Carta a los Reyes Magos
queridos Reyes Magos: Os escribo para contaros una pequeña anécdota. Todo ocurrió durante una mañana de estas Navidades. El sol brillaba con fuerza en el cielo pamplonés, que lucía un azul intenso e inmaculado, pues en él no se vislumbraba una sola nube. Bajé con nuestra pequeña hija Maddi -de cuatro años- a comprar el pan, y a la vuelta encontramos en el buzón de nuestra humilde casa el lujoso díptico anunciador de la cabalgata de Pamplona, repleto de textos explicativos, vistosas ilustraciones, y coloridos logotipos de patrocinadores. A Maddi le hizo muchísima ilusión. Su cara se iluminó como el brillante sol de aquella mañana invernal. Enseguida me pidió que le leyera la misiva que le habían enviado los propios Reyes Magos, con la alegría aflorando en su cara en forma de amplísima e incontenible sonrisa, y la emoción chispeando en su grandes ojos marrones. A mí, claro, me faltó tiempo para empezar a leer. Comencé a hacerlo nada más entrar en el ascensor. Pero antes de que llegáramos al segundo piso, sus ojos dejaron de chispear para entornarse de esa peculiar manera en la que se entornan cuando Maddi nos quiere pedir algo: quería que se lo leyera en euskera, no en castellano, lo cual es absolutamente lógico, ya que aunque entiende y se expresa en castellano perfectamente, su idioma materno, el idioma que emplea con su madre y conmigo, es el euskera. Ese es para ella el idioma de los los sentimientos, el idioma de la ilusión. Le di dos vueltas al díptico. Y tres. Y cuatro. Y en euskera no encontré más que tres palabras: Errege Magoen Kabalgata. No sabía qué decirle. Pero antes de que yo intentara explicarle nada, ella ya lo había entendido todo. Para cuando llegamos a nuestro piso, el sexto, su amplia sonrisa se había tornado en morro torcido. Su chispeante mirada, en ceño fruncido. Maddi estaba triste porque incomprensiblemente los todopoderosos y omniscientes Reyes Magos no le habían escrito nada en su idioma, en euskera. A decir verdad, su padre también. Por ser el acto infantil más multitudinario de todo el año, por su capacidad para ilusionar a la txikillería, por su carácter mágico, y también -ojo- por contar con cuantiosísimas ayudas públicas, yo pensaba que la cabalgata tenía como objetivo llegar al corazón de todos los niños y todas las niñas de Pamplona. Queridos Reyes Magos, como parece que a causa de vuestra avanzada edad o por alguna otra razón que se me escapa se os ha olvidado, me veo en la obligación de recordaros que aproximadamente un tercio de la chavalería pamplonesa estudia en euskera. Prometo ser bueno durante 2013. A ver si así en las próximas Navidades me traéis un díptico bilingüe para mi hija Maddi.