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Republicanismo

Por fin, Radar Covid

sta columna intenta humildemente aportar algún punto de vista sobre lo ocurrido durante los últimos días, comentarios que puedan resultar interesantes al lector o al menos le ofrezcan alguna clave trasconejada de lo ocurrido. En el momento de ponerme a escribir este artículo tenía la golosa posibilidad de dedicarlo a un asunto que hubiera sido muy divertido, casi hilarante: cómo Podemos y la pareja que lo regenta empezaban la semana colegueando con Ana Patricia Botín y la acababan haciendo el ridículo por no enterarse, hasta leerlo en Twitter, de la fusión de Bankia y la Caixa, lo que termina con toda posibilidad de montar esa banca pública que le han contado a su obtusa parroquia. Pero hubiera sido malgastar este espacio. Lo más importante de la semana es que ya se dispone de la aplicación Radar Covid, que ha llegado muy tarde, pero que va a poder ser muy útil.

La idea de emplear una app para conocer la línea de los contagios del nuevo coronavirus la tuvieron inicialmente en China y Corea del Sur, donde el dinamismo en la adaptación de la tecnología a usos innovadores es impresionante. Los modelos que emplearon fueron bastante diferentes, pero tenían en común una idea directriz muy obvia: si la pandemia nos ha llegado en un momento en el que todos los ciudadanos llevan en el bolsillo un móvil conectado a internet, no perdamos la posibilidad de emplear este instrumento para hacer algo útil y único en la historia de las epidemias. En China organizaron el sistema como ellos saben, al modo marcial. Cada ciudadano debía emplear la aplicación como salvoconducto. El móvil, sin ninguna garantía de privacidad, captaba información de otros móviles que estuvieran cerca, y si en algún momento el propietario de uno de ellos era diagnosticado de SARS-CoV-2, desencadenaba alertas a todos cuantos hubieran estado cerca. En Corea del Sur, hace años que sienten la amenaza de sufrir algún tipo de agresión bacteriológica, hasta el punto de que en el metro de Seúl hay grandes armarios con EPI para emergencias, como si fueran bolsitas de mareo. Hace años aprobaron una ley que permite usar datos de carácter personal -como posicionamientos de móviles y puntos de uso de tarjetas de crédito- si se considera necesario para atajar un problema de salud pública. Con esa base crearon su propia aplicación frente al coronavirus, que les ha dado muy buen resultado.

En occidente las cosas han ido más lentas. Algunas administraciones vendían la burra de que ponían a disposición del ciudadano unas apps frente al coronavirus que en realidad eran vulgares "symptom checkers", poco más que un juego para detectar síntomas evidentes. Hasta que llegó una iniciativa conjunta de Google y Apple (el corazón del capitalismo, sí) que movió la ficha necesaria. Aunque compiten con sus sistemas operativos para móviles Android e iOS, unieron esfuerzos para crear un estándar que permitiera acoplar en ellos, con todas las garantías, las apps de rastreo que elaboraran las autoridades sanitarias. El diseño técnico ha sido genial: en ningún caso se expone la identificación personal del usuario, los terminales no se geolocalizan, la comunicación entre ellos se realiza mediante bluetooth, y se permite que la app funcione constantemente, en segundo plano, sin gastar mucha batería. Ya en mayo estaba lista esta posibilidad. Lo que ha llegado después varía por países. En Reino Unido adoptaron este sistema frente a uno propio que habían desarrollado previamente invirtiendo varios millones de libras, y en Australia el ministerio de Sanidad les contó a los ciudadanos -sin demasiado éxito, por cierto- que si querían que volviera la liga de fútbol era necesario instalar masivamente la app. En España tenemos Radar Covid, que está extraordinariamente bien hecha y que no requiere ninguna identificación personal para cumplir con su función. Ha llegado muy tarde, y hasta hemos tenido que escuchar sandeces como que había que "navarrizarla" o unirla al sistema de historia clínica, lo que arruinaría por completo su principal virtud, el anonimato. Pero que Maria Chivite no haya entendido tampoco de qué va esto no es impedimento para insistir por todos los medios -y de ahí esta columna- que la app es extraordinariamente útil en los actuales momentos, y que los ciudadanos tenemos la posibilidad de parar la expansión del virus simplemente descargándola y activándola. Háganlo, por favor.

La idea de emplear una 'app' para conocer los contagios del nuevo coronavirus la tuvieron inicialmente en China y Corea del Sur

El móvil, captaba información de otros que estuvieran cerca, y si alguno estaba contagiado, se desencadenaba la alerta