pamplona - El Mercado del Ensanche es como un pequeño microcosmos, una ciudad en miniatura por la que pasearse para descubrir todo un amplio abanico de posibilidades a la hora de complacer el estómago. Un mini laberinto que, de puertas para adentro, reúne a personas de todas las edades para recorrer sus trazos, con carros de compra, bolsas medio llenas e incluso taca-tacas; a paso ligero o dubitativo. Ahora, además de conquistar paladares, este emblemático rincón de Pamplona que cuenta con más de 70 años de historia contribuye también a cultivar mentes porque, y ya lo suelen decir, leer y comer son dos grandes placeres y ambos se pueden disfrutar aquí.

Pan, producto ecológico, hortaliza, verdura, pescado, carne, queso... Y libros. Muchos libros. Un antiguo puesto de pescado, en desuso desde hace varios años, se convirtió desde el pasado 23 de abril (Día del Libro) en una especie de biblioteca de intercambio en la que los usuarios que se acercaban a hacer sus respectivas compras podían, además, dejar o coger alguno o varios ejemplares, compartir, disfrutar y aprender. Fue una iniciativa que se extendió a los tres mercados municipales en colaboración con París 365 aunque ahora, de momento, es en el Ensanche donde ha permanecido como algo fijo, ya prácticamente inamovible dado el éxito que ha cosechado.

“Se trata de gestionar el mercado como espacio de encuentro con la cultura. El propio puesto se autogestiona, son los propios clientes y comerciantes quienes vienen y, o bien cogen un libro y luego lo devuelven (o no) o donan libros que tienen en casa. Y está funcionando muy bien, hemos conseguido que la gente se involucre”, valora Diego Cantero, coordinador del Mercado del Ensanche. Y es que son muchos los que se acercan a hojear los libros, dejan alguno y cogen o sólo miran, en un espacio que cuenta además con un par de mesas en los que los más txikis pueden leer literatura infantil, ya que entre las estanterías hay géneros para todos los gustos, edades e idiomas (también en inglés y en euskera).

cerca de 1.000 ejemplares “Tendremos, fácil, cerca de mil libros en pocos meses. Queremos que vayan rotando y la gente vaya cogiendo y dejando ejemplares. Así el puesto tiene una segunda vida y además hemos trabajado un espacio para los niños mientras los padres hacen las compras. Así se aprovecha el espacio como una zona de encuentro y cultura, educación y alimentación, todo combinado con el ánimo de seguir haciendo barrio y ciudad”, señala.

Alternativa que va más allá de la alimentación y es totalmente novedosa en el Estado, aunque afirma el coordinador que ya en Europa existe alguna similar. “Es un punto de apoyo en los mercados, también para dedicar tiempo para cada uno”, señala Cantero, que es del barrio y lleva desde algo más de un año coordinando el zoco. Es también amante de la lectura, aunque se decanta sobre todo por la novela histórica o temas de empresa. “Que sea un punto de atracción y la gente se nutra no sólo de cuerpo, de alimentación, si no también de cabeza, yo creo que es algo muy positivo que se puede aportar y algo por lo que se nos puede conocer. Un reducto de educación y cultura dentro de un gran formato de alimentación saludable”.

Este rincón tan especial se sitúa junto a la puerta de entrada que da a la calle Olite con Tafalla, uno más del total de 64 puestos que alberga el que es el mercado más grande de los tres municipales, que forma parte de la estampa habitual del Ensanche de Pamplona. Aunque no descartan exportarlo, de momento esperan que siga funcionando “igual de bien” aquí.

El objetivo, confiesa Cantero, “es hacer ciudad, hacer barrio. Tanto para los clientes que vienen a comprar como para los propios comerciantes, que dedican su vida a sacar adelante el trabajo y algunos hasta como segundas o terceras generaciones. Hay que seguir trabajando lo de aquí, lo local y lo rural. Estas iniciativas de alguna manera hacen que el público de Pamplona y alrededores te conozca, y también atraen a la gente, incluso de otras zonas”, señalaba, mientras un vecino de Mendillorri se acercaba a dejar tres libros. “Vengo siempre aquí porque me gustan los productos. Que hayan puesto la biblioteca me encanta, es impresionante. Debería haber en muchos más sitios: es la forma de que la gente lea”, decía Javier. Esa mañana no fue el único.