Hace 20 años, en la madrugada del 23 de julio de 2001, máquinas y operarios accedieron a la Plaza del Castillo para comenzar la retirada de los árboles -54 plataneros y 20 acacias- como paso previo al inicio de las obras de construcción de un aparcamiento subterráneo de tres plantas, que luego se convirtieron en cuatro, con 950 plazas disponibles.

Los trabajos se prolongaron durante más de 3 años, hasta la inauguración oficial el 5 de junio de 2004 en un acto que la entonces alcaldesa Yolanda Barcina aprovechó para mostrar una imagen dura e intransigente que años más tarde le serviría para acceder a la presidencia de UPN y después al Gobierno de Navarra.

Hubo hasta fuegos artificiales, como si se tratara de la fiesta de un pueblo menor, en una demostración victoriosa, la que supuso culminar un proyecto con un gasto de 17,95 millones de euros y que dejó algunas cicatrices en la ciudad que tardaron tiempo en sanar.

Las protestas se habían sucedido en Pamplona desde el comienzo de las obras. Hubo una masiva recogida de firmas reclamando un proceso de participación ciudadanía que nunca se celebró; 20.000 personas tomaron parte en una consulta popular para pedir la paralización de los trabajos y hasta se inició un procedimiento judicial contra los responsables políticos del proyecto por los presuntos delitos de prevaricación y contra el patrimonio.

Nunca en la ciudad se había producido una movilización ciudadana de tal envergadura por un proyecto urbano ni que implicara a sectores tan diversos de la población, pero nada pudo detener los planes aprobados por el Ayuntamiento, con el respaldo de UPN, PSN y CDN.

Ni la relevancia de los restos históricos encontrados durante las excavaciones -que supusieron un giro radical sobre lo que hasta entonces se pensaba de la presencia romana en la ciudad- consiguió detener el polémico proyecto, que algunos aprovecharon para ampliar en las calles de Pamplona el campo de confrontación de una violencia que en aquellos años todavía estaba muy presente en la sociedad.

Cinco de los protagonistas que vivieron en primera persona aquellos acontecimientos atendieron la invitación de este periódico para analizar, con la perspectiva que concede el paso del tiempo, lo que supuso la obra y cómo afectó a la ciudad y a sus habitantes.

Fue el martes de esta semana entorno a un desayuno a media mañana en una de las mesas del Café Iruña, muy cerca del lugar donde aparecieron durante las obras las termas romanas que el Imperio construyó en el siglo II.

Concejales y ciudadanos A la cita acudieron los actuales concejales del Ayuntamiento Joxe Abaurrea (EH Bildu) y Maite Esporrín (PSN), que debutaron en la legislatura 1999-2003; lo mismo que Idoia Saralegui, que fue concejala en representación de Izquierda Unida. Completaban el grupo Víctor Manuel Eguía, experto en patrimonio, y Pello Iraizoz, uno de los promotores de la plataforma ciudadana que se organizó en contra de la construcción del aparcamiento.

Éste fue el primero en intervenir y lo hizo de forma rotunda: "Teníamos razón". En su opinión, los argumentos para oponerse al proyecto se han visto confirmados dos décadas después. "Es difícil encontrar en Europa un caso así y menos en el centro de la ciudad. Era una oportunidad única de poner en valor unos restos muy antiguos y se optó por construir un aparcamiento, pese a que las directivas europeas ya eran contrarias a introducir vehículos en los centros de las ciudades".

Iraizoz acudió a la cita con varios libros y un folleto donde aparecen las cuentas finales del proyecto. "El mayor yacimiento arqueológico de la historia Navarra no se merecía el destino que tuvo. Después conocimos el hallazgo de restos de hace 40.000 años, aparte de los restos de la ciudad romana y de épocas posteriores. En cualquier sitio del mundo, con mucho menos que eso, se habría hecho un museo arqueológico, no un aparcamiento. Sueño con que los responsables paguen por lo que hicieron, porque el delito contra el patrimonio no prescribe".

Este escultor vecino de la Magdalena aludió a la entidad de los descubrimientos y al diferente tratamiento que se dio en otras ciudades, como Zaragoza, Alicante o Barcelona, donde se paralizaron los proyectos en marcha por la aparición de restos históricos. "Para los que habían sostenido que Pamplona había sido una población menor, los descubrimientos confirmaron que la ciudad romana era más grande lo que se pensaba. Aparecía toda la historia de la ciudad representada por etapas".

Víctor Manuel Eguía nunca ha creído que el servicio que haya dado el aparcamiento en estos años pueda compensar el daño causado al patrimonio histórico de la ciudad.

"La reflexión que hago después de 20 años es que la gente ha olvidado y lo que ha quedado es la superficie. La gente piensa en los árboles, en el mosaico, que se podría reconstruir dada la tecnología actual, pero lo importante es lo que se perdió, todo lo que quedó enterrado para siempre. Creo que la gente no es consciente de la pérdida que supuso".

Para Maite Esporrín, lo que queda es un aparcamiento que ofrece un buen servicio a un barrio con escasez de plazas de aparcamiento y que viene muy bien a los comerciantes de la zona.

"Es verdad que hubo mucha movilización y que mucha gente estuvo en contra, pero también hubo mucha violencia y esa sobró toda. Aprendimos mucho de esta ciudad, con los enterramientos musulmanes mirando a la Meca o las termas romanas. Creo que la Plaza del Castillo está mejor ahora, está peatonalizada y da mejor uso a los ciudadanos".

participación ciudadana

Como concejala del PSN estaba del lado de los que apoyaban la construcción, aunque reconoce "que ahora habría sido imposible aprobar un proyecto de estas características sin un proceso de participación ciudadana porque así está recogido en la legislación, que lo obliga".

De hecho, todos los asistentes coincidieron en señalar que hoy en día no se habría construido el aparcamiento. El valor de los hallazgos, por ir en contra de los criterios de movilidad y la repercusión de las protestas si hubiera existido Ttwiter, Facebook o Instagram habrían sido en la actualidad obstáculos insuperables para los promotores de la iniciativa.

Joxe Abaurrea recordó la intensidad con la que se vivieron aquellos acontecimientos y se refirió en tono muy crítico al interés de algunos -Ayuntamiento e Institución Príncipe de Viana- por quitar valor a los restos hallados para que nada detuviera el aparcamiento.

"Muchas personas se dedicaron a minusvalorar todos los restos que aparecían, como si no tuvieran interés. Ni entonces no ahora tiene justificación esa actitud. Es un capítulo en la historia de esta ciudad. En términos de movilidad, ya entonces sabíamos que era erróneo construir un aparcamiento en el centro de la ciudad. Las ciudades que comenzaron a aplicar los criterios modernos de movilidad lo hicieron hace 20 años, como Vitoria-Gasteiz, mientras aquí cogíamos el camino contrario".

Considera que lo sucedido en la Plaza del Castillo fue una gran página de aprendizaje, de lo que se hizo y de lo que nunca se debió hacer. "La intensidad era increíble. Hubo una movilización nunca vista en un asunto de ciudad que afectó a 3 ámbitos: el patrimonial, la ausencia de participación ciudadana y finalmente, el político".

Idoia Saralegui, por su parte, aludió a las alternativas que puso encima de la mesa la oposición para habilitar plazas de aparcamiento sin necesidad de destruir los hallazgos, como construir un museo de conservación in situ. "Con los años hemos comprobado que esas alternativas tenían recorrido y el expediente del proyecto que hizo el Ayuntamiento fue muy deficiente, con mucha precipitación, tanta que los tribunales obligaron al cambio de la concesión".