Acabo de leer la carta escrita por Ana Mari Viguera sobre la paliza de la que fue víctima su hijo el 3 de agosto en Leitza. Y me gustaría añadir unas palabras.

En primer lugar, quiero que quede claro que los que propinaron la paliza al hijo de Ana Mari no buscaban hacer justicia por un supuesto mal comportamiento de su víctima. A estos chicos, como a cualquier justiciero, la justicia les da igual, lo único que buscan es una excusa para sacar toda la violencia y crueldad que llevan dentro. Lo que haya hecho o no la víctima es lo de menos. Por supuesto, siempre se enfrentarán a alguien en situación de indefensión, nunca a alguien más fuerte.

En segundo lugar, yo también quiero reclamar al Ayuntamiento de Leitza un rechazo claro de estos hechos que considero muy graves. Este tipo de violencia se está volviendo habitual en nuestros pueblos y barrios, y creo que requiere de una respuesta clara y contundente por parte de nuestros representantes. 

Si bien todas las violencias son reprobables, el linchamiento, que somete a la víctima a un castigo inhumano sin posibilidad de defensa es, sin duda, una de las peores.