pamplona - La Historia es importante. Si se desconoce, bien podríamos haber nacido ayer, y si hubiéramos nacido ayer, cualquier persona con poder podría hacernos creer lo que quisiera. Precisamente eso es lo que se intentó evitar ayer en el Palacio Condestable, en el homenaje que se le rindió ayer al recién fallecido Jesús Velasco y en el que se reconoció su labor como concejal y alcalde.

Dicen de él que era tan bueno como un pan de pueblo. Hasta en esa comparación que sirve para alabar su bondad se hace referencia al pueblo, a la comunidad, a los vecinos a los que Velasco siempre intentó servir de la manera más humilde y más humana que pudo. “Nuestro padre era una persona muy respetuosa. También era muy acogedora, muy buen amigo y muy pocas veces se quejaba. Le encantaban las celebraciones y utilizaba cualquier excusa para poner música y festejar algo con una copa de vino en la mano”, recordaron sus hijos, Pepa, Koldo, Valentín y Maite. Criado en Garralda y maestro de profesión, Jesús Velasco se traslado a Pamplona junto con su mujer, Teresa García, y sus hijos para ganarse la vida trabajando en la fábrica de penicilina. Fue ahí donde conoció Miguel Ángel Muez, su jefe y amigo del alma, con quien emprendió su camino en la política municipal tras el injusto despido de Muez de la fábrica.

En el año 1967 irrumpieron en el Ayuntamiento de Pamplona una serie de ciudadanos activos que causaron un terremoto político y que han pasado a la historia como los concejales sociales. Muez y Velasco fueron dos de ellos, aunque el segundo también ocupó el cargo de alcalde entre los años 77 y 79. De hecho, fue él el encargado de suspender los San Fermines de 1978, tras la muerte de Germán Rodríguez. El lema de todos estos era uno bien claro, que volvió a traer en la ceremonia Javier Erice, alcalde de Pamplona entre febrero y octubre de 1976: “Si hay ayuntamiento es porque hay vecinos y si no hay vecinos, no debe haber ayuntamiento”. En efecto, el objetivo de todos estos hombres procedentes de movimientos cristianos de base y cercanos a la HOAC, era acercar el Ayuntamiento al pueblo, escuchar sus problemas y necesidades y poner todo su empeño para darles solución. Los plenos estaban abiertos a los vecinos, y en alguna ocasión acudió tanta gente que había que poner altavoces en la plaza para que todo el mundo pudiera escuchar. “Recuerdo muy bien una vez en la que llegó a haber 6.000 personas congregadas en la plaza”, afirmó Erice.

Entre los proyectos en los que se involucraron estos hombres comprometidos, destaca la visión de futuro que tuvieron con el urbanismo. En aquel momento Pamplona era una ciudad que se estaba industrializando a pasos agigantados, y estos concejales eran conscientes de que había que construir mucho y muy rápido. Sin embargo, lo querían hacer de una manera más humana de lo que veían en los nuevos barrios en los que se amontonaban casas sin ningún orden, ningún árbol y un acceso a los servicios muy precario. Pero además de esto, Velasco y sus compañeros impulsaron la primera cooperativa de transporte público, hicieron posible la construcción de las Piscinas Públicas de Aranzadi, trataron de dar impulso al euskera y fomentaron el cooperativismo y las juntas vecinales. En definitiva, llevaron a la ciudad de Pamplona y a todos sus vecinos a vivir una experiencia democrática municipalista avanzada durante los últimos años del franquismo y los primeros años de la transición (19676-1979). “Con ellos terminó una época”, sentenció el abogado Pablo Ibáñez, que dirigió el acto.

PADRE DE FAMILIA Con todo, Jesús nunca desatendió a su familia. “Solía llegar tarde a casa, pero siempre lo intentaba compensar el fin de semana con alguna excursión. Nunca traía los problemas de trabajo. En casa no hablábamos mucho de política”, añoraron sus hijos. Ahora el Ayuntamiento de Pamplona está intentando devolverles un poco de todo lo que su padre dio a la ciudad. Además del emotivo y cálido acto celebrado ayer, serán sus hijos y nietos los encargados de lanzar mañana el chupinazo de fiestas de San Juan. “Él estaría muy contento de todo esto, aunque nunca se sintió protagonista. Era parte de un grupo”, dijo orgullosa su hija Pepa.

El acto celebrado en honor a este político y padre que sus más cercanos describieron como hombre cabal, cariñoso, familiar, buen conversador y de carácter firme, fue una ceremonia de memoria y reivindicación de la libertad y la lucha contra el abuso de poder y la tiranía. En él, además de conocidos que trabajaron con él, participaron la cantautora Maite Mené, que ofreció a los espectadores El tiempo de cerezas, una canción revolucionaria francesa que se considera hito de la comuna de París de 1871, y Yo te nombro libertad. Para terminar, la coral San Blas de Burlada hipnotizó y erizó los pelos de la sala con un Agur Jauna que puso al público en pie y con el que, seguro, más de uno quiso decir un último adiós a Jesús Velasco, un hombre que vivió por y para ellos.