YA ha llegado la fecha: por fin se van los tres curas de la parroquia Virgen del Río. Lino, que ya está jubilado y que sigue acudiendo fielmente por pura devoción, por amor a su trabajo, por seguir manteniendo viva la ilusión en su pueblo, su gente, su coro, su fe... Jesús Mari, el hasta ahora párroco, con toda una vida unida a este lugar (allá quedan las reuniones habituales con jóvenes, salidas..) que vive muy cerca y conoce a todo el barrio. Y Tomás, el más joven y el de más reciente incorporación, aunque ya estamos hablando de muchos años, que compagina su función en la parroquia (el cariño y cercanía que ofrece a nuestros mayores hace que éstos se acerquen a la iglesia con una confianza y una fe nuevas para ellos) con la familiar, posible por la proximidad entre ambas.
Han ido llegando hasta nosotros en distintos momentos, pero se han implicado tanto en su trabajo, han puesto tanto de sí mismos, que han calado hondo en nuestros corazones. Su dedicación y entrega, su sencillez y cercanía, nos hablan y muestran más a Jesús de Nazaret y su mensaje que cualquier sermón, que cualquier lectura. Todos nosotros los hemos podemos encontrar ligados a momentos importantes de nuestras vidas (bodas, bautizos, funerales?), pero no como meros testigos, ¡no!, sino como amigos queridos que se alegran, lloran y ríen con nosotros. Podríamos añadir tantos y tantos momentos especiales, no por serlo como tales, sino por lo que de encuentro tenía, que nos va a ser difícil olvidarlos.
Es precisamente esta Iglesia que hoy les separa de nosotros y nuestro barrio quien nos está alejando poco a poco, quien con sus actos y decisiones, tan en contradicción con lo que Jesús predicó con su ejemplo, con su vida (¿estar con los pobres y marginados? ¿Valorar el fondo de la persona y no su cartera ni su exterior? ¿Destruir el negocio en que se han convertido muchas veces los actos de la Iglesia? ¿Valorar y facilitando el papel de la mujer, sin reducirla sólo a esposa-madre?....) nos ha hecho sentir que no somos o no queremos ser parte de ella, a pesar de estos queridos curas que, con su hacer claro y sencillo, nos muestran lo contrario.
Supongo que, desde arriba, lo que quieren es que ésta deje de ser una parroquia de barrio, y de barrio obrero, por añadidura. Supongo que ahora volveremos a actividades parroquiales más próximas a la teoría y práctica de la Iglesia institucional (confesionarios, penitencias, ¿a las mantillas y las mangas largas en las mujeres?) Y, ¿por qué no, también las misas en latín y de espaldas? En definitiva, de una Iglesia mucho menos implicada, mucho más lejana Y claro, como primer paso, lo indicado es arrancar de cuajo la raíz: Lino, Jesús Mari y Tomás, Fuera. Repartidos, separados.
Por eso, nuestro agradecimiento a Lino, Jesús Mari y Tomás por su fe, su dedicación, su silencioso y amable estar, acompañándonos en nuestro caminar por este mundo que nos ha tocado vivir. ¡Eskerrik asko zareten bezalakoak izateagatik!
Loli Echeverría