el Pleno del jueves en el Parlamento foral cierra casi la Legislatura. Quedan aún cuestiones pendientes de debatir en la Cámara -la nueva ley foral del Deporte, por ejemplo-, pero la aprobación de la reordenación del Mapa Local de Navarra, una cuestión pendiente desde hace 30 años, y la nueva normativa que equipara los derechos de las familias monoparentales -afecta a 23.000 personas- a los de las familias numerosas cierra el grueso del bloque político legislativo del Acuerdo Programático que ha sostenido estos casi cuatro años al Gobierno de Barkos. Un balance legislativo que exhibe la luz verde consecutiva a los cuatro Presupuestos de la Legislatura y la aprobación de 92 nuevas leyes forales. Evidentemente, ni todo es blanco ni todo es negro. No ha llegado el surrealista apocalipsis que augura la oposición. Los altavoces del apocalipsis se escuchan solos así mismos predicando en un desierto cada más angosto. Los discursos de UPN, PP y PSN instalados en un falso desastre y un pesimismo nostálgico de sus propios fracasos pasados han tenido la nada como resultado. Y mientras, con mayores o menos dificultades y cuestiones importantes aún pendientes para un nuevo ciclo de gobierno tras los comicios de mayo, la agenda del cambio político y social ha avanzado. Y lo ha hecho desde el acuerdo político entre cuatro partidos y la solidez de la economía navarra. Una solidez apuntalada desde las políticas financieras y presupuestarias del Gobierno de Barkos y la mayoría de los ayuntamientos. Navarra creció en 2018 un 3,2%, siete décimas más que la media del Estado, y ha encadenado cinco años consecutivos de creación de empleo, siendo una de las tres comunidades del Estado con la tasa de paro por debajo del 10%. Una solidez económica afianzada también en la renovación del Convenio Económico y la aprobación de un nuevo modelo fiscal que ha permitido una política de ingresos imprescindible para recuperar la equidad tributaria que ya tuvo la Hacienda Foral en las décadas de los 80 y 90 para garantizar la igualdad de oportunidades, la viabilidad financiera y presupuestaria y las prestaciones públicas históricas de Navarra. Y ello ha servido al mismo tiempo para revertir las peores consecuencias que UPN y PSN dejaron como herencia de su pésima gestión presupuestaria y tributaria y que se tradujo en recortes y en la pérdida de nivel y calidad de los servicios públicos de educación, sanidad, atención social, dependencia y un endeudamiento y un déficit desbocados. Navarra también ha recuperado relevancia y presencia internacional, tanto en el ámbito empresarial -lo destacan los propios empresarios navarros- como en el político, en especial en la UE. Se puede intentar ver la botella vacía e insistir en un desastre apocalíptico que no ha llegado, pero la realidad de los datos y de los hechos muestran una Navarra en mucho mejor situación que hace cuatro años, que ha abordado reformas necesarias para impulsar actuaciones políticas, económicas y sociales que los gobiernos de UPN fueron incapaces de llevar a cabo. Sería bueno -tiene razón en esto José Antonio Sarría- que la política abandonase en Navarra la estridencia, el insulto y el espectáculo y buscase consensos básicos para mejorar el bien común colectivo. Vienen tiempos de incertidumbre de nuevo, en lo político y en lo económico, y mejor afrontarlos viendo la botella al menos medio llena.