os descubrimientos históricos que han aportado los trabajos arqueológicos que durante 4 años se hicieron en la catedral de Tudela (de 2002 a 2006) son de tal importancia que casi 15 años después de que acabaran, los técnicos y expertos han puesto en papel aquellas apasionantes revelaciones. Santa María de Tudela: de mezquita a catedral fue presentado el pasado viernes en la capital ribera por sus autores, Jesús Sesma e Inés Tabar y saca a la luz numerosas revelaciones que no sólo desconocían los tudelanos, sino que acalla mitos y desvela incógnitas, dentro de un trabajo técnico y escrupuloso. Esta labor está tan bien contextualizada que su lectura abre ventanas que desvelan cómo ha sido la vida de la ciudad entre los siglos IX y XIX, de forma paralela a la existencia de su gran mezquita, primero, y su catedral después.

La catedral no tuvo una segunda torre, nunca hubo vidrieras, el tamaño de la mezquita era de más de 70 metros de largo y el muro de la antigua qibla (donde se alojaba el mihrab) fue reutilizado en la construcción de la actual capilla del Espíritu Santo donde había una especie de callejón sin salida ya que la comunicación con el claustro era distinta. Éstos son solo algunos de los descubrimientos de aquellos 4 años que aparecen ahora en esta obra de más de 400 páginas, cuyos anexos, por primera vez, se pueden consultar de forma gratuita en la página web de Príncipe de Viana.

“Pocas veces, como en la seo tudelana, se ha podido descender hasta lo más profundo de un cimiento para ver cómo reposa, se levanta y culmina. En cuántas fases se construye, qué cambios experimenta en su plan inicial cómo se suceden los pilares y cómo explican estas cimentaciones lo que hoy permanece en pie y lo que ya no”. Con esta claridad, la arqueóloga Inés Tabar narra lo que ha desvelado a los expertos la catedral. Gracias a estos cimientos se ha podido determinar que nunca hubo dos torres, como siempre se había pensado en Tudela. “Por más que excaves no aparece nada donde tenía que estar”, añade el también arqueólogo Jesús Sesma. Tabar recordó que un artículo de la revista Centro de Estudios Merindad de Tudela ya concluyó que nunca existió tal torre que, se creía, fue gemela de la actual. “Son malas interpretaciones o malas lecturas. El imaginario popular ve la fachada con dos torres”. Además la existencia, contrastada, de otra comunicación entre el templo y el claustro en una especie de calle sin salida hace imposible su existencia. Ese espacio, con la construcción del Palacio Decanal, se fue compartimentando y convirtiendo en capillas. El muro que aparece medio derribado junto a la torre pequeña no era sino un muro de cierre hacia ese espacio. Tampoco tuvo vidrieras en los rosetones que siempre fueron cerrados con alabastro.

Otro de los elementos descubiertos son los diez caballeros enterrados en las capillas del Espíritu Santo, San Martín y bajo el coro, “un hallazgo excepcional” ya que se encontraron con espuelas, espadas, monedas y otros ajuares. “Fueron nobles que sirvieron bien a Carlos II y Carlos III y les armaron caballeros. De algunos de ellos como Juan Renal de Ujué (padre e hijo) se ha podido detallar su linaje.

Las investigaciones también han servido para terminar de conocer el verdadero tamaño de la mezquita mayor de Tudela que estuvo asentada en la plaza Vieja y cuyos vestigios (dado que algunos de sus cimientos fueron empleados para construir la catedral) han demostrado que tuvo 71 metros de largo (135 codos) por 32 metros de ancho (60 codos), tras la ampliación realizada en el siglo XI a la inicial de mediados del siglo IX. Eso significa que tenía una superficie de 2.272 metros cuadrados. “Era muy similar a una de Zaragoza y mayor que la de Medina Azahara. Quizás se sobredimensionó para la población que tenía entonces Tudela (unos 5.000 habitantes)”, explicó Sesma.

De esa forma, llegaba desde la mitad de la plaza Vieja (donde estaba el alminar), hasta el interior del claustro donde también, en el centro, se encontraron restos de cimientos. Igualmente se pudo constatar que el muro del fondo de la capilla del Espíritu Santo fue la antigua qibla, el muro donde se encontraba el mihrab, hacia dónde se orienta el rezo.

Tras ser reconquistada Tudela en 1119, al menos durante 50 años se siguió usando la antigua mezquita, ya convertida al cristianismo, y seguramente el primer altar se situó en esta capilla, aunque hacia 1170, cuando se comenzó a construir la cabecera con los ábsides, se cambio la orientación del nuevo templo en 90 grados.

Prueba de este uso de las instalaciones musulmanas lo da el hallazgo de enterramientos en lo que fueron los muros del final de la mezquita, durante al menos 50 años. Son varios los cuerpos que se encontraron en esa zona, un terreno ya sacralizado pero aún no usado para construir la catedral.

Conforme se fue levantando la catedral se arrasó la mezquita, si bien son numeroso los elementos islámicos usados en su construcción. “Se han catalogado hasta 127 elementos y no solo modillones. Es el segundo templo de la península que más elementos reutilizó, tras Córdoba. Si bien allí eran in situ y aquí se desplazaron”.

Anexos en la web. Excavación de las áreas; Noticias históricas sobre enterramientos en la catedral de Tudela; Marcas de cantería; Modillones; Laudas sepulcrales; Numismática; Intervención en la extracción de ajuares funerarios: dos casos concretos; Conjunto de tabicas de alfarje. Estudio heráldico; Estudio antropológico de algunos enterramientos; Identificación de dos muestras de madera de espadas; Análisis de residuos de horno; Caracterización litológica de muros de la mezquita de Tudela.

400

Ejemplares se han editado al precio de 20 euros cada libro.

“Se confirma que era mayor que la de Medina Azahara, de unos 2.272 m2”

Arqueólogo