DESDE que conocí a Gregorio González, Don Goyo, siempre añadió a su vida una familia muy especial: las Hermanitas de los Pobres y sus personas asiladas. Además de su apoyo constante a lo largo del año, llegada la campaña de Navidad había que echar un cable a las Hermanitas. Cada año una propuesta y una meta que se iba consiguiendo gracias a la solidaridad y generosidad de aquella audiencia de la radio.

Cuando abandonó la vida laboral, no perdió su espíritu solidario. Llegado el mes de noviembre sonaba mi móvil. En la pantalla aparecía su nombre. En cualquier otro mes podía adivinar una convocatoria para una comida compartida con antiguos compañeros y amigos. Sin embargo, llegada la recta final del año sabía que el motivo era echar un cable a las Hermanitas. Quedábamos en mi oficina, en la Cruz Roja, donde él acudía con su inseparable Angelines, su esposa (maravillosa persona) y un manuscrito a bolígrafo en hoja de cuaderno. Yo transcribía en el ordenador su mensaje a los medios con invitación a la población a realizar sus aportaciones de apoyo a las Hermanitas de los Pobres y a prestarles un espacio de difusión para tal fin. En los últimos años, ya venía barruntando que algún día se tenía que marchar y, de vez en cuando me dejaba caer?: "cuando yo falte seguirás ayudando a lar Hermanitas, ¿no?...". Y mi respuesta era siempre la misma: "¡Que sí, pesao? Pero si aún te queda mucho por delante?!". La última vez que me repitió "seguirás apoyando a las Hermanitas, ¿no?", estaba postrado en la cama del Hospital Virgen del Camino. Yo pensaba que para final de noviembre tuviese ese manuscrito anual que transcribir y reenviar, pero no pudo ser. Y a partir de aquí, permítanme, que ya sólo me dirija a él.

Te fuiste el 1 de noviembre, el Día de Todos los Santos. Fue el destino, pero en esa fecha te recordaremos siempre con las virtudes que se les nombra a todos los San. Goyo, tomo tu testigo. Te lo prometí en vida y lo mantengo. Seguiré ayudando a las Hermanitas de los Pobres en el campo que yo controlo, la comunicación. Y en lo que demanden de mí. A la salida de tu funeral, Sor Luisa me enseñó una carta de tu puño y letra donde, además de disculparte por no poder acudir a la inauguración del nuevo asilo, anunciabas que legabas tu compromiso para con ellas a este chico de la Cruz Roja, y a otras personas? (unas escritas y otras por inscribirse). Sor Luisa se emocionaba, como lo hacíamos muchas personas en aquel triste día. Pero ella lo hacía con la angustia de haber perdido a un benefactor muy especial. No por el dinero, sino por tu compromiso con su misión. Se lo dije a ella y ahora te lo digo a ti: que sepas que cumpliremos tus deseos. Ves, otra vez estoy perdiendo tu premisa de concreción y brevedad? Vamos a lo que vamos. Sor Lucía, inmersa en su emoción del momento, dejó una de esas frases mensaje (slogan) que tanto te gustaban a ti: "Los ladrillos están pegaos, pero no están pagaos", haciendo referencia a la deuda pendiente después de la construcción del nuevo asilo. Si te parece, ese sería el lema de la campaña que tú, allí donde estás, propones a la población: ayudar a las Hermanitas de los Pobres a hacer frente a la nueva casa donde acogen a personas mayores con escasos recursos y donde luchan, día a día, por ofrecerles felicidad y bienestar.

Y ahora vuelvo a dirigirme a todos ustedes buscando esa solidaridad que ayude al mantenimiento de la labor de las Hermanitas y a sufragar la nueva casa. Cualquier cantidad será importante, máxime en los tiempos que corren. Pueden ponerse con contacto con ellas a través de los teléfonos 948 144300 y 646 648708, o en el propio asilo de la avenida de Guipúzcoa, nº 38. Con sus aportaciones harán felices a la familia de las Hermanitas y a él. Goyo, Don Goyo, nos quedamos con tus Hermanitas.

Jose Aldaba Legazpi

El hijo de la radio, de Don Goyo