Ladran, Sánchez, luego cabalgamos
tras las indecentes argucias y deslealtades que fueron urdidas para derribar a Pedro Sánchez, cuya finalidad no fue otra que poner al frente del partido a una gestora que tomó la equivocada decisión de entregar el poder a una derecha corrupta que ha cercenado durante cuatro años los derechos y las libertades de la ciudadanía, el PSOE, como consecuencia, está abierto en canal y en una complicada situación de conflicto. Semejante determinación no solo contravino la voluntad de la militancia socialista, que quedó claramente expresada en las urnas a favor de Pedro Sánchez, sino que, en mi opinión, atenta contra la ética política que no es otra cosa que el esfuerzo intelectual a favor de una incondicional inclinación hacia la moral que se materializa en la lucha por la democracia, la libertad y la justicia social. Obviamente una parte de la élite socialista, que perpetúa la vieja desconfianza leninista hacia los militantes, no es precisamente un ejemplo democrático, sino la clara expresión del pragmatismo, en el que lo supuestamente útil se identifica como lo moral. Y así quienes no vieron nada claro el medio para hacerse democráticamente con el poder, encontraron rápidamente la excusa para justificar su deslealtad hacia el líder elegido por el conjunto de la afiliación socialista. El pretexto fue que Sánchez pretendía algo tan natural como es que la izquierda sumara más izquierda. Sin embargo, la militancia menospreciada intuye las razones del poder y su oscura racionalidad, que nos aboca al neoliberalismo y con él al paro estructural, al despido libre, al empleo precario, a la pobreza y, en definitiva, al aumento de la desigualdad, donde unos pocos contabilizan sus logros sobre la amputación de la vida de la inmensa mayoría. De hecho, el barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas señala que, tras la decisión de abstenerse en la investidura de Rajoy, el 45% de los españoles sitúa al PSOE en el espacio de centro derecha, algo que carece de precedentes en una consulta de esta naturaleza. De ahí que la fuerza del injustamente derrocado secretario general del PSOE y la supervivencia de un proyecto político centenario pasan precisamente por volver a recuperar el espacio que le corresponde a la socialdemocracia que no es otro que la izquierda.
Pedro Sánchez obviamente no lo va a tener fácil, pues los dueños del mundo, como los llama Susan George, esto es, los banqueros, empresarios y políticos que acostumbran a reunirse en la estación de invierno de Davos, ciudad suiza del cantón de los Grisones, son nómadas muy poderosos que dirigen nuestras principales instituciones, muchos medios de comunicación e influyen decisivamente en la macroeconomía neoliberal y en la política, mediante un depredador modus operandi que desatiende, en consecuencia, la economía real y las necesidades ciudadanas. Mientras, entre vampiros de Coppola y Erinias de Esquilo, los medios de comunicación afines a la derecha que encarnan la idea gaseosa de una profesionalidad sesgada y mil veces impura, acomodados en sus acartonadas rotativas o en sus platós de televisión de tedio y hojalata, promueven que flote en sus periódicos y programas la idea vergonzante de destruir políticamente a Sánchez. Sin embargo, el periodismo tabloide o los debates carentes de pluralismo, cercenados por un sesgo tan miope que no es capaz de traspasar el cristal concéntrico de las gafas de mayor aumento, no son más que una rémora para la democracia.
Contrarrestar esta dictadura económica y mediática, con objeto de alterar el equilibrio de poder entre la militancia socialista que quiere situar al PSOE a la izquierda, o la vieja guardia que se confabula para desactivar a Pedro Sánchez, será obviamente muy complicado. La militancia parece decidida a que el péndulo oscile hacia un partido de izquierdas unido y más participativo, que defienda un país más justo, estable, feminista, ecologista y habitable, que son precisamente las señas de identidad que defiende Pedro Sánchez. La militancia es consciente de que el porvenir del Partido socialista e incluso de la izquierda de este país depende de su voto en las próximas elecciones primarias del PSOE. Dijo don Quijote: “Cambiar el mundo, amigo Sancho, que no es locura ni utopía, sino justicia”. Y para semejante aventura quijotesca solo hay dos opciones: situarse en un espacio político ambiguo en el que se producen algunas comprometidas connivencias con la derecha, o la alternativa de Sánchez que, tras mantener coherentemente su palabra con su ya célebre no es no, apuesta por escorarse a la izquierda. En fin, como dijo el poeta alemán Goethe, frase erróneamente atribuida a Cervantes: ladran con fuerza, señal de que cabalgamos.
El autor es presidente del PSN-PSOE