La batalla de la Escuela Oficial de Idiomas de Pamplona
CADA septiembre, la Escuela Oficial de Idiomas de Pamplona (EOIP) se atascaba en los periodos de matrícula: colas interminables, falta de información, desconcierto sobre el proceso de adjudicación de plazas... un verdadero engorro tanto para los aspirantes a alumnos como para el personal administrativo del centro. Este año, con el fin de mejorar el servicio al ciudadano, la institución dependiente del departamento de Educación del Gobierno de Navarra dio un revolucionario paso para agilizar el proceso de matrícula: ofertar todas las plazas a través de Internet. Sin preinscripción, ni desplazamientos, ni filas, todo quedaba solucionado gracias a las nuevas tecnologías. ¡Todo!
El viernes 17 de septiembre era la cita para la matrícula. A las 9 de la mañana enarbolé el ratón con ansia de cazar una de las codiciadas plazas y esperé a que todo saliera bien. Seguí esperando. Tras un buen rato, la web envió un mensaje tan poco explicativo como indiscutible: hay que esperar al lunes para matricularse.
Así pues, fin de semana mediante, el lunes me senté de nuevo frente al ordenador con idéntica finalidad. Desde las 9 de la mañana hasta casi las 11 sobreviví a mensajes de error, cortes de señal y unos alentadores pasos de página que parecía que llevaban a algún sitio pero, de nuevo, terminaban atascándose. Pensé en colapso de los ordenadores, ¡pobres! Pero, ¿no debería haberse planeado una aplicación que fuera capaz de soportar las miles de entradas de todas las personas que estábamos citadas a la misma hora para hacer la matrícula? ¿Por qué es válida la matrícula de alguien que ha conseguido burlar el colapso del servidor, cuando es claro que no todos hemos tenido las mismas oportunidades?
Cansada de intentarlo, infructuosamente, desde mi silla, me personé en la EOIP. Lo que vi no tiene explicación. En la inmensa fila de gente nerviosa y malhumorada se sucedían los gritos, la crispación, los amontonamientos... Un episodio propio de otras épocas y no de una era en que utilizamos las nuevas tecnologías para ahorrarnos esas desagradables escenas. Los administrativos, a los que creo necesario exculpar de este desaguisado, estaban desbordados.
El despropósito no acaba aquí. Tras la fila en la que daban el número para entrar a hacer la matrícula a la manera tradicional, había que esperar otra para comprar el sobre de matrícula. O sea, que sin saber si había plazas para el idioma y nivel que se pretendía, había que gastar 1,20 euros en el sobre de marras. Éste fue mi caso y, claro, regalé el sobre porque cuando conseguí avanzar a través de todo el caos descubrí que había perdido la mañana, me había subido la adrenalina de manera innecesaria y, además, me había quedado sin plaza.
Es curioso que, con un Gobierno que exige un cierto nivel de inglés para optar a multitud de puestos de empleo público, no haya una oferta suficiente de enseñanza de idiomas. Que tras tres años intentando matricularme en la EOIP tenga que recurrir a una academia privada, donde me cobran 200 euros al mes por dos horas de clase a la semana. Y que, tras perder prácticamente dos mañanas en el esfuerzo de conseguir una plaza, sea la casualidad o el capricho en los atascos de un servidor informático quien haya decidido que seguiré sin poder entrar en la Escuela Oficial.
Tras tanto padecer estéril me gustaría unirme a las voces que solicitan una anulación de la pantomima que vivimos el pasado lunes. Que se vuelva a iniciar el proceso de una forma justa, donde las reglas del juego sean las mismas para todos. Si es por Internet, que funcione; y si es en persona, que se ordene. Pero sobre todo, que se pueda sentir que todos tenemos las mismas oportunidades para acceder a la EOIP.
Leire Ciriza