FUNES. Después de 27 años bailando a la giganta de la localidad ribera, a la conocida allí como Blanca de Navarra o "a mi reina", como la llama el propio Patxi Celorrio, ahora ha decidido dar un paso a un lado y dejar que sean otros vecinos los que deleiten a txikis y mayores con los bailes. Sin embargo, explica este funesino de 52 años, no es un adiós ya que los actuales integrantes de la agrupación no le dejan marcharse, "de hecho, me lo han prohibido", contaba entre risas.

A partir de ahora, y aunque asegura que se pondrá "cardíaco" y que le entrará "la morriña" viendo los valses desde fuera, se centrará en ayudar en los ensayos, en preparar nuevos bailes y en echar una mano en todo lo que sea necesario. Celorrio, muy conocido por todos en Funes y presidente desde hace años de esta comparsa, empezó a bailar los gigantes en el año 1990, después de que su hermano Rafael le animara a hacerlo ya que nunca se lo había planteado hasta ese momento. Y es que las dos figuras, la reina y el rey Sancho Garcés IV, que el año que viene cumplirán los 30 años, llegaron a la población ribera de la mano del concejal Luis Zapata y enseguida salieron a la calle gracias a Juan Andrés Fernández, Enrique Martínez, Andrés Elizondo, José Luis Arrula, Julián Lorente y Rafael Celorrio.

Muchos vecinos han pasado por la comparsa, comentaba Patxi, y en la actualidad están unos doce miembros vinculados a la misma. "Hemos sido autodidactas y la evolución es notable porque al principio aguantábamos el equilibrio y solo bailábamos con charanga. Sin embargo cuando salíamos y veíamos los valses con gaitas nos gustaban mucho y no tuvimos más remedio que aprender". Desde el mes de mayo, apunta Celorrio, quedan una vez a la semana para ensayar las salidas de fiestas y las concentraciones a las que acuden; en los últimos tiempos han ido a municipios cercanos como Marcilla, Caparroso o Santacara y a lugares más alejados como Barcelona o San Sebastián.

A lo largo de los años son muchas las anécdotas vividas, las amistades afianzadas y probablemente los quebraderos de cabeza sufridos que Celorrio prefiere olvidar: "No me podría quedar con una sola cosa buena, me quedo con todo. Cuando llega el momento de salir, puedo estar enfadado o cansado para bailar con la giganta de 42 kilos, pero me meto debajo y se me olvida todo en cuanto veo la sonrisa de los niños, que al final son los espectadores más importantes para los que bailamos.

Además, creo que la comparsa funciona y sigue adelante porque somos un grupo de amigos; si no sería imposible". "Mi idea era dejarlo todo por completo, pero no puedo, es complicado parar en seco pero también es cierto, por ejemplo, que no he tenido la posibilidad de decidir si marcharme en fiestas a algún lado nunca", decía el funesino mientras mostraba un álbum con fotos de recuerdos que le regalaron. Aunque siempre hay gente dispuesta a echar una mano y, de hecho, los gigantes nunca se han quedado sin salir por falta de voluntarios, Celorrio cree que "sería bueno que los chavales se animaran y se involucraran con la comparsa pero también los propios padres de los niños que nos acompañan de manera incondicional".

NUEVO CABEZUDO

Este año durante las fiestas en honor a Santiago, Celorrio, que mantuvo en secreto que dejaba de bailar a la reina, recibió una grata sorpresa el día del chupinazo, algo que, explicaba, "me dejó completamente flipado, en shock como se suele decir". Y es que al son de las gaitas y el tambor apareció en la plaza un cabezudo hecho a su imagen y semejanza. Rubén Platero y Patxi Fuertes se encargaron de hacerlo en un tiempo récord de cinco días, tal y como aseguraron, a pesar de la dificultad de tener que modelar el semblante de una persona.

La nueva figura, Patxi, o Patxirrín como cree Celorrio que acabarán llamándolo en el municipio después de que el último cabezudo fuera bautizado como Isidrín, está hecha con fibra de vidrio y ya forma parte de la comparsa funesina junto a los otros cuatro cabezudos, los dos gigantes y un zaldiko. "No puedo sino agradecer a todos los que a lo largo de los años nos han ayudado, que han sido muchas personas e instituciones, desde los ayuntamientos que han pasado de diferentes signos, hasta las charangas, los bares que nos sacan para beber y, muy especialmente a mis hermanos, Rafael y José Mª, que nos han dejado siempre los vehículos de la empresa para ir a los sitios y nos han dado camisetas", insistía este funesino.

La temporada veraniega, de un gran ajetreo para los miembros de la comparsa de acuerdo con Celorrio, está a punto de concluir pero los txikis que quieran ver por última vez a las grandes figuras de Funes este año podrán hacerlo en noviembre durante las jornadas dedicadas al brócoli. Además, y de cara a las salidas de la próxima temporada 2018, Celorrio desvelaba que quieren ampliar el repertorio y que, al menos, presentarán tres nuevos bailes.