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Arte contemporáneo (y II): cambio de paradigma

como decía en el artículo anterior Arte Contemporáneo (yI): La agonía, el arte contemporáneo agoniza de puro éxito. Ha sido tanta la gente que se ha sentido artista y tantos los artistas que están produciendo obras que hemos llegado a un punto de colapso en el mercado. En esta era de la información instantánea la copia reina a sus anchas y resulta más fácil crear sobre la copia que ya es copia de otra copia... Las colecciones y las galerías se vienen abajo pero paradójicamente, las academias de Bellas Artes se llenan de alumnado y proliferan los centros de arte públicos.

¿Qué se está planteando ante tal situación, hacia dónde va todo esto? A los artistas emergentes se les manda el siguiente mensaje: si no puedes vender la obra que haces, si vas a tener problemas de espacio para almacenarla, si no la queremos guardar aunque nos la regales porque eso nos obliga a mantenerla y el coste que eso conlleva no es asumible, si cada vez hay menos espacios para mover tu obra... ¿para qué vas a crear obra? Al artista se le hace ver que su obra no es lo importante, que el importante es él, que es artista. Así, se le ofrecen centros donde va a residir con otros artistas, donde puede experimentar sobre lo que le dé la gana, donde lo que va a primar es el proceso creativo, donde todo ese proceso se va a filmar y donde el centro le va a pagar un dinero que lo mantendrá durante un periodo más o menos largo. Todos ganan, el artista pagado y reconocido como tal, su obra efímera aunque se destruya quedará recogida en grabaciones y catálogos del centro, el centro colma su programación al tener lleno de actividad con artistas presentes. El artista pululará de centro en centro, cada estancia es un reconocimiento, y podrá sentirse valorado durante sus mejores años creativos.

Asimismo, se empieza a percibir una tendencia o giro entre académico y elitista. Al ser todos artistas y eso conlleva la saturación de artistas y de obras, la élite artística de repente tiene la sensación de estar pasando desapercibida... por lo que se intenta volver a la selección muy clasista del artista. El director de la Bienal de Venecia del año 2015 (una de las más influyentes) califica de artista “a quien ha cursado estudios homologados en escuelas, academias o universidades, ha obtenido reconocimiento mundial tras pasar por procesos de selección y conseguir premios, becas de estudios, distinciones, encargos como docente o comisario, y por último, ha logrado colocar sus obras en prestigiosas galerías y colecciones”. A este artista se le pide que cree situaciones valiéndose de vídeos, instalaciones y experimentos; en suma un artista multidisciplinar que necesita el apoyo de otros artistas.

Se está ante una selección de quienes son considerados artistas mediante la profesionalización: título académico, dedicación plena y reconocimiento. Ya no hay sitio para autodidactas, ni artistas que compaginan un trabajo con su creación a tiempo parcial, aunque su calidad sea igual o superior a los elegidos. Da la sensación de una vuelta al pasado, una vuelta a revalorizar la Academia como fuente de formación y creación de artistas en exclusividad. Además, se pide unos requisitos que pocas personas los pueden cumplir, salvo que estén cubiertas económicamente (por clase social o por apoyo público). Hoy en día, no tendrían cabida muchos de los artistas que pusieron patas arriba los cimientos del arte y revolucionaron el lenguaje artístico contemporáneo. ¿Tiene esto sentido o estamos ante otra paradoja?

¿Y el público? Ah! ¿Pero, hay público? Si ya se sacó al público de las salas de exposición, el público está ausente, tan solo un pequeño público especializado que suele ser la mayor parte los propios artistas, ni siquiera acuden la mayoría de los No-artistas. Una endogamia un tanto peligrosa, si no se consigue canalizar, atraer y transmitir lo que se hace y se piensa en el público que al final paga esos centros.

El autor es director del Centro de Formación para el Empleo Landaben