SÓLO se puede entender lo sucedido anoche en Egipto como el más moderno de los arcanos políticos del país de los faraones, capaz de cambiar en minutos la anunciada marcha del poder de Hosni Mubarak ante la presión popular por un discurso en el que se aferró al poder con tiritas como la delegación en su vicepresidente o la convocatoria de elecciones dentro de siete meses. Y lo hizo a costa de exacerbar la violencia de la enorme revuelta que ha tomado las calles en los últimos días y de situar al Ejército ante la disyuntiva de protagonizar una sangrienta represión o un golpe que dé paso a la apertura política o a un aggiornamiento del régimen sin la actual cúpula. Si algo ha quedado claro en Egipto es que Mubarak únicamente será apartado de la presidencia por las mismas Fuerzas Armadas que le encumbraron tras el asesinato de Anuar el Sadat en 1981 y con la aquiescencia de los intereses internacionales. Los rumores de su luego falsa renuncia surgieron después de que el Consejo Supremo militar iniciara en la tarde de ayer una reunión extraordinaria que no era ajena a las multitudinarias movilizaciones contra el presidente, los paros de los trabajadores del petróleo, los ferrocarriles y, sobre todo, la amenaza de una huelga que paralizara el Canal de Suez, la mayor fuente de ingresos del país y una de las llaves del precio del crudo. Pero la resistencia de Mubarak y el enigma sobre qué provocó anoche el inesperado vuelco de la situación dejan un auténtico jeroglífico por resolver. La consagración de Hussein Tantawi -que desde hace veinte años reúne en su persona los cargos de ministro de Defensa, responsable de la industria militar y comandante en jefe de las Fuerzas Armadas- como hombre fuerte o una transición en manos del vicepresidente Omar Suleiman -en el que trata de sostenerse ahora Mubarak- se antojan ya soluciones incapaces de ofrecer una salida controlada a la grave convulsión en la que se ha sumido Egipto ante una revuelta sin precedentes. Al Ejército no le sirve ahora la solución constitucional de repetir los pasos de 1981 para designar al sucesor del rais y tanto para sostener al dictador y enfrentarse a las masas como para dar paso a una versión más o menos edulcorada del régimen o provocar una ruptura política se ve abocado a imponerse por la fuerza.
- Multimedia
- Servicios
- Participación
