Ganadería. Seis toros de El Pilar. Escasos de presencia por delante. Bien nutridos, con kilos. Se dejaron en un puyazo, dos el tercero. Corrida noble y boyante. Escaso de gas pero con clase el 1º. Encastado y con poder el 4º. Más deslucido y rebrincado el 6º. 3º y 4º, aplaudidos en el arrastre.

Juan Leal. En el 1º, estocada al encuentro (oreja y petición). En el 4º, estocada (dos orejas).

David de Miranda. En el 2º, estocada contraria (oreja). En el 5º, estocada atravesada (oreja).

Javier Marín. En el 3º, estocada tendida (oreja). En el 6º, estocada (dos orejas).

Presidencia. Bien a cargo de Óscar Bea, asesorado por José L. Gil y Rosa López.

Incidencias. Casi lleno. 800 personas (30% del aforo permitido). Muy agradable. Bien la banda con I. Remírez al frente.

- La villa del Alabastro, taurina como pocas localidades, rindió honores a la Virgen de la Paz, a la cultura de la tierra y al actual de los buenos toreros que el vecindario ha dado para la historia: Javier Marín.

La plaza, engalanada, preciosa. Albero de sabor maestrante, luminoso. Todo bien organizado por Enrique Luján y la siempre elegante custodia de Sergio Sánchez.

La materia prima salmantina presentó cómodas hechuras, abundantes kilos y bonancible juego. Nobleza para estar a gusto en la cara. La terna la aprovechó. En la hora de la merienda ya se habían repartido tres orejas y se presagiaban bastantes más. Así fue.

Juan Leal topó en primer lugar con Canastero, toro salmantino de cuerna gacha y angelical conducta. El galo lo hipnotizó primero y lo exprimió después: sin probaturas, desde el pitido inicial del saludo con el percal. Figura huera de compás para dibujar bonitos delantales y un quite de frente por detrás. Con la muleta manufacturó una faena rotunda desde su inicio de hinojos y posterior toreo en redondo y al natural con dominio total sobre el noble y obediente animal. Además, Leal ribeteó todo su andar, estar y salir con elegante expresión.

David de Miranda realizó el paseíllo desmonterado, al igual que Leal, por debutar en el coso. Se estrenó con la lidia del segundo pilar, Medicillo, colorado y cuajado de báscula, también de cuerna cómoda y noble, pero con menos entrega y más sosería que el anterior. Miranda, en buena compostura, le aplicó una faena clásica, pero de escasa vibración. Poco eco y orejilla, que se dice por Cirbonia.

Javier Marín estuvo bien, tranquilo y con recursos para cuajar quizá la mejor faena de su carrera. Amén de la serie de faroles de rodillas en la salida del tercero, un colaborador y suavón Meloso, gustó su puesta en escena muleta en mano. Hubo acople, temple y variedad. Buen epílogo con luquecinas y muy derecho con la espada, aunque la estocada tendida hizo que el doblar de manos de toro se retrasara un mucho.

Leal se hizo cargo de la lidia de Potrillo, 4º en el orden de lidia. El ejemplar de El Pilar, bien hecho, fue de menos a más, como la faena en la que el gabacho volvió a mostrarse expresivo y dominador. Abusó algo en redondo del toreo con la suerte descargada para alargar los recorridos. Faena a más, también en colocación y estocada volcándose, encunándose y saliendo cogido sin consecuencias. Dos orejas, más una del primero, tres. Todas merecidas. Potrillo, a más en bravura y clase, fue ovacionado en el arrastre. Leal va a ser, sin duda, un seguro para empresas y públicos. Expresión muy guapa, mando y rotundidad.

David de Miranda dejó el mejor ramillete de verónicas de la tarde ante el 5º, Alambito, que, como sus hermanos, menos el 3º al que le zurraron más, se dejó en un único puyazo. El onubense de Trigueros lo aprovechó con fino dibujo al principio y con resolución ya con un toro crecido en bravo. Un pelín distraído fue Alambito, pero se entregó cual aviador haciendo continuas rasantes. Y sin ser tonto. Emoción conjuntada por la clase del diestro , la brillantez de la banda de música y las llamadas campaneras de la aledaña parroquia a la Novena de la Virgen de la Paz. Glorioso, vamos.

Javier Marín, que ya enseñó su madurez y templanza en su 1º, con el 6º, Potrico, el más deslucido y complicado, mostró su capacidad lidiadora. El navarro no se arrugó ante rebrinques y miradas. Pudo con el toro. Mató bien y con la traca final desorejó al tal Potrico.