que sean, me ponen siempre de su parte.

Junto al edificio han instalado el Jardín de la Galaxia, un pequeño espacio en el que he entrado a oscuras y? fiat lux, las células fotoeléctricas han funcionado a la perfección y he podido pasear viendo a capricho todo lo que allí se ofrece. Recomendable. He seguido por el gran parque, 80.000 metros cuadrados, decorado por artistas japoneses tal y como se conciben allí los espacios abiertos y ajardinados, tiene un lago central que he rodeado para llegar a la “Azuyama”, que talmente se llama en japonés al palafito que emerge en él, es agradable la sensación de verte rodeado de todo y de nada, las sombras de los sauces lloraban sobre el lago y el silencio, solo roto por un batracio noctámbulo, se dejaba oír. Me he acercado a lo más japonés del parque que es una cascada con las piedras puestas con gran y nipón estudio y he visto que está ciertamente desatendido, el agua estaba estancada y la cubrían esas natas que cubren las aguas chungas, no creo que la idea inicial fuese esa.

He llegado a la plaza homónima para salir a la rotonda de Sancho el Fuerte. Por el punto por el que salido estaba más o menos la entrada de la ya legendaria Imenasa, una de las primeras empresas del desarrollismo industrial de la segunda mitad del XX y buque insignia del grupo Huarte. Fabricaban grúas, pero también se fabricó en sus naves una moto que pretendía ser la Vespa foral, la “Iruña”, mi tío Juan Miguel, empleado de Imenasa, tenía una.

He cruzado la Avenida de Sancho VII, que tal era el ordinal de el Fuerte, y he tomado la avenida de Bayona por su final, los recuerdos se han apelotonado en mi magín, lo primero que he encontrado ha sido la vieja discoteca Amazonas, donde dimos grandes recitales de danza, baile y parranda cuando Napo, a la sazón portero del Ambigú, nos dejaba entrar. Un poco más adelante un establecimiento que fue durante años mi segunda casa: el Café Cream, ¡qué tiempos!, con Antxón, Tato, Rufo, Jose Luis, Jesús y el Pelos a un lado de la barra y todos nosotros al otro, qué partidas inacabables de mus, qué noches tan divertidas, qué juego daba aquel altillo donde instalaron un billar y pusieron taquillas para que los habituales tuviésemos botella propia, como en los clubs de London, allí nos reuníamos lo mejor de lo mejor, era el auténtico ateneo de la sabiduría noctívaga. Pasado el Café he tomado a la derecha para llegar a la avenida de Barañain por esas plazas interiores entre casas. Alcanzada la avenida he hecho izquierda y he llegado al cruce de Monasterio de Urdax, a esa esquina solía ir a recoger a mis amigas cuando yo ya conducía y ellas eran aun colegialas de las francesas. Un poco más adelante he recordado dos locales que nos quitaron el hambre más de una vez: el Burger y Los Kilikis. Yo fui más visto en el primero que en el segundo. He salido a Antoniutti no sin antes detenerme en el escaparate de La Sede donde Carlos y Conchita tienen sus bonitos y vanguardistas muebles.

Piano, piano, he llegado a la avenida de Catalina de Foix, aun no la había andado con su nuevo nombre y, como no se sabe quién va a ser el alcalde, la he recorrido con alma y calma no sea que en breve ya no esté. He ido charlando con Catali y le he preguntado si estaba contenta, me ha dicho que a medias, que tenía una sensación encontrada, agridulce, que a su marido hace años que le han dedicado calle y frontón sin ser nadie, un rey consorte, y que de ella solo se habían acordado en Zizur con un colegio, me dijo que hubiese preferido que le diesen la calle por mérito propio y no por demérito ajeno ya que se huele que no es que le quieran a ella sino que no quieren al apeado. Y dice que también está inquieta de que en breve la vuelvan a dejar sin avenida, digamos que se ve un poco eventual y claro dice que a sus años le gustaría que la hiciesen fija en algún sitio que nadie pretenda y donde pueda volver a la ciudad donde reinó sin miedo a que la manden de nuevo a la Wikipedia. Razón no le falta.

Bueno personas, hasta aquí el paseo de hoy, se me acaba el papel, la tinta, y el espacio, que tengáis una buena semana y? ya falta menos.

Besos pa’ tos.

Facebook : Patricio Martínez de Udobro

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