- Arturo Aznárez Barrio se despidió de sus clientes y amigos con un vídeo colgado en la web municipal desde el mostrador de la farmacia de Cáseda, que ha mantenido abierta a lo largo de 38 años. Lo hizo con un mensaje cargado de agradecimiento y de señales de lo que ha representado y le ha dado su vida profesional.

Se va el farmacéutico, pero se queda el vecino. “Mucha gente me pregunta. ¿Ahora que te has jubilado, te irás a vivir a Pamplona? Pues de eso nada. Yo me siento casedano, mis hijos son casedanos y mi vida es Cáseda”, asegura.

Lo puede decir más alto, pero no más claro, mientras conduce su camioneta por la carretera que lleva a la emblemática ermita de San Zoilo.

Contaba solo con 23 años cuando Arturo Aznárez cruzó el puente de Cáseda por vez primera. Era el verano de 1983 y él, un joven licenciado buscando su sitio. Un amigo de La Pamplonesa le contó que en Cáseda no había farmacia. El mundo rural le atraía desde pequeño. No conocía a nadie, pero se animó a solicitarla. De aquel tiempo, guarda agradecimiento eterno a la familia “Solica”. Desde entonces, afirma, Cáseda para él lo ha sido todo: trabajo, hogar, relaciones y aficiones compartidas.

El 23 de julio de aquel año abrió la farmacia que después trasladó al número 1 de la calle La Cinta, donde también construyó su hogar junto a Ana Ariño Añaños. Lo completaron sus hijos: Ana y Adrián, nacidos con diez años de diferencia, también un 23 de julio.

“Será casualidad, pero tiene algo esa fecha que está unida a los grandes momentos de mi vida”, reflexiona.

Arturo llegó a Cáseda con un importante bagaje musical, (Grado Medio de Trompa Conservatorio Pablo Sarasate) y miembro de la Pamplonesa. Compaginó su trabajo en la botica con clases de lenguaje musical en las escuelas; y con amigos y la familia promovieron la banda de Cáseda. Con su aportación altruista de décadas, ha contribuido a que sigan sonando los instrumentos en un pueblo de gran afición y tradición musical. Por si fuera poco, se animó con la gaita, “ hacía falta”, dice.

A Arturo le viene de casa esa inclinación musical. Sus padres inculcaron la disciplina a los cuatro hermanos. A él en este camino le han seguido sus dos hijos. Ana, de 34 años, es profesora de flauta en el Conservatorio Superior de Jaca. Adrián (24) es percusionista formado en Pedagogía del Instrumento, y también vive en el pueblo.

Y de la música al deporte, como pelotari de Oberena que fue, se interesó por dotar al pueblo de la afición pelotazale y creó la escuela de pelota, tarea que compartió con el lumbierino, José Mari Ollo. ”Me ganó el fútbol por goleada”, argumenta sobre su inevitable desaparición.

Recién jubilado, Arturo no se aburre. El otoño es temporada de caza y de recogida de la oliva. Por ahí también se mueve este hombre inquieto que además, sigue dando clases de lenguaje musical. “Vamos sembrando, jugando con la música. Aquí no cobramos nadie nada, y así funciona todo muy bien”, mantiene con gesto de orgullo. “Me encanta la Farmacia, pero en esta vida hay más cosas que me han apasionado. Una es la música, y mi mayor afición, la salud”, resume.

Como no podía ser de otro modo, Aznárez también se comprometió con su profesión y defendió la existencia de la farmacia rural como un servicio que no podía faltar en los pueblos, (ratio igual o mayor de 700 habitantes para abrir una). En sus casi cuatro décadas de farmacéutico la población de Cáseda se ha mantenido (974). Además, desde el año 2000 preside la Asociación de Farmacia Rural de Navarra.

“En los pueblos normalmente el médico y la enfermera se van y nosotros nos quedamos. Somos sanitarios con un establecimiento privado de utilidad pública abierto mañana y tarde. Atrás quedan los días en los que, antes de que establecieran las guardias, la disponibilidad era de 24 horas.

“Yo me he sentido muy útil y atender a mis vecinos ha sido muy gratificante”, sostiene mientras rememora su trayectoria. Para ellos y ellas él también ha sido importante: “Llámale a Arturo. Ya no los traerá Arturo. Seguro que Arturo sabe”. Al vídeo de su despedida le siguieron númerosas reacciones espontáneas como esta colgadas en su puerta, (una manifestación en tiempo de pandemia). Y por supuesto, tampoco faltó la música. Es el agradecimiento de un pueblo al trabajo bien hecho y a la entrega. Felicitaciones, buenos deseos para su nueva etapa y alegría porque se queda. “Aquí está mi casa”, mantiene convencido.

“La atención es fundamental y en los pueblos es cercana, se establece una relación de confianza de muchos años”

Ex farmacéutico de Cáseda