- Sobran dedos en una mano para contar cuántos jóvenes del pueblo han optado por la agricultura como medio de vida. Y los que hay, como Sergio García, no han empezado de cero, sino gracias a todo lo sembrado por padres o tíos. En 2017, cuando cerró la fábrica donde trabajaba, a sus casi 30 años, empezó: “Mi padre estaba a punto de jubilarse y, por no abandonar todo su esfuerzo, sentí el gusanillo de seguir con lo que él había construido”.

En su corta experiencia al frente de la explotación, García observa que la problemática general se agrava. “Han subido los costes de todo, desde el gasolina los fertilizantes o insecticidas... Te dejan una lista muy corta para poder tratar las plantas, te piden mil autorizaciones, inspecciones, no se encuentra mano de obra... Obligaciones todas, pero cuando ocurren estas cosas ayudas excepcionales como a otros gremios ninguna. Yo no empecé de cero, pero con este panorama es normal que nadie quiera empezar”, expone.

Precisamente él ha sido de los más afectados. Estima que ha perdido un 40% de toda su producción, pues de sus 150 robos ha perdido 60. “Me da rabia que, como está ocurriendo tantas veces, ya se está normalizando. Ya la gente no se sorprende de esta desgracia y se ve como algo normal”, reivindica, “si llega una pandemia y los bares cierran, se les ayuda; si a una fábrica grande no le salen las cuentas, ahí está el Gobierno para dar la mano... pero esto, como somos tantos y el mal se reparte entre muchos, parece que no pasa nada”.

La postura de este joven es respaldad por los veteranos porque nadie en Buñuel cree que, así como ahora, el relevo generacional exista y eso que Buñuel “ha sido, es y debería continuar siendo un pueblo agricultor, tenemos una tierra privilegiada”.