Gestión política
LLAMA la atención que se requieran tantos ajustes y con tanta premura, con motivo de ahorrar un gasto económico que en otros tiempos no formaba parte de los objetivos, al menos con la urgencia de ahora. Es indudable que, antes y después, se ha gastado más de lo que era necesario y, como consecuencia de una práctica poco reservista en previsión de flaquezas, ahora existe el apuro del ahorro y de la restricción.
La mala gestión de nuestros gestores, el derroche administrativo y la tardanza en la adopción de los ajustes necesarios, justifican de sobra el rechazo general de la población a la política de gestión de todos, absolutamente todos nuestros gobernantes, y la adopción de posturas hábiles que nuestros políticos no han sido capaces.
Así las cosas, sorprende el grado de bondad de las gentes que, a pesar de las dificultades, se mortifican con las penurias que padecen como consecuencia de los reveses de nuestros políticos.
No sorprende tanto, nada diría yo, que nuestros gestores perduren en su sinrazón, muchas veces justifiquen sus atropellos y, para colmo, traten de solventar los desastres operativos a costa de quienes contribuyen en el sustento de nuestros gobernantes.
Sobran comprobantes que justifican una investigación detallada de nuestros políticos, ahora y antes, con el propósito de conocer los desórdenes de su gestión que, no por tratarse de un fenómeno internacional, ha tenido consecuencias especialmente dañinas en nuestra economía.
Por la mayoría es bien sabido que multitud de cargos de nuestra Administración nunca debieron existir como consecuencia de su inoperancia. Hemos conocido cómo determinados presupuestos han superado con creces el coste inicial en las licitaciones de obras públicas. También es popular el cobro de comisiones como consecuencia de favoritismos cuando se ha tratado de satisfacer las necesidades de empresas promotoras y también constructoras de obras públicas o privadas que además han resultado deficitarias. Qué decir de los salarios desmedidos que cobran nuestros políticos y muchos altos cargos, así como las pensiones, unas veces vitalicias y otras temporales, en cualquier caso indebidas, de tantos otros. Solo son algunos ejemplos que demuestran la necesidad apremiante de los ajustes que se están realizando con mucha tardanza.
Finalmente, algunas consideraciones: al traste con varios ministerios y departamentos inútiles. Que se restrinjan también buen número de organismos y cargos autonómicos que no sirven para nada. Que se modere el uso de coches oficiales, de las dietas, y también los viajes de nuestros cargos públicos. Que se revisen los sueldos de nuestros gobernantes y se rebajen también las retribuciones de la mayoría de cargos públicos. Que se anulen todos los cargos de confianza impuestos a dedo. Que se limiten muchos cargos públicos de las embajadas en el extranjero. Que se envíen a sus respectivos trabajos a todos los liberados sindicales. Que los partidos políticos y sindicatos se financien únicamente con las aportaciones de sus afiliados. Al traste con el Senado y también con las pensiones vitalicias y las cesantías de tantos altos cargos.
Los ciudadanos somos los únicos culpables de nuestros males por tolerar que nuestros políticos continúen ejercitándose en sus derechos, mermando los intereses de los contribuyentes y permitiendo que continúen en sus labores, muchas veces bien alejadas de la ética profesional.
En definitiva, al carajo todos los políticos de pacotilla que nos han conducido al precipicio y han hecho poco y tarde por evitar que nos despeñemos. Al carajo todos, pero todos los gobernantes que hemos conocido hasta el presente, unos por mamones y otros por haber consentido, sin oponerse a las gestiones de tanto chupón.
Benedicto Aguirre Echeverría
Medicina general-Urdax (Navarra)