La misa de la Escalera ayer se ofició sin público -salvo las personas imprescindibles-, prácticamente en silencio, y estuvo dedicada a los enfermos y fallecidos por el COVID-19. San Fermín, además, vistió un capote morado, del siglo XVIII, que ha lucido en momentos de rogativa (por una sequía o pestes). “Necesitamos un rayo de luz, un poco de esperanza y por eso se decidió mantener la celebración”, señaló el párroco de San Lorenzo, Javier Leoz, que espera que “tarde o temprano” se pueda celebrar San Fermín.