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Pesebres

el pesebre era una caja grande y la Caja (con mayúscula inicial) era un gran pesebre. Recordó el papa Benedicto (papa en minúsculas, manda la RAE: el papa Benedicto, la presidenta Barcina, san Bartolomé, salvo que no nos refiramos al santo sino a un baluarte) que no había mula ni buey en el belén original. Pesebre sí. Los siglos no pasan por esa palabra: caja grande donde comen los animales. Solo que si el pesebre es foral y contemporáneo, hay que usar el término en sentido figurado y con los matices pertinentes: pedazo de Caja donde se han saciado animales políticos sobrevividos a todo género de contingencias históricas. Covarrubias, en su diccionario de 1611, habla de la palabra pesebrón. El pesebrón era un asiento especial hecho en el coche de los señores marqueses para que los mismos estirasen en él las piernas a placer. Para pesebrones forales, aparte de los que se sustanciaban en relojes aparatosos y dietas opacas de la Caja, los copados por Sanz a su salida de la política (Audenasa, Sarría…), sea por designación de la presidenta Barcina o a propuesta directa de quien llegó a presidir la Caja gracias al mismo Sanz. Añade Covarrubias que la pesebrera es una hilera de pesebres. A juzgar por las revelaciones que han seguido al truculento suceso del baluarte de San Bartolomé, la Caja era una pesebrera donde lo mismo había tajo para los hijos de los más altos directivos (esos hijos de su padre para los que, como para el propio hijo de Sanz, tampoco falta asiento en los consejos administrativos de las empresas públicas forales) que para la mujer de la otra presunta "víctima del siniestro", como dijera Edgar Neville en su disparate. De Barcina al último que estuvo en la hilera, no hay uno que hoy quiera oír hablar de todo aquello. Apelando al espíritu optimista del pesebre que se ha quedado sin mula ni buey, Barcina levantó su copa y brindó por el futuro, que "no es un regalo, es una conquista". Salvo que el futuro se conquiste por Donapea, Sarría o la Caja.