¿Qué hizo que un hombre que llevaba una vida aparentemente controlada en Vitoria, en libertad, a pesar de portar una pulsera de control telemático por haber sido condenado por yihadismo, a emprender una carrera violenta en la que acabó supuestamente con la vida de tres hombres en Tudela, Ribaforada y Lleida? Es la principal pregunta sin respuesta en la investigación policial que la Guardia Civil desarrolló durante más de un año, hasta poner nombre y cara, y detener, al último asesino en serie en España, Allal El Mourabit, de 54 años. “No ha declarado ni ante nosotros, ni ante el juzgado. Así que él sólo sabe por qué lo hizo, qué se le pasó por la cabeza, si lo hizo porque simplemente quería huir del Estado español, que es lo que dijo en el juicio en el que fue condenado por yihadismo”.
Habla uno de los dos instructores del caso, actual responsable de la UOPJ (Unidad Orgánica de Policía Judicial) de la Guardia Civil de Navarra, que durante casi un año y medio vivió y durmió pensando en la persona que había asesinado a Pedro Oyón Villahermosa, de 68 años; José Luis Aguado Martínez, de 80; y Ramón Rosell Cierco, de 84, hasta lograr su detención, el pasado 25 de marzo en Francia. Miles de horas, con abundantes recursos dedicados por parte de la Guardia Civil, a esclarecer los crímenes que ocurrieron durante los últimos dos meses de 2023.
Operación Ricervia
La operación Ricervia (mezlca de Ribaforada y el Molino de Cervià, lugar en el que fue localizado el coche del hombre asesinado en Ribaforada) arrancó el 21 de diciembre de 2023, con el hallazgo del cuerpo José Luis Aguado Martínez. “Presentaba lesiones muy graves que, en principio, podrían ser compatibles con las hélices de la motoazada. Pero faltaba el coche y eso nos hizo sospechar”, explican desde la UOPJ de Navarra.
Un mes antes, el 22 de noviembre de 2023, era localizado en un olivar a las afueras de Tudela el cuerpo de Pedro Oyón con múltiples cuchilladas, un crimen que investigaba la Policía Nacional. “En un principio no relacionamos nuestro caso con el de Tudela, creíamos que eran cosas diferentes. Se pensó que podría ser un vecino del pueblo con el que la víctima tenía rencillas, pero luego se descartó. También es verdad que las dos eran muertes violentas, pero en nuestro caso habían robado el coche y en el de Tudela, no”.
El Opel Astra de color rojo, propiedad de José Luis Aguado, fue localizado dos semanas después del crimen a más de 200 kilómetros, en un polígono industrial de Lleida. El Servicio de Criminalística del instituto armado sometió entonces al vehículo a una inspección ocular en busca de indicios del autor de los hechos y hallaron restos de ADN para contrastarlo con las bases de datos. No hubo match, es decir, no hubo coincidencia con los perfiles almacenados de miles de delincuentes, pero sí permitió relacionar el homicidio de Ribaforada con el de Tudela y, días después, con el que tendría lugar en Vilanova de la Barca.
El mismo ADN encontrado en el coche del hombre asesinado en Ribaforada sería encontrado en la escena del mismo crimen, como la motoazada, así como en la víctima y en su ropa. También fue encontrado en el coche del hombre asesinado en Lleida, otro Opel Astra que fue localizado semanas después de los hechos a las afueras de Béziers (Francia), localidad en la que un año después sería detenido El Mourabit, e igualmente en la escena de este crimen. Pero seguía faltando a quién correspondía.
Colaboración ciudadana
En el curso de la investigación, y tras ver un programa sobre los crímenes, un vecino de Cárcar contactó con la Guardia Civil para comentar que un mes y medio antes del asesinato de Ribaforada alguien había entrado en una autocaravana suya para dormir, un hombre que “podía llevar un objeto similar a un machete”. La inspección ocular del interior del vehículo permitió recuperar restos biológicos que coincidían con los hallados en las escenas de los homicidios.
La otra gran pista del caso la aportó una vecina de Azagra que en su momento había puesto en conocimiento de la Guardia Civil otro altercado en el que vio a “una persona rara, que podía estar haciendo algo con un machete” en su finca. “La mujer tenía una cámara de vigilancia instalada y remitió por WhatsApp a su hija un fotograma del individuo que pudimos recuperar. No era una imagen muy clara. Pero la remitimos a nuestros servicios centrales que, mediante técnicas informáticas, buscaron coincidencias faciales y corporales con los recogidos en las fichas de delincuentes. De esa forma obtuvimos el nombre de El Mourabit”.
Simultáneamente, el Instituto de Ciencias Forenses Luís Concheiro de la Universidad de Santiago de Compostela realizó un estudio del genotipo y origen geográfico del ADN del supuesto asesino. “El resultado permitió reducir el número de sospechosos al revelar que correspondía a un varón originario del norte de África con los ojos castaños y el pelo oscuro”.
Centradas las pesquisas sobre El Mourabit, cuyo rastro se había perdido el 27 de septiembre de 2023 al desactivarse la pulsera telemática que le había impuesto la Audiencia Nacional, la Guardia Civil solicitó al juzgado la obtención de ADN de algún familiar cercano para compararla con las recogidas en las escenas de los crímenes y confirmar las sospechas. Lo hicieron de dos hermanos y el laboratorio confirmó poco después que estas compartían aproximadamente un 50% del ADN con la persona que había dejado los restos hallados en el volante y, por tanto, que estas pertenecían presuntamente a El Mourabit, que sería detenido pocos días después, el 25 de marzo de este año, en Béziers.