Aristóteles ensalzó la política como actividad propia de los más nobles, pues se ejerce no en beneficio propio sino en interés de la comunidad a la que se sirve. Hoy la mayoría de los que se dedican a ese noble oficio lo prostituyen y degradan pues, como los motejó Pérez-Galdós, son una cuadrilla de vividores que sólo saben arrimar el ascua a su sardina.

Que el ejemplo de los políticos, en general, sea nefasto, no quita que también haya ocasiones en que la POLÍTICA -así, con mayúsculas- se lleve a cabo. Para satisfacción de los navarros, el pasado 28 de marzo se aprobó en el Parlamento Foral la actualización de nuestro Derecho Civil. Aprobación que se culminó de forma unánime, lo cual no deja de ser un logro del Gobierno cuatripartito que difícilmente hubieran vaticinado toda esa suerte de agoreros que proclamaban a los cuatro vientos que Navarra había caído en manos de lo peor: la calaña rojera nacionalista y etarra, que nada haría y todo lo destrozaría. Así nos advertían gentes de todo el Estado a los navarros que vivimos fuera del terruño.

Ahora que acaba de entrar en vigor dicha actualización, entre otras muchas cosas, todos los navarros hemos recuperado la libertad de testar que era tan característica de nuestro derecho foral. Y digo todos porque aquellos navarros viudos o cuyo primer matrimonio había fracasado y se habían emparejado de nuevo -gracias a una serie de rémoras que nuestra vieja Compilación mantenía- como la hoy felizmente desaparecida Ley 272 que se iniciaba de esta manera: “Los hijos de anterior matrimonio no deberán recibir de sus padres menos que el más favorecido de los hijos o cónyuge de ulterior matrimonio”. Precepto que, además de inconstitucional, pues discriminaba a los hijos por razón de su nacimiento, iba contra la corriente generalizada de todos los derechos europeos de eliminar las legítimas obligatorias a favor de hijos. Corriente bastante lógica hoy en día que los hijos no sólo no contribuyen a la riqueza familiar con su aporte de trabajo, sino que su educación cuesta cada día más a sus progenitores.

Sirvan estas letras para que los navarros nos felicitemos mutuamente por haber gozado de, al menos, un gobierno foral que supo aunar todas las voluntades, incluso las de aquellos que, aún habiendo dirigido nuestros destinos durante mucho tiempo, nunca lo tuvieron para desfacer semejante entuerto de nuestra legislación. Unidad que consiguieron aceptando -tal y como debe ser- el aséptico consejo de los expertos en Derecho Foral y no dejándose llevar por los sentimientos de confrontación, revanchismo o venganza, que aunque naturales en los individuos, no deben ser propios de los ejercientes de una disciplina tan noble como la política.

En esta celebración, especiales ¡¡olés!! merecen las que fueran consejera de Justicia, Mª José Beaumont, que coordinó todo el proceso y, cómo no, la presidenta Uxue Barkos. ¡¡Mujeres tenían que ser!! (Más pausadas, más armónicas, más dialogantes). ¡¡Gracias al cuatripartito por ejercer la política!!

Y ahora, de cara al 10N, ¡votemos por conseguir verdaderos políticos en el gobierno estatal, así asusten a los retrógrados o molesten a los poderosos!!

El autor es notario ‘jubileta’