pamplona - La Escuela de Piragüismo Pamplona, situada en la Playa de Caparroso, nació en 2010. Lugar al que un año más tarde llegó Merri Muñoz como entrenadora pero ya curtida después de haber competido durante 12 años en el Club Natación Pamplona. El objetivo de la escuela es “que el mayor número de personas puedan montar en piragua y disfrutar del río Arga”, cuenta Merri. Para ello, el club se encarga de la gestión de las actividades aunque se trate de una instalación municipal. El río Arga a su paso por Pamplona protagoniza el escenario de este deporte que cautiva a la gran parte de las personas que se animan a vivir la experiencia en su tiempo de ocio y que puede terminar convirtiéndose en la mejor terapia de desconexión dentro de la ciudad, aunque no lo parezca: “En realidad, es como si entraras en otro mundo”, explica Merri. La vegetación, el agua y la ausencia de ruido configuran los pilares fundamentales para transmitir al piragüista la tranquilidad que a veces es difícil de encontrar en la urbe gracias, en gran medida, al río Arga: “Tener el río en medio de la ciudad es un lujo”, asegura la entrenadora del club.

El verano termina y con ello los cursillos y las actividades que durante casi tres meses ponen a disponibilidad de los interesados para seguir aumentando el número de palistas que surcan el río Arga, ya sea por ocio o con la idea de competir en un futuro. Estas actividades tienen una semana de duración y están pensadas para todas las edades a partir de los 8 años.

Una vez que cumplen los 16, dan el salto al grupo para adultos, que en su mayoría rondan una media de 40 años. Merri relata que hay mucha gente a la que únicamente le gusta apuntarse a un actividad de dos horas para el fin de semana como descender el Arga o participar en una regata, lo que supone un buen incentivo para despertar el interés por esta disciplina, de la que “todo el mundo sale encantado”, afirma. Sin embargo, los adultos que se han unido a la escuela destacan la capacidad que el agua tiene para relajarles, explica Merri y continúa, “utilizan la piragua como su vía de escape sin haber salido de la ciudad que tanto agobia a veces. Del medio ambiente, la entrenadora de la escuela acentúa que la tranquilidad de la que los visitantes pueden disfrutar se debe “a los árboles que te rodean y su colorido, pero sobre todo, que no hay ruido. Los más pequeños con el piragüismo ganan “la sensación de poder ir sobre el agua y de poder dirigir la piragua por su cuenta. Están ellos solos y no dependen de nadie más”, lo que añade dificultad a esta disciplina que necesita del más absoluto equilibrio para poder disfrutar del entorno natural y del río. Marina, con trece años, a comienzos de agosto dejó a un lado la piragua K-1 para probar la canoa C-1 y afirma que mantener el equilibro es más difícil: “Tienes que ir de pie, no tiene timón y hay que manejar la canoa con la pala”. Cambia la postura, en la primera va sentada mientras que en la canoa la posición es totalmente diferente: con un pie delantero apoya el peso sobre la rodilla de la pierna trasera.

un deporte para todos Las piraguas pensadas para el uso de los más pequeños en iniciación son algo más amplias para ayudarles a mantener la estabilidad y conforme aumenta su experiencia usan unas un poco más estrechas. Entre los pequeños son varios los que repiten como Irati y Alaitz que fueron un día a probar en un curso de dos horas, lo volvieron a repetir y este verano se han animado a participar en uno de los cursillos que la escuela organiza por las mañanas. Vittorio Fernández, comparte cursillo con Irati y Alaitz y asegura que, sin duda, lo que más le gusta es “el agua”. Sin embargo, Uxue Cruz, con 9 años, espera con ansias poder tirarse de la presa, el gran atractivo para los niños tras haber terminado la actividad, aunque no haya salido el sol.

Los cuatro coinciden en que la actividad en sí no les parece difícil pero sí les exige tener más fuerza en los brazos para avanzar y dirigir la piragua por el Arga. Aunque Merri dejó la competición con 24 años destaca que las carreras le permitían conocer otros ríos, “ver otra gente, otros espacios y sitios naturales en los que podía pasar todo el día en contacto con la naturaleza”. Y añade que el entorno “no rechaza a nadie”, cada uno dirige y controla su piragua mientras disfruta, en soledad o compañía, de la vegetación pamplonica. Entre sus alumnos destaca: “Tenemos dos niños que en otros deportes no han conseguido encajar por los motivos que fueran. Sin embargo, les he visto progresar aquí y ves cómo se han enganchado con tan solo 16 años”.

Con más experiencia, se encuentra Peio Satrústegi, que con quince años dio el paso hace un año de la piragua K-1 a la canoa C-1 y admite que lo más complicado para acostumbrarse es repalear. En el campeonato de España de C-2 se clasificó para la final junto con Jesús Vandrés, que empezó el año pasado a finales de julio. A partir de los cursos de verano los niños tienen la opción de quedarse en el equipo, que a día de hoy cuenta con seis entrenadores.

El río Arga en su paso por Pamplona consigue despertar y transmitir sensaciones que, aunque no dejan de ser efímeras, impactan a los que se atreven a probar. Muñoz recalca que “el objetivo es disfrutar del río”. La escuela continúa cumpliendo sus objetivos y unificando el deporte con la naturaleza en el centro de la ciudad pero apartado del ajetreo y las prisas de la capital navarra.