EL alivio recorrió ayer la Europa oficial. Los resultados en Grecia dieron una mayoría de escaños a las formaciones partidarias de seguir en la Eurozona y del rescate impuesto por la UE y la troika. La victoria del conservador Nueva Democracia liderado por Samarás -el principal responsable del andamiaje de mentiras con que Gracia engañaba a la UE-, se presentaba como un respiro, al menos momentáneo. No cabe duda de que una hipotética salida de Gracia del euro supondría un evidente riesgo de desestabilización y de desconfianza de los mercados que llevaría a un efecto contagio a países que están en la cuerda floja. La Europa burocrática y mercantilista veía con suma preocupación una posible victoria del pujante partido de la izquierda griega Syriza, que ha logrado incluir en el debate político la existencia de una alternativa a las ineficaces recetas que impone el ultraliberalismo conservador, y aglutinar a muchos sectores descontentos y contrarios a plegarse a las durísimas condiciones que se le están imponiendo a la población griega sin que los verdaderos culpables de la grave situación del país hayan pagado por ello. Castigo que sí ha sufrido electoralmente el Pasok, ejemplo paradigmático del fracaso definitivo de la socialdemocracia derechista, que sigue registrando un serio desgaste por su sumisa política en el Gobierno y por haber engañado a propios y extraños. La fuerte presión de la UE, con amenazas poco veladas a los griegos, ha surtido su efecto. Pero no todo está hecho en Grecia. De hecho, los mercados no dudaron en mirar hacia otro lado y, ante la desconfianza en la capacidad económica y financiera de España, seguir acosando a su deuda y lastrando a la Bolsa. Y en Grecia, los partidos deben afrontar ahora unas complicadas negociaciones. Primero, para formar Gobierno, cosa que puede acelerarse si el derrotado Pasok acepta la coalición con la derecha. La mayoría que formarían los conservadores y socialdemócratas es suficiente para gobernar, pero el Pasok intentaba que un ejecutivo de unidad incluyera también a Syriza, pero la izquierda ha rechazado ese abrazo del oso. En todo caso, pese al presunto apoyo de Berlín y Bruselas, esa coalición que agrupa al bipartidismo responsable del fiasco griego es un cóctel explosivo porque no debe olvidarse que Grecia demostró estar muy dividida, con una amplia capa de población que se niega a asumir los dictados de nadie, aunque se llamen UE, FMI o Merkel.
- Multimedia
- Servicios
- Participación
