estos sofocaos de acción simultánea, que los tenemos por aquí a cientos, estos, deben de tener todos secadora ¿no? A estos les hablas del placer de una sábana colgada en el tendedero en todo su esplendor, versus las ocho dobleces de rigor para poder colgarla en la silla sin que se te arrastre por tol parqué, rigor mortis diría yo, porque más que el cuarto de estar parece un sudario, les hablas de ese pequeño placer, y ni te oyen. Tus palabras se las lleva el viento, o mejor, el ruido del aire acondicionao.
Yo hablo por hablar las más de las veces, pero no es el caso. El otro día, en medio de la nanocanícula que hemos padecido, yo desde luego no, pero sé que a unos cuantos les ha hecho verdaderamente padecer, estando en el punto más alto de la ola de calor, una muchacha se bajó del autobús ajustándose la bufanda, y los demás seguimos viaje con el termostato en modo iceberg, y no le hice ver (obsérvese el juego sonoro, iceberg/ hice ver, que ha sido queriendo) bueno, pues no le hice ver al conductor lo exagerado de su actitud, porque había sido el Día mundial de la Voz, y estaba muy reciente como para que no fuera yo consciente de que las cuerdas vocales a cierta temperatura es mejor templarlas antes de articular palabra. Entre que te pones con la fonación aspirada y sus sacramentos, te has dao la vuelta a la comarca, y por volver ha vuelto hasta el invierno, porque este abril el clima sabe a pizza, concretamente la cuatro estaciones.
Total. Que sí. Que vaya barbaridad de temperaturas a estas alturas de año, pero calma, por favor, que no dio tiempo ni a derretirse a los Ferrero Roché, y más vale, porque yo siempre me había tomao a broma lo de la recepción en casa del embajador, pero ya vi en Salvados que la diplomacia vive en continua recepción. Así que si se nos calientan los bombones, igual tenemos un conflicto internacional. Y no faltaba más que eso, que la chispa de calor hubiese encendido la guerra.