ola personas, ¿cómo va este 2021 que recibimos en su día con tantas esperanzas de mejora? De momento está siendo un poco regulero.

Esta semanita he dado un paseo reconfortante porque me ha traído a la sesera recuerdos entrañables de tiempos añorados.

Os cuento: salí de casa el jueves a media mañana y piano-piano me planté en el maravilloso parque de la Taconera, ese jardín que es tan Pamplona como lo que más. Desde el siglo XVII lleva cumpliendo su función de espacio lúdico, de lugar de esparcimiento, de terreno neutral donde generaciones y generaciones de pamplonautas han disfrutado en él y de él a cualquier edad, han tomado la teta a la sombra de un ciruelo japonés, han jugado a rodilla sangrante en la infancia, han buscado los rincones oscuros para robar besos de juventud y han ocupado los bancos tranquilos donde pasar, recordar y mentir, si es menester, en una feliz jubilación. Yo lo atravesé el jueves y era insultante el estado de su vegetación: color, olor, luz, formas, fronda, verde, vida. De todo ello a raudales, sin escatimar. Es generosa la Taconera. Llegado a la barandilla del Baluarte de Gonzaga, tras otear un rato casas y vega que abajo se ofrecen, he tomado el túnel de plátanos que me lleva a Larraina para cruzar la calzada hasta la parte del barrio de San Juan donde nace Monasterio de Irache, zona que siglos atrás ocupaba la ermita de San Roque y años atrás el talego provincial. Hoy es un espacio verde y abierto al que no sé qué le deparará el destino, mucho lujo me parece para que lo dejen así para los restos. Una vez en la otra orilla he tomado la calle Cuesta de la Reina en su tramo final, ese que tiene unas viejas casas maquilladas a la derecha y en cuyos bajos se encontraban los estudios de Radio Paraíso, la mejor radio alternativa que haya sonado en nuestros transistores. Más de una vez acompañé a amigos que tenían programa y que lo realizaban rodeados de colegas, risas, cervezas y otras cosas que florecían por ahí. Memorable el espacio "RastaCarlos" nacido de la mano de un Carlos que alternaba una concejalía, primero, y un escaño parlamentario, después, con una parcela en el Paraíso jamaicano. Inolvidables los buenos ratos de flamenco fetén que nos regaló Carlos Polite, llorado amigo y crítico taurino de este periódico. Y tantos y tantos que lanzaban al aire notas de frescura y libertad.

He llegado a la calle del fondo que es la que nos lleva al Anaitasuna y que está dedicada a Jesús Mª López-Sanz, "el Doctor", auténtico padre del balonmano navarro al que la parca montó en su negro carro a unos jovencísimos 52 tacos. Pasito a paso, en nada, he alcanzado el pabellón y los recuerdos se amontonaban en mi cabeza. ¡Cuántas noches de decibelios! De luz y calor, de brincos y cantos, de emociones a golpe de guitarra y batería. El pabellón Anaitasuna es a Pamplona lo que el Carnegie Hall a Nueva York. En él hemos oído, visto y disfrutado de la música más dispar que se pueda imaginar, desde Leño a Camarón, desde Tangerine Dream a María Dolores Pradera, desde la orquesta Mondragón a los Ilegales o desde el Último de la Fila a Lole y Manuel, por nombrar algunos. Pasé por su pequeña taquilla a la que ilusionados nos asomábamos para hacernos con el deseado salvoconducto que nos franqueaba la entrada, y pasé por la puerta 2 que era la que todo el mundo empleaba para entrar: está a un metro de la taquilla ¿para qué andar más? El Anaita ha sido un club muy activo en la vida de la ciudad y lo sigue siendo, no solo por la música. Muchas mañanas dominicales el plan era venir a animar a los muchachos del balonmano en vibrantes partidos; en navidad era memorable el partido de gordos contra flacos, con Uve como uno de sus principales valores. En San Fermín organizaban el Dimasu, y el día 29 de noviembre año tras año los aficionados a la historia local tenemos una cita con el Rally fotográfico San Saturnino en el que siempre se aprenden cosas: donde estaba una casa, quién construyó una iglesia, que tapa de alcantarilla es distinta a las demás o donde se encuentra una aldaba.

He seguido calle Orkoien abajo y al llegar a la rotonda he visto la única construcción que queda en pie de todo el conjunto que formaba la Granja provincial de Navarra, especie de arca de Noe donde de muy niño fui llevado alguna vez por mis padres para que aprendiese que en el mundo había más animales que la perra de caza de mi tío Antontxu o la gata de mi vecina Ofi.

De la rotonda tomé esa ruta frecuentada por tristes caravanas que acompañan a alguien en su último viaje y llegué a un camino cerrado por una verja que baja al molino de Biurdana, construcción medieval que aun aguanta en pie y que durante siglos y siglos ha estado al servicio de la ciudad. Pasado éste abandoné la calzada para entrar en el parque homónimo. Amplio parque con grandes zonas de hierba, pistas deportivas y alguna construcción cementera, que marca el límite del barrio de San Juan por su lado norte. No sé yo si ese parque es muy frecuentado por los vecinos, siempre lo veo vacío. Salí a la calle de igual nombre y llegué a la gran rotonda del puente de San Jorge, hice izquierda para subir un poco hacia el tanatorio y bordeando esa gran torre blanca y verde que se ve de todos lados tomé la calle Monasterio de Fitero. Es esta zona tranquila, es de las más antiguas del barrio de San Juan y se ha mantenido prácticamente residencial, apenas hay tiendas y bares los justos, gabinetes profesionales, alguna oficina municipal y algún taller especializado ocupan sus locales. La vida de calle es poca. Accedí a unos patios, que son auténtica pinacoteca urbana, y por unas escaleras subí a la calle de Monasterio de Irache yendo a parar frente a las históricas casas de Eguaras, aquellas que cuando se construyeron parecía que estaban en otro continente, se hablaba de ellas como si fuesen el más allá.

Dejando a mi izquierda la audiencia, Dios nos libre de tener que visitarla, tomé la calle Monasterio de Urdax, una clásica en el barrio con locales como el Urdax donde se podía comer un buen marisco o el Or konpon donde un chuletón te dejaba como nuevo, podías echar después un mus en el Itur y esperar a que se hiciese de noche para ir al mítico y cercano Conocerte es amarte Baby donde sabías a qué hora entrabas, pero nunca a qué hora salías.

He seguido mi camino y por terrenos que ocupó el osasunista campo de San Juan he llegado a la vuelta del Castillo que me ha envuelto de verde para llevarme a mi casa con el recado hecho.

Sed buenos.

Besos pa tos.

Facebook : Patricio Martínez de Udobro

patriciomdu@gmail.com