A veces sonreír es la mejor forma de contribuir a cambiar el mundo. La frase no es mía, la he tomado prestada. Me gusta la idea. Me he acordado de ella viendo la divertida pancarta de los vecinos y vecinas de la Txantrea. Sonreír para cambiar el mundo, el propio y el colectivo, ese espacio social que compartimos cada día. Dejar de cabrearte y tratar de ser positiva, porque desde el optimismo es mucho más fácil la salida. Dicen, los que entienden de esto, que cuando se actúa con optimismo es más sencillo llegar al fin propuesto, porque impregna cualquier meta con la seguridad de que es posible alcanzarla. Vivir con sentido del humor, ver el lado positivo de las cosas, la botella medio llena, ese no hay mal que por bien no venga... El humor y la fiesta han sido y son instrumentos de lucha mucho más eficaces que el odio y la violencia. Quizás por eso los polític@s temen tanto a los humoristas, en cualquier medio que se expresen, televisión, viñetas... porque un chiste puede ser mucho más contundente que un editorial. Además, la risa y la fiesta son contagiosas, tienen la virtud de sumar, de atraer a la gente, algo que no se consigue desde el otro lado. Por eso en su día las manifestaciones de la Insumisión, ese movimiento fresco, plural y eficaz (acabó con la mili), tuvieron éxito; por eso las pancartas de las peñas eran y son una cita esperada antes de San Fermín. Por suerte todavía quedan las pancartas como forma de expresión, como la que puso la guinda a la estrambótica actuación municipal contras las fiestas de la Txantrea: "Gracias Barcina, nos mola la piscina". Pues eso. Que vayan sacando los flotadores en el resto de los barrios.
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