Hola personas, ¿qué tal va la vida? La mía mejor que bien, porque acabo de estrenar mis vacaciones y, para llenar el tiempo de este primer día ¿qué mejor quehacer que darme un nuevo paseo por lo viejo y contároslo?

Dicho y hecho: hoy jueves, día de la Asunción, a las 19.30 de la tarde salgo de casa dirección centro.

Antes de entrar en harina haré un previo de culturilla pamplonesa que siempre es interesante conocer.

Últimamente hemos asistido a un enfrentamiento entre los unos y los otros por la denominación que recibe la avenida que une el centro de la ciudad con el barrio de San Juan. La pobre Catalina, como ya se barruntaba ella, ha sido destronada de nuevo, habrá tenido un déjà vu, un ejercito la retiró del trono allá por el XVI y otro Ejército la ha desbancado del callejero en el XXI. Nada nuevo, habrá pensado.

Y nada nuevo ha sucedido en la ciudad, las calles siempre han estado expuestas a cambios, nada les da derecho a la titularidad y por tanto cambian por mor de la política, la religión, filias y fobias, o por voluntad popular, como en el caso de la calle Jarauta, a la que se le cambió el nombre por expresa solicitud de sus vecinos que no llevaban bien aquello de que les llamasen pellejos por vivir en Pellejerías.

Hoy voy a montarme en la máquina del tiempo y voy a pasear por las viejas calles con sus viejos nombres. A ver si me seguís. Os diré que en el paseo de hoy he entrado a lo viejo por la calle Dos de Febrero para seguir por General Moriones y atravesando el pasadizo de la Marina salir a la plaza de la Constitución para bajar por Héroes de Estella y salir a Blanca de Navarra. ¿Os situáis? En la Pamplona de hoy diríamos que he entrado por Comedias, para seguir por Pozoblanco y por el pasadizo de la Jacoba salir a la Plaza del Castillo para bajar por Chapitela y llegar a Mercaderes.

La primera de ellas conmemora el Dos de febrero de 1875, fecha en la que Pamplona fue liberada del cerco carlista al que estaba férreamente sometida desde noviembre del año anterior. Fue en 1877 cuando el Ayuntamiento de turno decide cambiar el viejo nombre de Comedias por el nuevo de Dos del dos en conmemoración de dicha gesta; en 1900 otro Ayuntamiento, de tinte tradicionalista, decide volver atrás y vuelve a ser Comedias, pero por poco tiempo ya que en 1903 se vuelven las tornas y vuelve lucir la fecha de la derrota carlista y no solo eso sino que el alcalde D. Joaquín Viñas da una vuelta más a la tuerca y cambia Pozoblanco por General Moriones por haber sido éste el padre de la liberación de la ciudad y por lo tanto el general que derrotó a los partidarios de D. Carlos. En 1936, con el golpe de estado, le restituyen definitivamente su viejo nombre. Y aquí lo dejo para no aburrir, con este ejemplo baste para ver que aquí nada cambia.

Como no cambia el ambientazo que en ellas hay siempre, hoy todas bullían de parroquianos. Al ser jueves de Juevintxo y festivo por la Virgen las calles estaban petadas, a penas se podía andar. Parece que a pesar de que medio Navarra ha estallado hoy en fiestas y mucha gente habrá ido al pueblo a disfrutarlas, aun quedaban en Pamplona parroquianos suficientes para llenarlo todo. Propios y extraños ya que estos días Pamplona es una torre de Babel, vas por ahí con la oreja puesta y se oyen todos los idiomas del mundo; no sé si será cosa mía pero me parece que el turismo internacional está en crecimiento, parece que empiezan a darse cuenta por ahí de que aquí tenemos algo más que la segunda semana de julio para enseñar. Se ven muchos grupos de personas que, cámara en mano, siguen a un guía que alza un paraguas para que no se pierda nadie y que va enseñándoles y explicándoles los entresijos y la historia de nuestra ciudad. Trajes extraños, diferentes a los nuestros, se ven por nuestras calles y decoran, alegran la vida, sin ir más lejos a lo largo del paseo de hoy he ido por Carlos III tras un escocés con su falda y su gorra de cuadros y me he cruzado con dos señoras, indudablemente africanas, con unas túnicas en las que no cabía un color más. Las largas camisas de algodón con pantalón a juego de los paquistanís me dan envidia.

Cuánto cambian las calles dependiendo de la fecha, nada tiene que ver una Estafeta de Navidad con una de abril o una de agosto, la ciudad vive el calendario.

De Mercaderes he subido por Curia en una riada humana que casi me subía sin andar, por puro empuje. En la esquina de la antigua cestería un pintor plasmaba la cuesta adoquinada con sus fachadas, sus balcones, sus tiestos floridos y de remate la torre norte de la catedral, la de la campana María que este año está celosa porque todas las atenciones y piropos han ido para Gabriela por su 500 cumpleaños. Dice de ella que es una enana. Estas campanas se tañen cada cosa?

He atravesado mi queridísima plazuela de San José, casi vacía, tranquila a pesar de lo que tenía alrededor y he salido al Caballo Blanco donde había un concierto en el que Jimmy Barbatan & the Cocooners desplegaban a placer todo su arte en forma de blues, funk, soul, rock, y música de la buena ante una nutridísima audiencia; el sol del atardecer calentaba poco pero aportaba una cálida luz dorada que daba quilates al momento. He estado un buen rato oyendo a Jimmy y sus muchachos, se está bien en el Caballo Blanco, es un lujo de sitio, una auténtica atalaya enfrentada a San Cristóbal hacia donde apuntaban los cañones que albergaban sus troneras para defender la plaza, los cañones dieron paso a las ruecas de los cordeleros que durante años trenzaron kilómetros y kilómetros de cuerda y anduvieron leguas y leguas yendo y viniendo del poste a la rueda. Hoy todos ellos han dado paso a las guitarras. Recuerdo que de niños jugábamos con las piezas artilleras que aun estaban asomadas al muro en la cuesta que baja al Portal de Francia, precisamente por la que he bajado cuando ha terminado el concierto; al final de la cuesta he tomado Barquilleros, solitaria, como siempre, y he salido a la del Dos de mayo, a juzgar por la calle que le dedicaron no parece que el encarnizado levantamiento madrileño contra el francés, paradigma de las gestas patrias, hubiese provocado encendidas emociones en el Consistorio pamplonés. He hecho a mi derecha para llegar a la magna obra de Moneo en nuestra ciudad: el Archivo General de Navarra. Levantado en terrenos que ocupó durante siglos el Palacio que fue ocupado por reyes, obispos, virreyes y generales, hoy es feliz asilo de documentos, libros, textos, historia y pasado. El archivo es el guardián de todo lo que en Navarra ha sido, me consta que nada les es ajeno, da igual que proceda de Agamenón o de su porquero, si atañe a Navarra al archivo le interesa. Me he acercado a su balcón sobre la Rocha y el río y he disfrutado de las vistas, no es un atardecer en la Concha pero también tiene su aquel.

He llegado a Santo Domingo y por una plaza Consistorial abarrotada de gente he llegado a Zapatería, por ella a Mártires de Cirauqui. Ya no se llama así pero no me diréis que el viejo nombre de la calle San Antón no es eufónico. Eufónico y original: Mártires de Cirauqui. Casi nada.

He salido a Ciudadela, he cruzado Sarasate y por la calle Gayarre (Alhóndiga) he llegado a la plaza del 22 de Agosto (Vínculo), de ahí a Bergamín y a casita con los deberes hechos.

Ahora a sufrir 15 días sin trabajar. Ya os contaré.

Besos pa tós.

Facebook: Patricio Martínez de Udobro

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