ola personas, hoy es día muy especial para mí, como podéis imaginar. Tras un largo embarazo, por fin mi segundo libro está en la calle, pero con algún problemita, ya que la editorial ha tenido una sobrecarga tal de trabajo que no me ha dado ejemplares suficientes como para surtir a todas las librerías y que no falten en sus anaqueles para que lo podáis llevar a casa. Me han prometido que esta semana me los dan todos, así que si se han acabado en vuestra tienda habitual que os lo guarden que enseguida llega.

Bueno, dicho lo cual, vamos a ver por donde me he movido esta semana. Dos han sido los escenarios. El viernes a las 11 de la mañana había quedado con Javier Bergasa en el patio de caballos para hacer la foto que ilustraba el artículo que pudisteis ver ayer en el periódico. Allí que nos presentamos puntuales los dos, nos recibió muy amable el conserje, Antonio Izquierdo, que en todo momento nos facilitó la labor, y dado que llovía y que el patio de caballos estaba invadido de camionetas realizamos la sesión en el lugar en el que en sanfermines se reúne todo el orbe taurino todos los mediodías para ver el apartado. Fueron solamente unos minutos, pero disfruté como gorrinillo en un charco. La verdad es que, visto en noviembre, vacío, con lluvia, con la barra del bar limpia de viandas y licores, sin el más leve asomo de cornúpetas en la zona y sin nadie de los habituales para saludar, el recinto se ve con otro color y otro sentir, pero con un poco de memoria e imaginación he traído al presente muchas mañanas en las que nos hemos apretado contra las barandillas que asoman a los pasillos por donde van apareciendo por orden de lidia los bureles que serán trasteados esa tarde. En el silencio otoñal me ha parecido oír la voz del speaker presentándonos a los protagonistas: Alpargatero, colorao, ojo de perdiz, bragao, meano y botinero, 580 kilos, será lidiado en 5º lugar por Roca Rey. Y he visto en mi memoria cómo se abría una puerta y aparecía el colorao y se revolvía y derrotaba contra las paredes y la puerta se cerraba tras él y un juego de cuerdas y poleas abría otra y una pica lo azuzaba para que la traspasase y quedase enchiquerado. Y entre toro y toro caña o fino y croquetas o txistorra. Y he visto a mi llorado amigo Carlo Crosta feliz saludando a mayorales y ganaderos y arrimándose a grupos que arracimaba el fotógrafo y que al día siguiente salían en los papeles. ¡Qué buenos ratos hemos pasado en el apartado! no sé si volverán, pero la memoria nos sirve para revivir lo vivido.

Al acabar la sesión fotográfica he tomado esas escaleras anchas, de dos metros por peldaño, que llevan al Labrit y he girado dirección Txantrea, he pasado bajo la famosa pasarela que están apuntalando para que no se vengue del maltrato recibido en la cabeza de algún ciudadano y he bajado la cuesta que llaman Playa de Caparroso, a mi derecha la salida de la Medialuna desde el fortín de San Bartolomé y un poco más adelante Villa Regalada, que luego fue Villa Recuperada y que acabó siendo Villa Malquerida. De su interior salían unos ruidos que no dejaban lugar a dudas de que la están arreglando para volverla a la vida, veremos que le espera. La verdad es que ser de propiedad pública es una putada.

La mañana estaba fresca y por si eso fuera poco en ese momento ha empezado a caer una fina lluvia que me ha obligado a subir capucha y cremalleras y seguir mi paseo embutido en mi prenda. He atravesado el puente de la Magdalena desde donde he disfrutado viendo como el río recibía la lluvia que dibujaba en su lecho un sinfín de círculos efímeros.

He dejado atrás el viejo barrio del lazareto y he entrado en terrenos de pura Txan por detrás del instituto Irubide. La zona está totalmente desconocida, lo que era un parque pequeño con unos cuantos cerezos y un par de caminos a este lado de una tapia y la huerta de las Josefinas al otro, se ha unificado formando un gran parque en el que me parece justo poner esperanzas. Cuando la naturaleza haga su trabajo será una buena zona de esparcimiento. Los terrenos que les han quedado a las monjas los han separado con una moderna tapia que desde lejos me ha parecido que estaba hecha de acero cortén, tan de moda para todo, y la antigua tapia de mampostería la han dejado donde estaba como elemento ornamental, abriéndole tres grandes huecos para que no sea excesivamente agresiva en su división.

He ido andando a gusto bajo la lluvia por un nuevo paseo que tiene a la izquierda los solares donde en breve empezarán a crecer los edificios que conformarán la nueva Txantrea sur y a la derecha los campos que separan la zona del viejo camino de Burlada. Hay un tramo que me da a mí a la nariz, llamadme exagerado, que va a tener difícil solución ya que los gitanicos que viven en el bloque que hay junto a la casa de las conchas, tienen en esos campos su cuarto de estar y el parquin de su flota de furgonetas. Los terrenos están invadidos de mesas, sillas y grandes barbacoas. Según creo esa zona está destinada a hacer unas huertas urbanas por tanto lo ahora existente tendrá que desaparecer, pero me temo que sus moradores no darán fácilmente el brazo a torcer.

He seguido mi paseo y un poco más a delante he visto una tapia que bien pudo pertenecer a la histórica y mítica Garden House, la casa de recreo que allí tenía el polígrafo D. Julio Altadill y que fue inmortalizada miles de veces en las miles de placas que él hizo de su familia, sus jardines, su huerta y sus salones.

El nuevo camino se supone que va a llegar a Burlada, pero hoy a la altura de las Jesuitinas se me ha acabado. La lluvia había embarrado los campos y no era cosa de meterse en ellos así que he vuelto por la acera del colegio y me he cruzado con los alumnos que volvían a clase después del recreo. Es curioso esta juventud de ahora que cariño tienen a las clases, vuelven del recreo para integrarse en el aula y lo hacen sonrientes y con caras de felicidad beatífica, incluso alguno transformaba su alegría en pura carcajada.

Antes de llegar a la Iglesia de Santiago he tomado la calle Larrasoña para ir a salir a la Plaza de Puente la Reina, quería ver el bar El Abuelo donde yo almorzaba todas las mañanas durante el curso que hice en Irubide. Ya no es de ningún abuelo, lo he visto regentado por chinos.

He salido a la calle Magdalena para atravesar el viejo puente nuevo y volver a tomar la calle Playa de Caparroso que entre plátanos, sauces y chopos me ha llevado al ascensor de la Medialuna que me ha puesto en lo alto. Por Arrieta he tomado Carlos III y he dado mi paseo por concluido.

La semana que viene más.

Besos pa tos.