Tiene a su familia en Bilbao (él es de Barakaldo), el lugar en el que están todas sus emociones personales. Viaja a la capital de Bizkaia con frecuencia, aunque menos de lo que le gustaría. Y si hablamos de su profesión tendríamos que volver la mirada, hacer un giro de un cuarto de siglo, para verle en el programa que presentaba por aquel entonces Isabel Preysler en Telecinco, Hoy en casa. Tobías era el responsable del apartado de salud, se sentía cómodo en él y estaba en su salsa: es nutricionista y sabía de lo que hablaba. Pero siempre le ha gustado evolucionar, y su pasión por viajar le llevó a crear Españoles en el mundo, un formato que, valga la redundancia, ha dado la vuelta al mundo y que hoy existe, con sus adaptaciones, en muchas autonomías españolas y también en otros países. Además, este nutricionista metido al universo audiovisual, y con notable éxito, ha elaborado muchos reportajes mostrando los horrores de los terremotos, las guerras y otros desastres, naturales o provocados por el hombre. 

PERSONAL

Edad: 54 años.

Lugar de nacimiento: Barakaldo.

Formación: Es doctor en Nutrición y técnico en emergencias.

Inicios: Aunque ya había trabajado en Telemadrid, la popularidad le llegó cuando aterrizó en Telecinco de la mano de Isabel Preysler con una sección da salud en el espacio Hoy en casa. Durante su primera etapa televisiva estuvo muy relacionado con el mundo de la salud. Luego ha hecho programas de entretenimiento puro en Televisión Española. 

Trayectoria: En 2003 fundó su propia productora para dar salida a todas sus ideas y creó uno de los programas más emblemáticos, que aún se sigue emitiendo, Españoles en el mundo. Tras producirlo, dirigirlo y presentarlo durante su primera etapa se dedicó a otros menesteres dentro del campo audiovisual, casi siempre con un fuerte contenido social. Ha desarrollado proyectos como Al límite 112, Factor humano, Destino Europa, Madrid en mi maleta, Efecto ciudadano, El viajero del tiempo o La raya, estas dos últimas para Canal Historia. Uno de sus documentales más aplaudidos es Sueños de Haití, que comenzó a rodar al día siguiente del terremoto. Recientemente ha estrenado su último proyecto, El camino interior, un viaje íntimo que reflexiona con invitados sobre las secuelas que ha dejado, más allá de lo físico, el Covid.

Si volvemos la vista atrás y viajamos a sus orígenes ante las cámaras, tenemos que decir que llegó a la televisión de la mano de Isabel Preysler.

Sí. Ja, ja, ja. Yo era el especialista que hablaba de salud en el programa que presentaba ella en Telecinco, Hoy en casa. Pero estamos yendo muy atrás, porque hace de esto 25 años. Fue una experiencia muy particular.

¿Por qué se metió en televisión hablando de salud?

Porque soy doctor en Nutrición y técnico en emergencias sanitarias. Siempre estuve interesado en el tema de la salud y cuando se me dio la oportunidad en televisión, la aproveché. Aunque la popularidad me vino con el programa de Isabel Preysler, yo ya hacía en Telemadrid, con Alipio Gutiérrez, una sección de salud en Madrid directo. Mi entrada en los medios fue de manera natural, hablando de salud.

Su siguiente paso fue el mundo audiovisual, delante y detrás de las cámaras, pero de una manera mucho más general. 

Fue también un paso lógico. Durante años estuve pasando consulta, dirigía cuatro clínicas y combinaba este trabajo con la aparición en los medios de comunicación. Comprendí y me di cuenta de que el audiovisual es el motor más potente para cambiar el mundo. Cuando me di cuenta del poder que tenían un documental o una película, los medios de comunicación en general, pensé que tenía la obligación de utilizar esos motores para ayudar a mejorar el mundo en el que vivimos, luchar por los derechos humanos, buscar esos lugares donde se cometen grandes injusticias. Se trata de poner voz a las causas y dar voz a las personas que no la tienen.

El terremoto de Haití parece un punto de inflexión en su vida.

Fue hace catorce años y yo me marché al día siguiente de ocurrir con las cámaras hacia allá, para rodar Sueños de Haití, el único documental que se hizo en el mundo en los días posteriores al terremoto. Me di cuenta de que no podía abandonar este compromiso. Desde entonces, cada año filmo con mi productora un proyecto en cualquier parte del mundo que sea cien por cien social, solidario y benéfico. Se buscan causas que merezcan la pena ser contadas y que fomenten la solidaridad entre las personas, que generen conciencia social. Estos proyectos se financian al 100% a fondo perdido, y lo que se recauda en todo el mundo y por tiempo indefinido está destinado a proyectos sociales.

También hace proyectos comerciales.

Sí, también, pero casi dedico más tiempo al año a hacer proyectos sociales que comerciales. Intento combinar ambos trabajos, pero siento una atracción fatal por los temas sociales. Creo que a través del audiovisual podemos poner en valor todas aquellas causas por las que deberíamos luchar.

"Trato de poner voz a las causas y darla a las personas que no la tienen”

¿Un hombre enganchado a las cámaras?

Depende de cómo lo digamos, porque la palabra enganchado puede tener una connotación negativa. Yo no diría enganchado, diría otro término.

¿Enamorado, seducido?

Quizá sea más correcto. Mi pasión es comunicar y la he unido a este objetivo social. Así me he dado cuenta de que podemos cambiar el mundo a través de lo que mostramos en un documental o en una película. Se puede cambiar el mundo a través de una pantalla. Esto hace mucho tiempo que para mí dejó de ser un trabajo. Es mi pasión y es casi una forma de vida, una forma de estar en el mundo o un estilo de vida.

¿Se había planteado siempre como objetivo el estar en televisión?

Bueno, yo era un niño raro, muy raro.

¿Raro? ¿Por qué?

Veía La 2. Veía los documentales de esa cadena después de comer y no me dormía con ellos. Algo dentro de mí me hacía soñar y pensaba: Algún día yo haré eso. Recorreré el mundo y contaré historias. Lo de empezar a hablar en televisión de salud ni siquiera lo busqué. Me llamaron. Participaba en congresos y había gente que me había escuchado hablar, a la que le gustaba lo que contaba y cómo lo contaba, y se me fueron abriendo las puertas.

Uno de sus sueños era viajar, y lo ha conseguido en la realidad y también a través de la televisión.

Imagínate, siendo el creador de Españoles en el mundo soy un viajero absolutamente impenitente. Desde niño sentía un impulso muy fuerte, quería recorrer el mundo. Soy de Bilbao y me encanta, me encanta mi tierra, pero le decía a mi madre que sentía que tenía que volar. Había viajado antes de crear el formato, pero no tanto como desde entonces.

También ha dejado volar el programa, porque hace ya mucho tiempo que no está en Españoles en el mundo.

Estuve en las primeras temporadas, cuando el programa arrancó. Lo producía, lo dirigía y lo presentaba. Pero en un momento determinado decidí dejarlo, porque si me dedicaba a él no hacía nada más, no evolucionaba profesionalmente.

Es nutricionista de formación, pero su trayectoria está muy ligada a la televisión.

No quería morir de éxito, ¿no?

No sé si ese era el planteamiento. Cuando lo que estoy haciendo durante equis tiempo ya no me aporta crecimiento personal ni profesional, digo: Aquí paro y vamos a por otro reto. Le cedí el testigo a Televisión Española y me planteé que deseaba seguir viajando por todo el mundo, pero lo quería hacer produciendo y dirigiendo grandes formatos. Esto me ha llevado a hacer documentales de cine o series documentales para grandes cadenas de España y también internacionales, como Canal Historia.

Españoles en el mundo ha sido replicado por otras cadenas.

Puedo decir que lo ha sido por multitud de televisiones de todo el mundo. Todas las autonómicas tienen o han tenido este formato. De hecho, cuando Madrileños en el mundo yo ayudé a ponerlo en marcha, porque me pidieron que les explicara cómo hacerlo. Este formato ha recorrido el planeta. Por ejemplo hay Mexicanos en el mundo, Italianos en el mundo y casi de todos los lugares en el mundo.

Ha recorrido el planeta hablando de emergencias sociales. ¿Qué pasa con el cambio climático?

Cuando sucedió el terremoto de Haití me fui para allá. Después fue el de Nepal, luego llegaron los refugiados de Siria, vino la crisis económica, que nos afectó muy fuerte, y creé Efecto ciudadano, un proyecto para ayudar a las personas en situación de vulnerabilidad. Cada año he ido eligiendo un proyecto. Hace como tres, cuando ya se estaba hablando del cambio climático y de la sostenibilidad, me planteé una cosa que no se había hecho nunca, y era rodar la primera película de cine en el mundo sostenible y con huella de carbono cero, El secreto de Ibosim. Se estrenó en el Festival de Málaga y está pendiente de saltar a las salas de cine, a las televisiones y las plataformas.

¿Hay mucha gente que sigue mirando hacia otro lado?

Demasiada, pero es como si tú una mañana decides salir sin paraguas aunque esté lloviendo. Que no quieras verlo, que no lleves paraguas, no va a evitar que siga lloviendo, y si llueve te vas a mojar. Esto es lo que nos está pasando con el cambio climático. En este momento estoy rodando una serie documental que se va a llamar Generación S-living. Va a poner ejemplos en positivo de lo que las empresas, las personas y las instituciones están haciendo bien para frenar el cambio climático.

Hablemos de la pandemia, que seguro que también está en su sumario de intenciones.

Cuando empezó el tema del Covid me di cuenta de que iba a dejar secuelas más allá de la propia enfermedad. Secuelas psiquiátricas, psicológicas, emocionales y existenciales. Me he dado cuenta de que hay mucho miedo, mucha angustia, ansiedad, depresión, y que la gente no se atreve a decirlo en voz alta por miedo al estigma, por miedo a perder el trabajo o sus relaciones sociales. Hay millones de personas sufriendo en silencio estas secuelas, y decidí rodar una serie que se ha estrenado en Movistar y próximamente en Televisión Española que se titula El camino interior.

"Yo era un niño raro, muy raro, veía los documentales de La 2 y no me dormía”

Un viaje muy intimista, ¿no?

Y tanto. La he rodado aprovechando el Camino de Santiago. En ese momento, el camino estaba desierto. Mediante la conversación que se ha generado con los que han compartido este viaje conmigo quiero dar herramientas a las personas para ayudarles a salir de esta situación a la que nos ha llevado la pandemia: incertidumbre, miedo y angustia. Le ha gustado al cien por cien de la gente que la ha visto. Lo que hemos hecho es medicina para el alma.

¿Todo este currículo que usted lleva en la mochila responde a los sueños que tenía aquel niño que veía en Bilbao y veía a contracorriente La 2?

Sí, es parte de aquellos sueños, pero normalmente tendemos a mostrar una de las dos caras de la moneda. Siempre mostramos lo bonito, lo positivo, el éxito, el triunfo…

¿Ha convivido con el fracaso?

Como todo el mundo. Ha sido una pelea enorme y he dejado muchas cosas por el camino para llegar hasta donde estoy ahora. Y esa pelea sigue existiendo. Cada proyecto que empiezo es una pelea desde cero. En este mundo en el que vivimos, sobre todo en el audiovisual, uno es tan malo o tan bueno como su último proyecto. Es así de injusto. Es que el propio Rafa Nadal gana un partido y es el mejor tenista de la historia, pero lo pierde y todo el mundo dice que está acabado. Vivimos en la locura de la falta de conciencia y de reflexión. 

¿Se resigna a esta valoración?

Soy optimista y siempre digo que la única obligación que tenemos con nosotros mismos es la de intentar perseguir los sueños. Otra cosa son las obligaciones, que son muchas, con nuestras familias, amigos, con el trabajo o con la sociedad.

Dicen que casi nunca se consiguen los sueños.

Algunos sí, a veces sí se consiguen, y cuando no, que también pasa, sirve como aprendizaje y seguramente te va a facilitar conseguir otro sueño que tengas mañana. Ese es el camino en el que estoy yo.

Juzgamos con dureza la tele y la calificamos muchas veces de entretenimiento frívolo. ¿Cree que ha logrado unir entretenimiento, cultura y temas sociales?

Cuando creé Españoles en el mundo me negaba a creer que el entretenimiento tenía que ir por un lado, para la gran masa, y la cultura para una minoría y sin ningún tipo de interés. Llevo ya unas 2.800 horas producidas que demuestran que no es verdad, que los conceptos de entretenimiento y cultura se pueden unir, que no tienen que ir por caminos separados. Se pueden hacer programas que peleen por las audiencias, que la gente quiera ver y que además aporten algo positivo a la sociedad. No demonizo el entretenimiento per se, sí creo que cumple una función, pero también que hay excesivo entretenimiento sin sustancia.

¿Ese exceso no deja espacio a programas que completen la oferta de entretenimiento y cultura?

Sí lo hay, claro que hay espacio. Muchas veces he dicho a los directivos de las cadenas y las plataformas que puede haber entretenimiento del jajaja y de la evasión, pero que también hay espacio en las parrillas para incluir un programa a la semana que dé otra perspectiva y que no por ello deje de entretener. Reconozco que últimamente mis ideas y las de otras personas que piensan de forma similar van penetrando. Proyectos que he presentado y que tienen como objetivo ayudar a la gente, hacernos reflexionar y tener pensamiento crítico, están siendo acogidos por estos directivos. El ejemplo último es El camino interior.

¿Mantiene algún tipo de relación con Bilbao?

Claro, una relación permanente. Nunca he dejado de estar allí, porque toda mi familia vive en Bilbao. No es como el anuncio del que vuelve a casa por Navidad, yo no dejo que pasen dos meses sin estar en casa. Para mí, Bilbao es estar con mi madre, mis hermanas, mis sobrinos… Con mi familia.

¿Echa algo de menos?

Muchas veces me han preguntado cuál es lugar del mundo que más me gusta después haber recorrido casi tres cuartas partes del planeta. La realidad es que los lugares no nos gustan en función de los paisajes, de la comida; los sitios nos gustan en función de las emociones que nos producen, y normalmente, las emociones están relacionadas con personas. Seguramente vas a ser más feliz en un pueblo de extrarradio de España y con la gente a la que quieres, que yéndote a las islas Fiyi solo o con gente con la que no quieres estar. ¿Qué echo de menos de Bilbao? Permanentemente, echo de menos a mi familia.