EL Día Mundial de Lucha contra la Malaria se celebra desde hace 5 años el 25 de abril. Esta fecha supone un reconocimiento a los esfuerzos realizados para combatir esta enfermedad de consecuencias devastadoras en el mundo, especialmente en el África subsahariana. Sin embargo, estos esfuerzos pueden verse comprometidos si, tal y como se desprende de estudios recientes, el parásito aumenta su resistencia contra el tratamiento más eficaz que se conoce, la artemisina.
Este 25 de abril nos ofrece una oportunidad para recordar que la malaria continúa amenazando a más del 40% de la población mundial. Más de 500 millones de personas son infectadas cada año, y cerca de un millón fallecen como consecuencia de esta enfermedad, sobre todo en el África subsahariana. Las mujeres embarazadas y niños/as menores de cinco años se cuentan entre las poblaciones más vulnerables. Colectivos, asociaciones y ONGD del ámbito sanitario reivindicamos en este día, y en todos los días del año, la necesidad de compromiso y de voluntad política de los gobiernos para mejorar la cantidad y calidad de los recursos que se invierten en la lucha contra la malaria y, en general, en el fortalecimiento de los servicios públicos de salud.
Ahora bien, todos los logros obtenidos y el esfuerzo invertido en esta labor podrían verse seriamente comprometidos si, tal como se desprende del estudio publicado este mes en la prestigiosa revista médica The Lancet, esta enfermedad muta a formas que hacen que pueda ser intratable. Otras investigaciones han revelado que la artemisina perdió progresivamente su efectividad en la primera década de siglo.
La malaria y la pobreza están íntimamente conectadas, ya que esta enfermedad es más insuperable para los países y las comunidades más empobrecidas del mundo, que muestran un ciclo vicioso de pobreza extrema y mala salud. Es, en cualquier caso, una vieja conocida; no hace falta remontarse muy atrás en los tiempos en que se podía contraer la malaria en España.
Según el Informe mundial sobre el paludismo 2011, a pesar de los logros alcanzados - que han hecho disminuir la mortalidad por esta enfermedad un 26%-, el importe destinado a luchar contra ella no es suficiente para controlarla, estimándose que son precisos 5.000 millones de dólares anuales para lograrlo.
Sin embargo, en 2011 la Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD) sufrió graves recortes, especialmente en el sector salud, y en 2012 los recortes están siendo aún mayores, lo cual acarreará consecuencias irreversibles para la vida de millones de personas.
Ahora más que nunca resulta necesario reclamar que sea priorizada la salud y la lucha contra la malaria dentro de las políticas de cooperación sanitaria, promoviendo el acceso universal a la prevención y a medidas de tratamiento efectivas para toda la población que lo necesite. Se trata de, al menos, si no acabar con la enfermedad, continuar haciéndola retroceder y no desandar el camino recorrido, combinando el apoyo a la investigación con el fortalecimiento de los sistemas públicos de salud. Porque, sin sistemas de salud consistentes, el derecho a la salud que tenemos todos los seres humanos se queda en papel mojado.
Alfredo Amilibia
Medicusmundi Navarra