pamplona - Les dieron las llaves a principios de abril. Desde entonces Ilzar Alberdi, Paul Alin Dumitri y sus dos hijos de cinco y tres años han amueblado a su gusto y hecho suyo el piso de alquiler social que les adjudicó el Gobierno Foral a través de la sociedad pública Nasuvinsa. Con la particularidad de que su hogar, situado en el Paseo de los Enamorados de la Rochapea, era hasta hace nada una bajera comercial en planta baja sin uso. Una vida a ras de suelo fruto de la experiencia piloto puesta en marcha por Nasuvinsa para reconvertir lo comercial en residencial y ampliar la oferta de vivienda pública en régimen de arrendamiento, otorgando además utilidad a sus locales vacíos.

Esta pareja de 33 años llevaba 7 inscrita en el programa Bolsa de Alquiler del Gobierno de Navarra, pero “luego nos enteramos de que había que renovar cada año, y no lo hicimos. Fue fallo nuestro. Y renovamos a finales del año pasado”, explica Ilzar. “Después de estar tanto tiempo esperando al final piensas que no te la van a dar y pierdes la esperanza”, comenta Paul.

Así que cuando les llamaron para decirles que les había adjudicado el piso y fueron a verlo, no dudaron. “Entramos y dijimos ‘sí, nos lo quedamos’”, recuerda Paul. La suya es una casa de 107 m2 útiles con tres habitaciones, terraza interior y dos baños. Adecuada bajo criterios de consumo energético casi nulo, con el estándar Passivhaus, pagan a razón de 539 euros al mes, el 100% de la cuota en función de la renta “porque de los 10 años que llevo aquí, el año pasado fue el que más trabajé. Un poco caro, pero bueno...”, dice Paul. “Son bajeras que no usan para nada, y aprovechar el espacio para que la gente lo pueda disfrutar está muy bien”, considera esta pareja.

vivienda rechazada Ilzar y Paul explican que, al parecer, varias personas fueron a ver el piso y lo rechazaron. “Decían que no era una casa, que era un local. Pero en la situación en la que estábamos nosotros, los cuatro en una habitación, no nos lo pensamos. Vinimos a verlo y nos gustó. Encima tiene tres habitaciones”, comenta Ilzar. “Aquí estamos a gusto nosotros, viviendo en familia. Antes estábamos en una habitación de cuatro por cuatro en una casa compartida. Pero es verdad que nos han dicho que este piso no lo quería mucha gente”, detalla Paul. “Da a ras de la calle y parece que eso a la gente no le convence. Para nosotros no es ningún inconveniente. Al final vives dentro, no en la calle. Y la casa está súper bien”, dice Ilzar. “¿Una cárcel? Yo hasta los 20 años siempre he vivido en casas así. En mi país -Paul es natural de Rumanía- la casa de mis padres también es así. Y bien a gusto. No hay escaleras ni nada, sales de la puerta y ya estás en la calle”. Además, apunta a otra ventaja. “Es una maravilla para los críos. Son muy movidos, no paran. Y aquí pueden gritar y saltar y no molestan a nadie, porque donde vivíamos antes no podían hacer nada, que una vecina abajo que se molestaba”, explica. “Son críos y tienen que jugar, pero no a todo el mundo le gusta. Y aquí no se oye nada, es una pasada”, añade Ilzar.

Hay más ventajas: “En la Rochapea tienes todo cerca”, “el funcionamiento de las persianas está muy bien y tenemos luz todo el día”. Y, sobre todo, los gastos. “La diferencia se nota muchísimo. Hemos estado viviendo en pisos y no tiene nada que ver. Por ejemplo, hemos pasado de pagar 80 a 28 euros por la luz”.

“Si a la gente le llaman y les dicen que les han concedido un bajo adaptado como vivienda, que no digan que no. No es ningún inconveniente salir de la puerta y estar en la calle directamente. Que no les de miedo estar a ras de suelo. Aquí mucha gente se suele asomar, porque es algo novedoso. Yo siempre tengo todo abierto, me gusta así. Y los críos pequeños te saludan y te preguntan si es una casa”, señala Ilzar. - M.B.